Buscar este blog

31 de marzo de 2009

La crisis, según Quino.

Quino, como lo fué Einstein en su día, es otro visionario. Su visión de la crisis económica de hace treinta años puede leerse como si lo hubiese publicado hoy mismo. ¿O es que tal vez las cosas, y las personas, no han cambiado tanto?



22 de marzo de 2009

Como ese día.

Hace poco, para mi cumpleaños, mi amiga Paola Monti me dedicó, desde Santiago de Chile, uno de sus increíbles cuentos. Me dijo que era, tal vez, su favorito dentro de los que había escrito. Como los regalos son de uno, he decidido compartirlo con todos los que pasan por este lugar. Espero que Paola no se enfade mucho conmigo, ya que no le he dicho que lo publicaré. Pero qué demonios, un regalo es un regalo, y a mi no me gusta devolverlos. Además, me encanta. Se llama Como ese día.

Y ahí estaba... se presentó a destiempo, había soñado su figura tantas veces que me era familiar, ¿lo conocía?, ¡claro que lo conocía! Su delgada humanidad se confundía entre la gente, parecía pasar inadvertido. Lo observé de lejos el tiempo suficiente...
Prendió un cigarrillo, algo le inquietaba, era demasiado evidente, me percaté por el modo de fumar. Me divertía mirarlo, sus gestos eran tan de niño, como un niño esperando por ese algo que ha deseado durante tanto tiempo y que al fin tendría a su alcance... no pude despegar mis ojos de ese mirar ansioso, que a ratos se me perdía entre los transeúntes que circulaban, cada uno con su propia historia, y sin importarles nada. Pero a mí me importaba, Él me importaba. De pronto algo se plantó encima, un colectivo llegando a destino abrió sus puertas, y comenzó a descender lentamente a sus pasajeros. Una señora con guagua, una gordita muy simpática, que me miró en mi intento fallido por alargar el cuello y no pudo evitar soltar una carcajada -Es que parece una jirafa- dijo. Un caballero de edad avanzada y una chica joven. La chica al bajarse dejó escapar al aire una porción del muslo derecho y al caballero pareció darle un ataque, si casi se le salieron los ojos y creo, aunque no estoy segura, pero podría jurar que se le escapó una gotita de baba. La chica sin darle importancia al hecho, siguió su camino, mientras el caballero en cuestión, se arreglaba el pantalón......
Yo, empinada en la punta de mis pies, como una bailarina de ballet en su estreno, tratando de volver a hacer contacto. Lo había perdido por un instante, más que un instante, si me parecieron horas y sentí su ausencia como un chancacazo en pleno cráneo, tan fuerte, que me tragué el chicle que estaba mascando. Encendí un cigarrillo y entre la llama del encendedor se me apareció. ¡Qué alivio!, Fuuuuuuuuuu, solté el humo que tenía atragantado. Alguien se acerca... un borrachín... Hablaron un poco, él se rió, dejando escapar entre sus labios destellos luminosos... ¡Oh Dios, se veía tan bello!, si hasta me pareció que una suave brisa me traía su aliento. Lo deseé, sí, lo deseé mucho y me dió vergüenza, un intenso calor me nubló la vista, no me dí cuenta pero creo que perdí la conciencia por un par de segundos, porque reaccioné al sentir que me estaba quemando los dedos con el cigarrillo... en tanto el borrachito parecía no entender, porque movía la cabeza de un lado para el otro, mientras Él escarbaba en sus bolsillos, buscando una moneda, sí, y en un gesto de afecto se la entregó y el bebido se alejó trastabillando, chocando con quien se le cruzaba en el camino.

