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31 de agosto de 2008

Macbeth


He comenzado a releer Macbeth, de entre las tragedias de Shakespeare mi favorita. Hacía años que no me enfrentaba al texto, así que he elegido una traducción que cuenta con el original en inglés a pie de página. Ello da idea del ritmo y la musicalidad de algunas partes de la obra, sobre todo la escena primera del acto primero, que representa la reunión de las brujas. Domina en él la noche, con las frecuentes invocaciones a las tinieblas, y la evocación de las torpes criaturas furtivas y rapaces de la oscuridad, y la atmósfera sofocante. La oscuridad de la obra, la miseria y corrupción de sus personajes, descritos sin piedad, casi con deleite, en constante progresión autodestructiva, me engancharon con trece años, y lo ha vuelto a hacer ahora. Entonces la leí de un tirón, en una noche de tormenta solo en mi cuarto, con una pequeña luz como compañera. Ahora ha pasado el tiempo, y ese decorado me acompaña en mi memoria, reproduciéndose sin más necesidad que mi imaginación. Fue escrita posiblemente entre los años 1605 y 1606, estrenada en 1606 e impresa en la edición infolio en 1623. La fuente original de la obra es la Crónica de Holinshed. En la obra, Macbeth y Banquo son generales de Duncan, rey de Escocia. Volviendo de una victoriosa campaña contra los rebeldes, encuentran en una llanura a tres brujas que profetizan que Macbeth será thane de Cawdor y luego rey, y Banco engendrará reyes, aunque él no esté destinado a serlo. Inmediatamente después llega la noticia de que Macbeth ha sido nombrado thane de Cawdor. Tentado por el cumplimiento parcial de la profecía y por lady Macbeth, que excita en él la ambición, Macbeth asesina a Duncan, hospedado en su castillo, pero en seguida es presa del remordimiento. Los hijos de Duncan, Malcolm y Donalbain, huyen, y Macbeth se apodera de la corona. Pero todavía queda un obstáculo en el camino de Macbeth: las brujas habían profetizado que el reino iría a parar a la dinastía de Banco, por lo cual Macbeth decide hacer desaparecer a éste y a su hijo Fleance, pero éste logra huir. Perseguido por el espectro de Banco, que se le aparece durante un banquete, Macbeth consulta a las brujas, que le dicen que se guarde de Macduff, barón de Fife; que nadie nacido de mujer podrá hacer daño a Macbeth; y que sólo será vencido cuando el bosque de Brinam vaya hasta Dusinane. Sabiendo que Macduff se ha unido a Malcolm, quien está reclutando un ejército en Inglaterra, Macbeth hace asesinar a lady Macduff y a sus hijos. Lady Macbeth, a quien le había caído de la mano el puñal al intentar, antes que su marido, asesinar a Duncan, y ver en él por un momento a su propio padre, pierde la razón e intenta en vano hacer desaparecer de sus manos la visión de la sangre; finalmente muere. El ejército de Macduff y de Malcolm ataca el castillo de Macbeth: pasando por el bosque de Birnam cada soldado corta una rama y detrás de esta cortina de follaje avanzan contra Dusinane. Macduff, sacado del vientre materno antes de tiempo, da muerte a Macbeth. La profecía se ha cumplido y Malcolm sube al trono.

29 de agosto de 2008

El enigma de Nijmegen.

El cuadro de Abraham van Wessel (1658), que adorna la entrada de la ciudad de Nimega, Holanda, representa a una mujer joven que tiene en su regazo a un anciano y en pie dos hombre adultos vestidos de rojo, dos hombres de edad intermedia vestidos de verde, y dos jóvenes de blanco. Encima de las cabezas de los cuatro grupos, pueden leerse sendos carteles dicen lo siguiente:

Encima de la mujer: "Escuchen lo que digo: Los dos que van de rojo son hermanos de mi padre. Los dos de verde son hermanos de mi madre. Los dos de blanco son mis hijos y yo tengo aqui al padre de esos seis que es mi marido, sin que haya relaciones de consanguinidad que impidan nada".

Los dos de rojo dicen: "Lamentaríamos que no se supiera que nuestra sobrina se la dieron a nuestro padre, porque ella no es la sobrina de nuestro padre, cosa que nadie adivinaría fácilmente".

Los dos de verde dicen: "Es extraño ver en este cuadro a quien es nuestro padre natural y que se casó con nuestra sobrina, pero esto no lo lamentamos".

Los dos de blanco dicen: "El anciano es el padre de todos nosotros. La señora es la madre de nosotros dos. Pero decimos ¿cómo puede ser que nuestros hermanos sean tíos de nuestra madre?".

Ahora os toca resolver el enigma...

28 de agosto de 2008

Massive Attack. Mezzanine.


