Buscar este blog

30 de diciembre de 2009

Compartir.

Se acerca el final del año, y a nuestras cabezas nos vienen los recuerdos de cómo le ha pintado la vida a cada uno. A veces son sensaciones, otras vivencias, las que más sinsabores, aunque siempre con la esperanza de que en el nuevo período todo será mejor, más bonito, más positivo, que para eso nos hacemos a la idea de que empezamos de cero.

Pero en el fondo, al comenzar un nuevo año, nunca lo hacemos desde cero, sino que llevamos dentro unas experiencias, sean estas positivas o negativas, que nos han servido para madurar. Porque las personas somos seres complejos que avanzamos por nuestra existencia dándole importancia, muchas veces, a lo aparente que nos rodea, dejando en segundo término aquellas cosas que de verdad nos enriquecen, esas a las que solo nuestra vanidad hace que no les demos el valor real que tienen. Y como siempre digo, son las pequeñas y maravillosas cosas que tenemos alrededor las que nos hacen más felices. Para algunos será el roce de una mano que necesitas o que te necesita. Para otros un abrazo que desearíamos fuera infinito. O tal vez aquel beso tan anhelado que de lejano, parecería imposible.

Los hay que disfrutan de conversaciones maravillosas, que hacen que la gente de alrededor, como por arte de magia, desaparezca de su vista. Están los que viven como especiales un paseo, aunque sea estos días, rodeados de multitudes a la busca compulsiva de un regalo. Perderse por callejuelas hasta aquellos momentos desconocidas porque nunca te habías fijado en ellas. Descubrir lugares que solo tienen sentido cuando los compartes. Viajar, sea lejos en la distancia, o lejos en la imaginación. También algunos disfrutamos de un libro, porque necesitamos que alguien nos deje ser partícipes de un mundo que, en el fondo, no pertenece a quien lo escribe, sino a quien lo lee.

No me olvido de la amistad, los hijos, la familia, el mirar un amanecer, disfrutar de un atardecer, el café caliente con las tostadas, comer o cenar, un regalo hecho desde el sentimiento para llegar al corazón…

En fin, toda esta galería de cosas que han poblado nuestro pasado año, y que deseamos que vuelvan a hacerlo en el próximo, tienen un denominador común que los envuelve como papel de regalo. Porque si bien podemos disfrutar de ellas desde la soledad, la individualidad, el solo hecho de poder encontrar a alguien que quiera compartirlas con nosotros, hace que la vida se vuelva mucho más soleada. Porque, si miramos bien, siempre hay alguien dispuesto a querer vivirlas a nuestro lado. Así que abrid bien los ojos, también los de vuestro interior, y buscad a alguien con quien compartirlos. Que lo encontréis, es mi deseo para vosotros el próximo año. Eso, y que no os atragantéis a las doce en noche vieja, claro.

19 de diciembre de 2009

La Navidad…o no.

cena-navidad-restaurantes-madrid

Bueno, creo que debo explicarme. Bajo mi punto de vista, humilde por otro lado porque es solo mío, la mayor de las conquistas que puede llegar a obtener el ser humano, cualquier persona, sea hombre o mujer, niño o anciano, de una raza o de otra, es ni más ni menos que la libertad. Libertad para decidir qué hacer o no hacer, con quien andar o estar, en definitiva, cómo vivir la propia vida. Nadie ni nada tienen el derecho a imponernos nada, porque con el respeto hacia los demás, hacia su libertad, se marcan las reglas de convivencia. Y yo creo en el respeto, pero sobre todo amo mi libertad.¿Y eso qué tiene que ver con la Navidad? Pues muy sencillo. Quiero tener la libertad para poder celebrar o no la Navidad, no verme obligado a ser feliz por decreto de tradición. No verme envuelto en la espiral del consumismo. No tener la necesidad de ser feliz, porque es lo que se ha de hacer. No ver siempre las mismas caras sonrojadas debajo de una barba blanca postiza y un traje rojo, con las mismas historias mal pagadas detrás. Estar horas de colas interminables para comprar regalos. No quiero tener que preocuparme por cada uno de los interminables días festivos que nos obliga la historia cristiana…o tal vez si, tal vez me apetezca vivir todo este tumultuoso rito. Incluso puede ser que un año quiera, pero otro no. ¿Y qué, a alguien le importa? ¿A alguien le puede importar realmente eso? Yo creo que no, que todos somos nosotros mismos y nuestra circunstancia, que tenemos la libertad de decidir. Quien quiera celebrar algo, que lo haga, pero el que no quiere o puede, que dejen de meterle el dedo en el ojo, que no es un apestado. Por eso, muchas felicidades a todos en estas fiestas, si habéis decidido celebrarlas, y si no, tranquilos, dejemos la depresión para más adelante, porque las cosas importantes de la vida las tenemos aquí cada día del año, sin necesidad de que nos ordenen ser felices cuando otro quiere. A disfrutar de ellas, de las pequeñas cosas, y por supuesto de la libertad. Amén.

18 de diciembre de 2009

Ella se fue de viaje….una reflexión.

untitled

Siempre pasa que cuando alguien estaba con nosotros hasta hace poco, y sin embargo ahora ya no está, nos cuesta verla de igual manera. Sabemos en nuestro interior que la echaremos de menos, aunque nos sea imposible decírselo ya, porque la decisión no ha sido nuestra. Siempre es demasiado tarde para algo, y eso es porque nunca es suficiente lo que decimos. Siempre nos guardamos alguna cosa dentro por culpa de los miedos. Miedo a no ser comprendidos, a no estar a la altura, a poder hacer daño, a no poder explicarnos bien, a ser rechazados. Y sin embargo, cuando ya es tarde, es cuando recordamos aquello que no hemos dicho, que no hemos hecho, que no nos hemos atrevido. Dicen que nunca es tarde para decir hola, y sin embargo qué doloroso es decir adiós. Sobre todo cuando tu no querías, cuando esperabas seguir viviendo las cosas que vivías a su lado. Hay que seguir, pero ya nada es lo mismo. Estar tan lejos, vivir tan cerca. Qué difícil es aceptar decisiones, decir adiós.