Y ahí estaba Él, mirando hacia todos lados... ¡No, No!... ¡Una Mujer, y se le acerca!, es hermosa, muy hermosa... traía puesto un vestido floreado azul con amarillo, no naranja, no fucsia, o rosado, se me cruzan los colores, pero era muy hermosa... Su cabello castaño, largo, ondulado, le caía más abajo de los hombros y se mecía de este a oeste de forma muy graciosa. Traía unos tacones blancos... no, no era prostituta, era demasiado fina. Algo le dijo, pero no alcancé a escuchar, por más que estiré la oreja. Él le devolvió un gesto, mirando su reloj... ¡Le había preguntado la hora! ¡Pero qué estúpida de mí! y yo que pensé..... Se alejó moviendo sus caderas, todos se daban vuelta a mirarla, caminaba muy coqueta. Él, nada, ahí seguía, impaciente esperando. Me dio tanto gusto que no haya volteado a mirarla. Cerré mis ojos y me fui hasta sus brazos en un suspiro, pero me trajo de vuelta el celular, que empezó a sonar;
-Aló
-Si, ya casi llego... es que el tráfico está algo denso.
-Besos, te veo luego...
Guardé el celular en el bolso y al alzar la vista, su imagen había desaparecido... No puede ser, en qué momento se fue, si sólo lo dejé de mirar un minuto... De pronto la realidad me golpeó el seso, el escenario cambió, la gente corría de un lado para otro, los bocinazos retumbaban en mis oídos, los autos pasaban raudos frente a mí, las campanas de la iglesia sonaban desafinadas, ¡qué ruido!, ¡me molestaba el ruido!...
o busqué nuevamente entre el caos, ¡dónde se fue!... y ahí estaba, al otro lado de la calle, como si nunca se hubiese movido... La imagen de aquel hombre de entonces se me fue y los años se hicieron presente, ya no era el mismo, estaba un poco más viejo, no lucía tan radiante y la hermosura de su sonrisa se había espantado, dando paso a una mueca tosca, sin sentido...
Giré mi cuerpo y dirigí los pasos por la avenida, había decidido llegar hasta mi casa caminando, me hace bien, sobre todo cuando necesito pensar. No dejaba de preguntarme qué hacía yo ahí persiguiendo un sueño, un tiempo que no fue, y menos lo sería hoy, ¡si ya han pasado nueve años!... Sólo me reconfortaba la idea de poder recordarlo... como ese día, cuando nos dijimos adiós.
El celular tocó la alarma nuevamente... Aló, sí, sí... lo siento, creo que no voy a llegar... estoy atrapada en un taco maldito...

11 de marzo de 2009

El tiempo.

Que el tiempo pasa, es una evidencia. Que cuando somos felices pasa demasiado deprisa, y cuando somos desgraciados demasiado lento, resulta inevitable. No podemos hacer nada por controlar el paso del tiempo. Vivimos sobre él, pasando por por encima de los segundos, minutos, horas, semanas, años, como por una cinta transportadora, y cuando nuestro momento en esta vida acaba, nos esfumamos como el genio de la lámpara. Hay gente que lleva bien el paso del tiempo, comprendiendo que lo inevitable de su camino hace que tengamos que disfrutar cada momento. Hay otros que sufren como tragedia el que el tiempo pase, sin pensar que es una suerte que eso suceda. Claro que a todos nosotros nos encantaría poder estirar como a la plastilina cada instante. Por supuesto que quisiéramos que nuestro tiempo se extendiese, feliz, en la inmensidad del transcurrir de la historia. Sin embargo, todo esto es subjetivo, como creo que ya he dicho. Y no hay fórmulas mágicas que nos ayuden. Somos nosotros, como de costumbre, los únicos que podemos conseguirlo.

9 de marzo de 2009

Diario de navegación de un padre atribulado.

