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23 de noviembre de 2007

La guerra en el antiguo egipto

Este es el título del libro de Bridget McDermott publicado por Crítica en 2006. A primera vista puede parecernos un libro denso, de cuidada edición, con un amplio apartado fotográfico y bibliográfico, pero una vez en su interior, encontramos una clara división de temas, acentuada por el tratamiento individualizado de los diferentes temas, y la utilización del sistema comparativo para remarcar cada uno de estos.
Siguiendo un estricto orden cronológico, lo cual ayuda al lector prosaico a no perderse en diferentes conceptos, cada época es tratada como una especie de contenedor unitario, pero a la vez subrayando una continuidad en los espacios históricos.
Tras la diferenciación entre las tres épocas ( De la prehistoria al Reino Antiguo, Reino Medio, y Reino Nuevo) McDermott nos explica, a través de las fuentes que han llegado hasta hoy en día, la evolución, no solo de la macro estructura de un ejército en la antigüedad, si no también, de aquellos elementos más cotidianos que conformaban la vida diaria del soldado egipcio. Desde los sistemas de defensa y ataque, del más sofisticado ( sin duda, el carro de guerra egipcio, prodigio de belleza y eficacia), al más humilde, hasta aspectos que van más encaminados hacia la estética. Sirva de muestra este párrafo referido a la tumba de Deir el-Bahari, donde fueron encontrados una sesentena de soldados, dentro del Reino Medio. Los soldados llevaban el pelo corto, pero habían rizado alguno de los mechones para que el grosor de la cabellera sirviera, en la medida de lo posible, de protección para la cabeza.
En definitiva, el libro entrecruza con sabiduría lo erudito con la explicación amena de los hallazgos arqueológicos de nuestra época, creando una línea narrativa fácil de seguir, incluso para un lector profano que quiera aventurarse en las misteriosas arenas del desierto.


Lotus 98t, un coche para la historia

Al hablar de coches míticos dentro de la historia de la fórmula uno, no podemos dejar de hacerlo del Lotus 98T, el último de los bólidos negros de la saga JSP, además de ser el mejor. Con él, el gran Ayrton Senna, que ese año formaba pareja con Jonnhy Dumfries, ganó dos grandes premios en el campeonato de 1986, (Jerez y Estados Unidos), consiguiendo, además, ocho poles.El coche, debutó en el Gran Premio de Brasil.
Con una cilindrada de 1.496 cm cúbicos, y una potencia de 800 CV, montando un motor Renault EF15bis turbo V6, y con una reducción reglamentaria de la capacidad del depósito de gasolina a 195 litros, el 98T es una evolución profunda de su antecesor, el 97T de 1985.
Para el nuevo modelo se prepararon dos cajas de cambio distintas, una de seis marchas y otra de cinco. Mientras Senna optó por correr con la de cinco marchas, Dumfries se dedicó a probar durante mucho tiempo la caja de seis.
Diseñado el chasis por Gérard Ducarouge, presentaba un monocasco menor que su antecesor. Se prepararon cuatro chasis del 98t, uno para Jonnhy Dumfries,y tres para Ayrton Senna. Montando neumáticos Goodyear, el coche fué tercero durante el campeonato, durante el cual, y debido a sus innovaciones en la inyección, y el procesador de consumo de combustible, se especuló mucho sobre su presunta legalidad. Que el coche era una bala, lo demuestran las mencionadas ocho poles sobre dieciseis, pero también quedan patentes sus problemas de fiabilidad en las seis carreras en las que Senna tuvo que retirarse, no bajando en el resto del quinto puesto. El caso de Dumfries, que tuvo un quinto como mejor puesto de llegada,no es paradigmático, ya que su misión era más de desarrollador que de competidor.
Estos fueron los resultados de Senna, que acabaría cuarto con 55 puntos, en el campeonato de 1986:
Brasil 2º
España 1º
San Marino retirada
Monaco 3º
Belgica 2º
Canada 5º
EEUU 1º
Francia retirada
GBretaña retirada
Alemania 2º
Hungria 2º
Austria retirada
Italia retirada
Portugal 4º
México 3º
Australia retirada.

Así, el de Australia fué el último Gran Premio que vió correr el ya mítico binomio Ayrton Senna-Lotus 98t. El mejor piloto, con la máquina más hermosa.

