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20 de enero de 2008

Opinión. Caminando hacia La Habana.

Hoy quiero hablar de un pueblo acosado. De un pueblo asediado, tanto interior como exteriormente. Un pueblo que tal vez sea el último reducto de resistencia pacífica al imperialismo colonialista. Y es que, se han producido en Cuba las elecciones para renovar el Parlamento.

No se han dado situaciones inesperadas, no se pueden dar, ya que la sola presencia de un partido político hace que todo esté bastante anticipado. Entonces, ¿de dónde la importancia de estas elecciones? Naturalmente, del incierto estado de salud del líder revolucionario Fidel Castro. Es como si el jefe de la aldea los irreductibles galos, cayese enfermo. Fuera esperan las tropas de Julio…no perdón, de George W. Bush, acampados en Guantánamo, a la espera de una victoria inminente por asedio, por agotamiento.

Fuera disgregaciones, lo cierto es que, después del llamamiento de las autoridades electorales "a acudir a las urnas de forma masiva, con entusiasmo y espíritu revolucionario, con la certeza de que es un proceso transparente y democrático", queda la duda de si realmente los cubanos han comenzado a definir el futuro político de su líder Fidel Castro. Su hermano Raúl, ha declarado "Esta elección es muy importante. Se elige un nuevo Parlamento en una etapa compleja, en la que tenemos que enfrentarnos a diferentes situaciones y grandes decisiones, poco a poco". En fin, que como se puede ver, la duda está en si Castro será reelegido presidente, o si finalmente será reemplazado.

Mientras tanto, vuelvo a disgregar, en la capital del Imperio, la carrera por elegir a los postulantes a suceder al César continúa. Por un lado, entre los Demócratas, parece que Hillary Clinton le gana la partida a Barack Obama en las primarias de Nevada, en principio, territorio propicio para él, comenzando a destacarse significativamente. Por otro, el imperturbable John McCain parece mantenerse como el baluarte moral de la más vieja y rancia América. Si, aquella de la comida basura, la biblia, y los partidos retransmitidos por televisión.

Volviendo a nuestros irreductibles cubanos, su futuro se discernirá pronto pero, o mucho me equivoco, o la pócima del druida le está dando larga vida al jefe Fidel. Un día llegará en el que, incluso, puede que lo veamos aparecer por el malecón, montado sobre su escudo, paseando entre el atardecer sin tiempo. Y entonces, oiremos la voz del bardo Pablo a lo lejos, cantando aquello de “que cualquier hombre pueda gritar sus propias esperanzas”.

Ojalá que así sea.