Esta tarde, como casi todas, he ido a buscar a mi hija pequeña al colegio. Inés, que tiene ocho años, ha salido la primera de su clase. Fuera, yo esperaba bajo un frío cielo encapotado, pensando que hoy también saldría de las últimas, pues le encanta quedarse hablando con sus pequeñas amigas mientras recoge el material escolar, y al verla tan pronto pensé que era, cuando menos, sorprendente. Me miró con esos grandes ojos verdes, herencia de su madre, y su forma de hacerlo ya me indicaba que todo había ido razonablemente bien aquel día para ella. Con tranquilidad, se me acercó, y mientras me estiraba de la americana para que me agachase, me estampó un beso en la mejilla, haciéndome completamente feliz. Al ver el bocadillo de la merienda no protestó, como es su costumbre, sino que después de un amago de desconsolada mirada, empezó a comérselo sin rechistar. Le dije que, a pesar de que sus amigas se quedaban a jugar, ella tenía que ir a casa a hacer deberes. Creí que se tiraría al suelo, patalearía, lloraría de rabia, me enviaría una de aquellas miradas que traspasan el aire como cuchillo desafiante, pidiéndome, exigiéndome, quedarse ella también a jugar. Sin embargo, en lugar de eso, me cogió tiernamente de la mano, y nos pusimos camino de casa. Durante el trayecto, hablamos distendidamente, entre risas y bromas, sobre las cosas que veíamos. Justo al llegar a casa, y antes de abrir la puerta, la miré desde mi atalaya de padre, y le pregunté qué deberes tenía que hacer para el día siguiente. Ella, con su mirada más especial, aquella que reune ternura e indefensión, me espetó: Tengo que rellenar la ficha del esqueleto humano, con el nombre de los huesos. Después, con gran tranquilidad, me miró de reojo para decirme: ¡Ah!, si, el libro no lo he traído, lo he dejado en la clase, porque seguro que tu, papi, sabes todos los huesos del cuerpo. Mis ojos parecieron entrar en pánico. ¿Yo saber los huesos del cuerpo humano? Pero si yo soy historiador, no naturalista, ni médico, ni biólogo, ni... En fin, que mientras ella se fue a buscar un vaso de leche, yo me abalancé sobre mi ordenador portátil para encontrar en internet mi salvación. El problema era aprenderse toda esa lista de huesos. Bueno, pues podéis creerlo, lo hice tan solo en cinco minutos. Luego, nos sentamos juntos a rellenar la ficha entre la satisfacción del deber cumplido. Al acabar los deberes, los enormes ojos verdes de mi pequeña me miraron inmensamente desde la más profunda de las gratitudes. Gracias, papi, sabía que eras el mejor. En aquel preciso momento, me di cuenta en lo complicado que es no fallarle a los hijos, y lo fácil que es caer de un pedestal en el que te han encaramado. Esta vez ha ido de poco, pero la próxima no se cómo acabará. Hay que acostumbrarse que un día u otro dejas de ser el rey de la creación, para pasar a ser el villano más inútil. Pero bueno, seguramente esa es una historia que aún está por escribirse. Ahora me toca disfrutar del momento.

8 de marzo de 2009

Hoy es el día.

Hoy es el día internacional de las mujeres trabajadoras. Bueno, para mi tendría que ser hoy, mañana, ayer, laborables, festivos, y todos los días del año, año tras año, lustro tras lustro. Pero también el día internacional de la infancia, el de las personas mayores, el de los enfermos, el del síndrome de Dawn, el de la paz, el del planeta, el de infinidad de motivos para intentar ser mejores. Por eso, porque nos implica cada festividad a todos y cada uno de nosotros, sin excepción, creo deberíamos implicarnos todos, como colectivo, como simples seres humanos, y decidir que todos esos días hemos de celebrarlos cada día, cada hora, cada momento y hacerlo entre todos, en una comunión, un compromiso hacia la felicidad, la superación de los problemas. Porque conseguir nuestros sueños solo está en nuestras manos. En las manos de todos, y de cada uno.
Y es por eso que quiero felicitar a todas las mujeres del mundo, trabajen o no. Las conozca o no. Y las felicito hoy y mañana. Porque si. Porque se lo merecen. Porque me da la gana.

5 de marzo de 2009

Nuestro hogar.

No penséis. No juzguéis. Solo abrid bien los ojos, y disfrutad de nuestro hogar. Y cuando acabéis, pensad si no vale la pena cuidarlo para que no se pierda.

4 de marzo de 2009

La mujer compleja.