18 de noviembre de 2007

Sobre Lucio Boreno y Tito Pullo


Con la segunda temporada, y parece que definitiva, de la sensacional serie Roma, de la cadena HBO, tendremos que despedirnos de una de las pocas recreaciones y ambientaciones por encima de la dignidad, descarnada, eso si, que se nos ofrece en la televisión de hoy en día, sobre esta época histórica. Gracias al trabajo del historiador Jonathan Stamp, así como la ambientación de April Ferry, hemos podido retrotraernos fielmente a un mundo ya desaparecido. Desde luego, la serie resulta carente de la categoría literaria que consiguió la BBC, allá por los setenta, con la mítica I Claudius. Pero bueno, ya se sabe, Robert Graves solo ha habido uno (si no, solo hay que leer el relato La epopeya ya no está de moda).
Como referencia y dato curioso, los guionistas de la serie extrajeron la figura de los dos personajes principales, del libro XLIV de La guerra de las Galias, de Cayo Julio César. Y si realmente aparecen, es como un referente meramente anecdótico del espíritu de las legiones.
Esta escena aparece representada, de forma sesgada por supuesto, en el primer capítulo de la serie. Veamos como queda reflejado el hecho, bajo el prisma de César.
Había en esta Legión dos valerosos centuriones, Tito Pullo y Lucio Boreno, a punto de ser ascendidos. Estaban compitiendo continuamente sobre quién de los dos debía ser el elegido. Pullo, en el fragor del combate gritó "¿En qué piensas Boreno? ¿Cuánto piensas esperar para combatir? Hoy se decidirán nuestras diferencias". Dicho esto, salta las defensas y carga contra el enemigo, por la parte más fuerte. Temiendo las miradas de los otros legionarios, Boreno le sigue a corta distancia. Pullo dispara su lanza contra el enemigo, y traspasa a un galo que se adelantaba, matándolo. Enseguida sus compañeros le protegen con los escudos, revolviéndose luego contra Pullo, y cerrándole el paso. Le atraviesan la rodela, quedando clavada la punta en el tahalí. Esto hizo que, por desgracia y a pesar de su esfuerzo, no pudiese desenvainar su espada, estando cada vez más rodeado por el enemigo. Entonces, en su defensa y ayuda, acude Boreno, atrayendo éste los disparos enemigos, y dando a Pullo por muerto ya. Entonces, Boreno, espada en mano, se arroja sobre ellos, batiéndose cuerpo a cuerpo, y matando a uno, hace retroceder a los demás. Persiguiéndolos, resbala cuesta abajo, cayendo al suelo. Entonces Pullo, viéndole rodeado por enemigos, corre a su vez a socorrerle, y ambos, luego de matar numerosos enemigos, vuelven a sus posiciones, entre los vítores de los legionarios. De esta manera, ambos se defendieron mutuamente, sin poderse discernir cuál de los dos era el más valiente.

Cayo Julio César, La guerra de las Galias Libro XLIV



Elisabeth, la edad de oro


Acabo de ver la película Elisabeth, la edad de oro. Creo que resulta un ejercicio visual de gran calidad, con una Cate Blanchett especialmente seductora, dándole su bello rostro, por si solo, empaque al personaje de Isabel I. La película recuerda alguno de los clásicos sobre este tema, como The virgin Queen o The privates lives of Elisabeth and Essex, sobre todo en lo referente a su relación con Walter Raleigh, ajustadamente interpretado por Clive Owen, por lo que no se le puede reprochar que no cumpla con el objetivo para el que ha estado hecha.
Sin embargo, es en el tono donde no acaba de emerger la película, en exceso panfletaria para con la historia británica. La idea de hacer aparecer a Blanchett cual Mila Jovovich, vestida con su armadura, y blandiendo espada sobre un enérgico corcel creando, además, un paralelismo, espero que solo estético, entre Isabel I y Juana de Arco, resulta algo curioso.
Pero para curiosa, la interpretación que hace Jordi Mollà del rey de España. Si esta es la visión que los ingleses tienen de Felipe II, realmente es que el chauvinismo lo han creado ellos. Es por lo menos insensato pensar que un monarca como el que aparece en la película, tirano, mesiánico, sádico, casi repulsivo, pudiese haber gobernado un imperio. Aquí no hay luces y sombras, y es que estamos hablando de la depauperación total de un personaje histórico. No seré yo quien defienda la figura de Felipe II, pero presentar un monarca cruce entre el Golum del Señor de los anillos, y Mr. Bean, me parece a todas luces, excesivo. Aplaudiré cuando utilicen la misma técnica con un personaje propio. Parece fácil, y desde luego gratuito, ridiculizar al presunto adversario, haciéndolo portador de todas las lascivias.
En fin, que con un poco más de contención, la película habría ganado credibilidad, más allá del hermoso rostro de la australiana Cate Blanchett.

