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3 de marzo de 2009

Autocrítica y autoconfianza.

Hay veces, días, que las cosas se ven diferentes a otros momentos de la vida. Situaciones en las cuales, anudados como estamos a nosotros mismos, creemos saber reaccionar y luego no lo hacemos bien. Por lo general, las personas que acostumbran a autoanalizarse constantemente, no acaban de digerirlo bien. Me explico. Si por algún motivo, tienes la obligación de decidir sobre algún tema que requiere el sentido común para resolverlo, y eres de esas personas que nunca lo utilizan, sino todo lo contrario, acabas casi indefectiblemente tomando la decisión equivocada. Y eso hace que acabes dudando delante de demasiadas situaciones. Por eso, ese tipo de personas autocríticas envidian, y no sanamente, a aquel otro tipo de personas que nunca dudan, que hacen de la autoconfianza un valor sensible de su personalidad. Mientras los autocríticos están todo el día especulando sobre la conveniencia de cada decisión, hasta casi bloquearse en el proceso, los autoconfiados toman esa decisión sin pensar, a golpe de intuición, de primer impulso, y sin remordimientos de conciencia. Qué más da lo que piensen los demás, ellos están completamente seguros, llenos de convencimiento, y no necesitan valorar nada más. Si han tomado una decisión, seguro que es la correcta, y además la defenderán contra viento y marea.
Mientras los autocríticos tienen tendencia a caer en la depresión, sea esta de diferentes modelos, los autoconfiados tienen tendencia a caer en la propia complacencia. Incluso hay un pequeño número de ellos, que llegan a ser cretinos sociales, incapaces de aceptar que pueden llegar a equivocarse, y mirar por encima del hombro a cualquiera que no les parezca de su nivel.

En fin, que yo pertenezco al primer grupo, ¿se nota? y, como he empezado diciendo, hay días que las cosas no salen como queremos. Es entonces cuando envidio a los cretinos, porque ellos no saben lo que es equivocarse, o al menos eso creen. Y por eso son más felices.