Desde luego, las cosas pasan en este Universo por algún motivo. Si Dios existiese, cosa que dudo, aunque egoístamente me encantaría aunque solo fuese para poder alargar la cortedad de la vida en la Tierra, tendría sus motivos para justificar cualquier cosa que fuese o pasase en su creación. Si Dios no existiese, y todo lo que sucede en la infinitud fuese una concatenación de influencias vitales, tal como creo que pasa en realidad, también las cosas tendrían su lógica. Y una de las creaciones más extraordinarias dentro del mundo esférico, o casi, es el de la mujer compleja.
Si, ya se que alguien me dirá que todas las mujeres son complejas, y sobre todo para los hombres. En eso estoy totalmente de acuerdo. Somos genéticamente más básicos que ellas, negarlo sería incluso estrafalario. Hemos sido creados, nosotros los hombres, o seguramente evolucionado a través de los siglos, para pensar solo lo justo, ya que según muchas teorías, lo nuestro es salir a cazar y defender el fuerte. Porque si pensásemos un poquito más, tan solo la mitad que ellas, seguramente nos negaríamos a arriesgar nuestras vidas a cambio de un plato caliente, y algo de sexo semanal. Pero no pensamos tanto, así que vamos cumpliendo fielmente con nuestro papel. Y luego es a ellas a las que llaman el sexo débil. Menos mal de la igualdad, porque los machos humanos siempre han tenido la idea, engordada por ellas, de que ser valiente y morir por defenderlas era hasta glorioso. Ahí tenéis una prueba de nuestra ineptitud.
A partir de este axioma, hoy en día aceptado universalmente por la ciencia, según el cual la mujer es un ser superior en inteligencia, e incluso sensibilidad, no queda más que quitarse la venda de los ojos, y analizar a aquellas criaturas que tenemos al lado. Luego de mucho mirar a mi alrededor (no voy a decir si la he encontrado, que a nadie le importa, y además me considero un caballero), y después de mucha reflexión (esto último es una licencia literaria propia, con perdón), he llegado a discernir un tipo específico dentro de la innumerable variedad femenina, el más interesante, que es ese del que hablaba al principio, el de la mujer compleja. Esta rara avis suele ser una combinación de belleza, siempre vista esta a partir del criterio objetivo del observador, con clase a la vez que con personalidad, de sentido práctico a la vez de espiritual, de cultura pero sin llegar a ser repelente, gran conversadora sin dejar de saber escuchar, amante del arte pero también de la buena comida, sensible pero sin dejar de tener carácter, tierna pero con decisión, equilibrada aunque con un punto de mal genio (puntual, eso si), que le gusta conocer mundo pero también viajar por dentro de si misma. Bueno, en fin, que podría seguir, pero con lo expuesto creo que es suficiente. Pensaréis, hombres del mundo, que seguro que esta descripción que he hecho es un mero ideal, lo se. Sin embargo, tan solo hay que saber abrir bien los ojos, ser sinceros con nosotros mismos, y mirar a las mujeres que tenéis alrededor. Seguro que si lo hacéis, encontraréis a muchas. Madres, hijas, mujeres, amantes, novias, la cajera del supermercado, bueno, vosotros sabréis a quien miráis. Yo me he limitado a poneros en la pista, y que cada uno decida si quiere seguir el camino, y descubrir a su propia mujer compleja. A veces está más cerca de lo que parece, y tan solo es cuestión de mirar más allá del plato de lentejas.

3 de marzo de 2009

Barcelona en el mundo, y el hombre murciélago.

Hoy he leído en la prensa que el ayuntamiento de Barcelona prepara, para 2010, un proyecto para poder recorrer mi ciudad en tres dimensiones a través de internet, algo parecido a lo que podemos ver en Google Earth con la Roma antigua. Bueno, me parece bien el proyecto, de verdad, sin embargo, me asalta una serie de dudas. ¿Saldrá mi barrio?¿Y mi bloque de pisos?¿En la imagen saldrán mis plantas del balcón?¿Saldré yo regándolas? Demasiadas cuestiones, entre las que no he mencionado mi ignorancia sobre la necesidad de semejante proyecto. Además, ¿restará esto turistas a la ciudad? Porque, para qué desplazarse, si a través de una pantalla se puede visualizar el destino vacacional. Desde luego, algo interesante en estos momentos de crisis.
Desde que en Barcelona se celebró por todo lo alto la película de Woody Allen, como referente de la imagen de la ciudad, y como acontecimiento de marketing casi a la altura de los Juegos Olímpicos del año 1992, cualquier cosa que lleve el sello de Barcelona gana en trascendencia. Al menos, para el provincianismo de los que piensan que todo lo que sale de la ciudad es importante porque si. Se llega a celebrar tanto cualquier cosa, que incluso el hecho de que la próxima aventura de Batman en el cómic transcurra en nuestra ciudad, merece tratamiento de noticia. Como si el hombre murciélago fuese un jefe de estado. Ver para creer. Bueno, después de todo, espero que no se note mucho que yo soy de los que hubiesen preferido ver a spiderman trepando por las torres de la Sagrada Familia. Dixit.