Este fué el tercer álbum de Massive Attack en los noventa, el cual se adentra en terrenos musicales oscuros y dominados por el sonido de las guitarras eléctricas distorsionadas, siendo, en la voz de críticos y fanáticos, una significativa evolución dentro de su carrera. 
Algunas canciones de este disco seguramente ya las has escuchado, puesto que salen en series de televisión o películas, como por ejemplo la tercera pista, Teardrop, que aparte de su famosísimo video del bebe feto cantando en el líquido amniótico, es el intro de la serie House. También la encontramos en otras series, como Daria y Prison Break.
Y el tema Angel lo podemos encontrar en las bandas sonoras de Smallville, Matrix o Snatch, Cerdos y Diamantes.
Si a la música de Robert Del Naja (3D)Grant Marshall (Daddy G) y Andrew Vowles (Mushroom, que abandonaría el grupo por estar descontento con este disco) añadimos los samplers de The Velvet Underground (I Found A Reason en Risingson),The Cure (10:15 Saturday Night en Man Next Door) e Isaac Hayes (Our Day Will Comeen Exchange) y las voces de Sara Jay, de la leyenda del reggae Horace Andy y, ante todos, la cristalina e inquietante voz de Liz Fraser (Cocteau Twins) desde luego, estamos ante uno de los grandes discos de la música británica. Y uno de mis favoritos, desde luego.

01 Angel
02 Risingson
03 Teardrop
04 Inertia Creeps
05 Exchange
06 Dissolved Girl
07 Man Next Door
08 Black Milk
09 Mezzanine
10 Group Four
11 (Exchange)

25 de agosto de 2008

Marek Hlavaty


Cuando descubrí los dibujos de Marek Hlavaty, ilustrador eslovaco nacido en Bratislava, automáticamente volvieron a mi aquellas páginas de Enki Bilal que solía leer en mis días de juventud. ¿He dicho leía? Más bien devoraba. Comparten los dos ilustradores un estilismo parecido, una paleta de colores muy similar, y la facilidad de transportarnos en una imagen a un mundo impactante, de sugerirnos toda una historia tras una sola visión. Un futuro urbano descolocado en nuestra memoria desde Balde Runner. He escogido algunas ilustraciones con intención dispar.    

                             




                                                       

24 de agosto de 2008

Misión de reconocimiento.