Harry Connick Jr, We are in love



Aprovechando la circunstancia de los conciertos de Harry Connick Jr. en España, dentro de su gira europea, creo oportuno recordar uno de sus primeros discos. Me refiero al We are in love, del año 1990, un disco básicamente conner, que escuché hace años por primera vez en Francia, como ambientación a una cena en casa de unos amigos. Me creí transportado en el tiempo. Desde entonces, y ya de regreso a Barcelona, ha formado parte de mi fondo de armario musical, el cual re-visito con la asiduidad que me da la necesidad de cada momento. En fin, que sin estar delante de una de las obras maestras de Connick, si que aúna con brillantez dos facetas fundamentales en el músico de Nueva Orleans. Una, la parte baladista, intima e intimista, casi hipnótica, de su propensión a la música vocal de los años cuarenta, como la que abre la sesión y da título al álbum, We are in love, y la otra, la vertiente más basada en el jazz de sus raíces, como por ejemplo Forever, for now, I've got a great idea, o mi favorita, It's alright with me. Extraordinario y cautivador, también es el saxo del gran Brandford Marsalis en A nightingale sang in Berkeley Square y en I'll dream of you again. Un Connick, por supuesto, diferente al que hemos podido oír en su último álbum, Oh my nola, donde se ha afianzado en sonidos más rítmicos y sureños.
En definitiva, con We are in love, disco dedicado a su madre fallecida, nos reencontramos con el Connick más clásico, un paso más en la evolución de aquel chico que con once años tocaba ya el piano de forma extraordinaria, hijo de una juez judío-neoyorquina y un fiscal de distrito de origen irlandés, que a la vez eran propietarios de una tienda de discos en Nueva Orleans. De todas esas fuentes bebe su música. Y eso se nota en cada una de sus canciones. Gracias por tu música, Harry.

16 de noviembre de 2007

300, de Frank Miller.



Ahora que ya han pasado unos cuantos meses desde el estreno de la película de Zack Snyder basada en la obra gráfica de Frank Miller, creo llegado el momento de hacer una serie de consideraciones.
Si visualmente la película deslumbra, si tiene un ritmo de escena muy dinámico, e incluso una relativa fidelidad con la obra gráfica, el resultado difiere un poco de lo que transmiten los nerviosos trazos del dibujo de Miller. ¿Y porqué? Tal vez lo que más me ha llamado la atención es el cambio de espíritu dentro del personaje de Leónidas. Si, porque considero que mientras en el cine vi a un rey que más parecía un condotiero, alentando a sus exiguas fuerzas a luchar por un ideal de nación, en la obra de Miller, este protagonismo está centrado en la unidad. Podríamos decir que los espartanos no representan a Esparta, si no que son Esparta misma. En este caso, Leónidas no pasa a ser más que el cerebro pensante que sobresale de los demás, muchas veces abrumado por la responsabilidad de tomar la decisión correcta. Desde luego, y bajo mi humilde prisma, abogo sin dudar por la idea de Miller, aunque deshumanice más la historia, y aunque la haga más seca y torturada.
Por otra parta, la presencia testimonial de la reina en la obra de Frank Miller, en comparación con todo un hilo argumental que le presta Snyder en su película, no hace más que reafirmar la idea central de la obra, libre de tramas accesorias. No se puede eludir el destino, y la única manera de conseguir la victoria es la unión delante de la adversidad, por muy difícil que se presente una empresa.
De esta manera, frente a la brillantez y espectacularidad de Snyder, que basa la tragedia en la elocuencia de la historia que cuenta, me decanto por el oscuro trazo pictórico de Miller, desnudo de elementos accesorios, y centrado en la brutalidad de lo que se intuye, de lo que no se describe.
En definitiva, creo que, después de releer la obra gráfica tras ver la cinta, me queda la sensación que son dos significados distintos, con un envoltorio semejante, tal vez hijas cada una de su tiempo.



15 de noviembre de 2007

A modo de saludo



Comienzo hoy la elaboración de este blog, y aún no me explico ni porqué lo hago, ni porqué no lo he hecho antes. No se si alguien leerá lo que escriba, ni si a alguien interesará lo que pueda poner aquí, pero esta idea nace con el fin de experimentar algo nuevo para mí. Así que, de ahora en adelante espero ir llenando este espacio de las cosas más heterodoxas, a mi ritmo, además de comentar todo aquello que se me pase por la cabeza. Quedáis advertidos, aunque solo me visitéis los amigos y familiares.