Autocrítica y autoconfianza.

Hay veces, días, que las cosas se ven diferentes a otros momentos de la vida. Situaciones en las cuales, anudados como estamos a nosotros mismos, creemos saber reaccionar y luego no lo hacemos bien. Por lo general, las personas que acostumbran a autoanalizarse constantemente, no acaban de digerirlo bien. Me explico. Si por algún motivo, tienes la obligación de decidir sobre algún tema que requiere el sentido común para resolverlo, y eres de esas personas que nunca lo utilizan, sino todo lo contrario, acabas casi indefectiblemente tomando la decisión equivocada. Y eso hace que acabes dudando delante de demasiadas situaciones. Por eso, ese tipo de personas autocríticas envidian, y no sanamente, a aquel otro tipo de personas que nunca dudan, que hacen de la autoconfianza un valor sensible de su personalidad. Mientras los autocríticos están todo el día especulando sobre la conveniencia de cada decisión, hasta casi bloquearse en el proceso, los autoconfiados toman esa decisión sin pensar, a golpe de intuición, de primer impulso, y sin remordimientos de conciencia. Qué más da lo que piensen los demás, ellos están completamente seguros, llenos de convencimiento, y no necesitan valorar nada más. Si han tomado una decisión, seguro que es la correcta, y además la defenderán contra viento y marea.
Mientras los autocríticos tienen tendencia a caer en la depresión, sea esta de diferentes modelos, los autoconfiados tienen tendencia a caer en la propia complacencia. Incluso hay un pequeño número de ellos, que llegan a ser cretinos sociales, incapaces de aceptar que pueden llegar a equivocarse, y mirar por encima del hombro a cualquiera que no les parezca de su nivel.

En fin, que yo pertenezco al primer grupo, ¿se nota? y, como he empezado diciendo, hay días que las cosas no salen como queremos. Es entonces cuando envidio a los cretinos, porque ellos no saben lo que es equivocarse, o al menos eso creen. Y por eso son más felices.

2 de marzo de 2009

Hasta la vista, Pepe.

Hay veces que algunos de los buenos nos dejan. Hay veces que, además, parecen, son, uno de los nuestros, no porque lo pensemos, sino porque lo sentimos. Ayer se nos fué, debido a una puta enfermedad (él lo habría dicho así), el enorme, genial, impredecible, irreverente, cachondo, y no se cuantas cosas más, todas ellas buenas y muy suyas, Pepe Rubianes. Ha sido el mejor showman que ha tenido temporada (y han sido muchas, durante años) en los teatros de Barcelona. Aún recuerdo la noche que le vi encima de las tablas. Su humor entroncaba (o entronca, ya que su arte notiene fecha de caducidad) con el mayor cinismo vital, autoparodia desvergonzada, y yuxtaposición de géneros. Porque era divertido, porque nos divertía, y se divertía,y de eso fuí testigo. Ninguna noche en el teatro era igual para él, demostrando un respeto increíble hacia el espectador inteligente. Porque para degustar la delicadeza de sus actuaciones, había que acompañarlo en el camino de la ironía mordaz que proponía. Descanse en paz, para siempre, y que su recuerdo no nos deje descansar a los vivos, porque eso significará que tenemos la suficiente sensibilidad como para darnos cuenta de lo pequeños que realmente somos, a pesar de tanta máscara de carnaval.