La calefacción de la base funcionaba unas pocas horas por la noche, y a unas temperaturas muy poco agradables. Desde el primer día pensó que estaba preparada para no dejar que se congelasen las veintitres personas que trabajaban allí. Solo para eso. Eran épocas de restricciones. Hacía ochenta años desde que había terminado la Segunda Guerra, y aún las cosas no se habían acabado de establizar. Las viejas heridas seguían abiertas después de tantas generaciones. Y todo porque después de rechazar la ofensiva aliada en Normandía, la guerra se había estancado en un período marasmo, lo que aprovechó el Reich para rearmarse y rechazar la ofensiva soviética por el sur. Así, tras el armisticio, la vieja Europa se constituyó en un nuevo Cuarto Reich, frente a los soviéticos por un lado, y los americanos por el otro para, al cabo de los años, estabilizar las alianzas con el resto de paises del mundo. Sudamérica para los yankees, Asia para los rusos, y África para el Reich. Así comenzó lo que se ha denominado la guerra fría, hasta nuestros días...
Después de una tonificante ducha tíbia, Gunter se dirigió hasta la cafetería para un frugal desayuno. Café y pan con mantequilla y azúcar. Podía haber comido carne de cerdo con chucrut, mucho más calórico, pero prefería desayunar ligero cuando tenía que volar. Era temprano, y la mayoría del personal de la base aún estaba alargando la hora del descanso. Solo Armando, el cocinero, y algunos mecánicos, estaban ya en pie. Poca gente para una base militar secreta, pensó Gunter. Sin embargo, aquellas instalaciones formaban parte de una red de control que cada bloque ejercía sobre los otros dos. El mundo había vivido los últimos años en un estado de continua pre-guerra, sin llegar esta nunca a estallar. Medio mundo vigilaba al otro medio, mientras de reojo hacía lo propio con sus aliados. Realmente este era un mundo paranóico.
Cuando acabó su desayuno, Gunter se dirigió con paso lento hacia los vestuarios. Nadie por los pasillos. Cuando abrió finalmente su taquilla, notó como la sangre ya le estaba bajando al estómago, así que lo que debía hacer era vestirse el traje de piloto antes que comenzase a entrarle sueño. Luego miró la hoja del parte metereológico. Mal tiempo.
Al salir del hangar, se encontró con Hans Merkkel, el jefe de mecánicos. Se saludaron con respeto, levantando cada uno ligeramente el brazo derecho.
-¿Cómo ha dormido hoy, comandante?- Hans Merkkel esbozó una sonrisa gatuna en su rostro pelirojo.
-Bien, bien.- Le contestó Gunter en un intento de ser amable- Ya me voy acostumbrando al clima.
Merkkel le miró de reojo, mientras los dos enfilaban la salida del hangar. 
-A esto no hay quien se acostumbre, señor, solo las focas y los leones marinos lo han hecho.
Gunter le devolvió la sonrisa.
-Adaptación al medio, Hans. Lo llaman adaptación.
Cuando ya salían, el jefe de mecánicos señaló con el dedo índice hacia la tormenta de fuera.
-Allí está el pájaro, señor. Repostado y listo para despegar.
El comandante Gunter Klaus miró hacia donde le señalaban. Allí, bajo la tormenta de nieve, resaltaba la estilizada figura del Messerschmitt Me 294, camuflado de blanco para pasar lo más desapercibido posible ante los ojos de los satélites espía, solo resaltaba la cruz gamada en uno de los motores y el número doce junto a la cabina, su número de la suerte. Adaptación al medio, pensó Gunter. Solo tenían dos de aquellos aparatos en la base. Aquel llevaba.  
Fuera, la tormenta arreciaba cada vez más. 
Gunter avanzó hasta la base de la escalerilla de la nave, con el casco aferrado con su mano derecha. Antes de subir, miró detrás suyo. Merkkel le hizo un saludo con la mano, mientras le indicaba al conductor del camión que se retirase ya. El comandante le devolvió el gesto con un ligero movimiento de cabeza. Acabó de subir, pasando dentro de la cabina en un movimiento controlado. Luego se ajustó el casco, y cerró la carlinga. Encendió los motores, y al cabo de unos minutos, ya rodaba sobre la resbaladiza pista. Puso los motores a total revolución, entre un ruido ensordecedor. Después de unos segundos de espera, la nave comenzó a rodar nuevamente, cogiendo mayor velocidad a cada metro que recorría la pista, hasta que por fin despegó.
Gunter Klaus abrió la radio.
-Base antártica, aquí nave doce iniciando vuelo de reconocimiento. 
-De acuerdo, comandante Klaus. Debe estar de regreso dentro de treinta minutos.
-Está bien, base. Hasta dentro de treinta minutos.
Gunter cerró la comunicación. No era conveniente que pudiesen identificar sus emisiones. Luego suspiró para si, mirando como el paisaje pasaba raudo bajo suyo.
Volaba bajo, para eludir radares. Su misión consistía en inspeccionar un cuadrante cercano, donde se había detectado un movimiento de submarinos rusos. Totalmente rutinario.
Mientras volaba casi rozando las aguas heladas del antártico, Klaus no pudo reprimir un pensamiento oscuro. Toda aquella naturaleza estaba en peligro de extinción, igual que la raza humana, debido a la ineptitud de los líderes políticos, y la peligrosa carrera armamentística que ponía en evidencia el precario equilibrio global. Y aquellos rusos eran los peores. Mucho peores que los americanos, desde luego. No podía existir con ellos el diálogo. Lo querían todo o nada, y no estaban dispuestos a perder. No habían aceptado un órgano de gobierno global que había propuesto el Reich...todo o nada. Eran los auténticos culpables en lo que se había convertido el mundo. Un mundo en el que deberían crecer y vivir sus dos pequeñas hijas.
Gunter apretó la mandibula. Como encontrase a un maldito ruso...
En aquel momento el sensor de su messerschmitt comenzó a parpadear. Un objetivo estaba apareciendo en un cuadrante cercano. Centró el objetivo en los parámetros de disparo. Era un caza ruso, y lo tenía justo delante suyo. Además parecía no haber detectado su presencia. Te tengo, pensó Gunter. Tu no te escaparás.
Lleno de rabia, el comandante Klaus fijó el armamento sobre el desprevenido enemigo. Sabía que acabar con aquel ruso no terminaría con el terrible estado de las cosas, pero le desahogaría la rabia que tenía dentro. Se lo debía a sus pequeñas. Se lo debía a Marikka. Era una prueba de sangre. Una venganza personal. No tenía porqué tener compasión con aquel piloto desconocido. Representaba la causa de la miseria humana, de su sufrimiento. Se lo merecía.
Gunter preparó el disparo. Era fácil. Aquel pobre diablo estaba en misión de reconocimiento, como él. No esperaba que nadie quisiese derribarlo. Pero ahora era él quien le tenía en su objetivo, y había perdido a su mujer por su culpa, por la de su pueblo. Uno pagaría por muchos. ¿Qué más le daba eso a su sed de venganza?
Sus manos le temblaban de ira cuando apoyó el pulgar sobre el botón de disparo. Tan solo tres segundos y adiós al piloto ruso...dos...uno...
El comandante Gunter Klaus resopló con fuerza, mientras el caza ruso se alejaba de su punto de mira. Viró el meserschmitt rumbo a la base. Regresaba. Ahora era todo su cuerpo el que temblaba, pero era de tensión. Sintió ganas de vomitar. No había podido hacerlo. Ahora no, contra un ser indefenso que tendría familia allá en su patria. Padres, hijos...esposa.
Cuando bajó del aparato, luego de aterrizar nuevamente en la base, Merkkel se le acercó con un termo de café humeante. Le sirvió un vaso. Klaus le devolvió una mirada de agradecimiento. Hacía más frío del normal, o al menos a él se lo parecía. 
-Gracias.
Fué lo único que pudo decir. Merkkel ni siquiera le respondió. Sorbió el café con ansia y después siguieron caminando bajo la ventisca, de camino al hangar. Merkkel lo miró con una media sonrisa.
-¿Qué tal la misión hoy, comandante?
Klaus reprimió un gesto de profunda tristeza. 
-Como siempre... -Se giró hacia el cielo blanco, y miró al infinito- pura rutina. 


23 de agosto de 2008

La sombra.


La sombra recorrió lentamente el pasillo oscuro de la biblioteca. Con uno de sus largos dedos repasó, embriagada, el lomo de algunos de aquellos libros centenarios. Le era imposible abstraerse a la atemporalidad de aquellas salas, embargada como estaba, por el olor a pergamino que desprendían aquellos ejemplares. Leyó. Cuántos títulos almacenados durante siglos en aquellos estantes. Literatura, ciencia, filosofía, e incluso alquimias, se escondían como tesoros fabulosos, a la inmensa mayoría de los ojos humanos. Qué suerte tenía la sombra de poder estar en aquellas salas. Acercó la sombra su delicada mano a un manuscrito abierto encima de un mueble. La vitrina le impidió tocarlo. Daba igual, ese pequeño inconveniente no conseguiría perturbar el goce de sus sentidos. Las letras doradas y azules resaltaban, con un trazo que certificaba el trabajo de un monje en una fría y nevada tarde en el scriptorium, la magnificencia del esfuerzo. Solo alguien que dedica su alma a Dios puede intentar acercársele a través de las letras, pensó. ¿Habría tenido suerte finalmente? Ya daba lo mismo, el resultado de su esfuerzo era imponente. La sombra admiraba ese talento. Ella no lo poseía. Tal vez por eso se dedicaba a robar lo que, en el fondo, ella creía que le pertenecía. Todo es de alguien hasta que me pertenece, solía reflexionar. 
Finalmente, la sombra se alejó del pergamino en silencio. A pesar de su incalculable valor, no era eso lo que había venido a buscar en mitad de aquella oscura noche. Se desplazó sigilosamente entre incunables y primeras ediciones, todas ellas obras maestras. Al girar una de las estanterías la sombra vio, repentinamente, la figura del guardián de la biblioteca, recostada de medio lado sobre una pequeña mesa, en el extremo sur de la sala. Tenía la cabeza entre sus brazos cruzados y, delate suyo, un sencillo tablero de ajedrez con una partida apenas empezada. ¿Quién sería su oponente, se preguntó la sombra? El hombre, ya mayor, roncaba profundamente, resoplando con fuerza, mientras el labio superior se balanceaba rítmicamente al son del aire que salía.
La sombra se le acercó sigilosamente, con curiosidad casi de coleccionista. Miró nuevamente el tablero. Ella era una amante apasionada del juego. Visualizó la partida hacia atrás, desgranando con laboriosidad cada posible movimiento. Al acabar de hacerlo, pareció decepcionada. Bah!, había comenzado con blancas y apertura española. De tan simple, parecía casi rústico. El hombre continuaba su vals de ronquidos. La sombra le miró atentamente. Era imposible que aquel ser indefenso pudiese detenerla. Nadie hasta ahora lo había conseguido. Sonrió para sí misma con malicia, y con uno de sus sutiles dedos, tiró el rey blanco a los pies de la reina negra... 
Era aquella una mañana fría y lluviosa cuando el bibliotecario llegó con las llaves del edificio y notó que habían forzado la puert. Luego, con precaución, entró en la sala, encontrando el cuerpo inmovil del guardián de noche, recostado sobre un tablero de ajedrez. Al acercarse más, notó la lividez de su rostro. Corrió a buscar ayuda. Nadie pudo hacer nada ya por él. El médico certificó más tarde que había muerto de un ataque cardíaco, durante su turno la noche anterior. Una muerte súbita. 
El bibliotecario se santiguó por su alma. Aunque por lo menos, dentro de la tragedia, no faltaba ningún libro de su estantería, solo una modesta pieza del tablero del guardián. El ladrón no se había llevado nada...tan solo la reina negra.