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27 de diciembre de 2010

La intangible levedad del silencio

Hay un dicho que nos explica que si no tienes nada mejor que decir que el silencio, mejor es callar. Porque el silencio, al contrario de lo que se pueda creer, no es sinónimo de saber poco, sino mas bien de ser sabio. Solo aprendemos escuchando a los demás, y eso se consigue gracias al silencio. Así que podemos decir que es mas sabio aquel que mas escucha. Pero también existe un claroscuro en esto. Porque, de que sirve saber mucho escuchando si después no podemos compartirlo con otros hablándolo. Parece una contradicción, pero solo lo parece, pues lo que debemos hacer es elegir bien los momentos en los que escuchamos y los momentos en los que hablamos. Es decir, en definitiva, conversar, que en eso se basa el dialogo, en saber escuchar al otro para luego poder responder algo inteligente. Y no estar pensando en lo siguiente que queremos decir en lugar de escuchar tan solo las primeras palabras del otro, agazapados como lobos escuchando nuestros pensamientos. Porque,en definitiva, hay que ver lo que pueden dar de si los silencios si sabemos utilizarlos para comunicarnos con los demás.
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19 de diciembre de 2010

La paradoja

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Qué terrible paradoja estaba sufriendo ahora mismo Laura. Ella, que durante toda su vida de veterinaria rural se había dedicado a ayudar a parir a los animales, se encontraba aquel día en la sala de partos del hospital esperando dar a luz. Allí, sufriendo, esperaba entre contracciones el nacimiento de su bebé, una pequeña copia de ella misma, a la que estaba segura querría más que a nada en el mundo. Ya lo estaba haciendo antes de verla nacer.

Con cada una de las piernas apoyadas en dos desnudos y fríos trozos de metal, el médico le repetía que empujase un poco más, un poquito más, que su bebé ya estaba a punto de salir. En un esfuerzo sublime, y sintiendo que su cuerpo se partía en dos, dio, por fin, un penúltimo empujón. Su marido, que había estado durante todo el parto a su lado apoyándola, se inclinó ligeramente para mirar mejor aquel momento irrepetible. Una enorme satisfacción le recorrió todo el cuerpo, de arriba abajo. Con la fuerza que sólo las madres pueden llegar a tener y comprender, olvidó todo el dolor y sufrimiento, así que volvió a empujar y entonces lo oyó claramente. Y aunque lo dijo en voz muy baja, casi entre dientes, logró oír al médico decir un concentrado ya la tengo. A los pocos segundos, aunque a ella le parecieron horas, aquel ser nuevo en este mundo lloraba por primera vez. El aire frío penetraba a raudales por sus pequeños pulmones, acariciando su interior, y ella lo expulsaba, a su vez, en un canto de libertad…

No había pasado mucho tiempo desde entonces cuando, en la madrugada de una noche lluviosa, Laura recibió una imprevista llamada. Una vaca se había puesto de parto y necesitaban de su ayuda. Eran los gajes de ser veterinaria en una aldea rural. Malhumorada por el hecho de tener que dejar la cama intempestivamente, montó en su coche y se fue, somnolienta, en dirección a la granja. Dentro de un mugriento establo, de paja húmeda y mohosa, se encontró con una vaca aún pequeña y con evidentes problemas para dar a luz. La vaca parecía sufrir lo indecible, mientras los hombres que la rodeaban no parecían hacer nada que lo evitara. Por un momento, fue solo un instante, mientras se acercaba con el instrumental en las manos, Laura vio una imagen. Una imagen borrosa, es cierto, pero que ella en aquel momento llegó a comprender con desilusión lo que parecía significar. Era la primera vez en su vida que sentía esto, ella, que en tantos partos animales había estado. Había visto aquel maltrecho animal luchando con todas sus fuerzas para que su ternero naciera, del mismo modo que, meses atrás, ella luchaba por ver nacer su pequeña.
En aquel momento, no supo interpretar esa oleada de sentimientos, así que terminó su trabajo con la profesionalidad que le caracterizaba, aunque esta vez le añadió una buena dosis de cariño a su trabajo, y volvió a casa con su pequeña. Aquella noche no pudo dormir bien, sin acabar de entender por qué aquel parto le había causado tanta impresión, dado que era solo su trabajo.

Semanas más tarde, al ir al mercado con su pequeña como todos los últimos miércoles, al llegar al primer puesto en el que siempre se detenía, alzó la mirada distraída y contempló, con profundo pesar, un rostro que le era familiar, un rostro al cual había ayudado a nacer, colgado de un gancho. La cabeza del ternero parecía mirarla con irónica expresión.

Ya le decía su madre, que nunca desees para los demás lo que no quieras que te pase a ti mismo. Pues eso, a partir de aquel día, decidió hacerse vegetariana.

13 de diciembre de 2010

Tu tiempo

Te miro con asombro, ya que originas en mi interior una incierta conmoción de libertad, de huida. De necesidad de partir sin equipaje. ¿Quién puede desaparecer con la lluvia? En tu mundo no convergen aquellos ingredientes prosaicos del resto de inhóspitos universos, y es por eso que no pienso ya más que en la distancia proscrita por mi alma, ya que tú me unes a la realidad. Y advierto, incansable, que cada instante transcurrido me voy acercando más a ti. En la penumbra me gusta contemplarte, mientras la oscuridad de las sombras de la mañana te delata incierta. Eres solitaria en el camino, pero yo seré siempre tu compañero, mientras gritas que me aleje contigo, que examine incomprensibles rumbos, en el momento que me pides que me disipe en los cielos, y en las veredas ya ensombrecidas por el incipiente invierno. El reloj, inmóvil desde su lejanía, nunca dejará escapar nuestro tiempo.

27 de noviembre de 2010

Un árbol, un hijo y un libro.

Dicen que para trascender en esta vida hay que haber plantado un árbol, tener un hijo, y escribir un libro... como si fuese tan fácil, y eso que hablamos de un mínimo, tan solo un punto de partida. Si consigues plantar un bosque, tener familia numerosa, y escribir una enciclopedia, seguro que debe ser ya la bomba.
Siempre he creído que este dicho era una forma de trascender más allá de nosotros mismos, pero también de hacer algo por la naturaleza en el primer caso, algo por la humanidad en el segundo, y finalmente algo por uno mismo. Porque si en los dos primeros objetivos trabajamos para los demás, además de para la propia satisfacción, en el hecho de escribir un libro centramos todo el hedonismo personal del que somos capaces. Porque disfrutamos mientras lo escribimos, y también, a veces un poco secretamente, cuando lo vemos finalmente realizado. Y si al final lo publicamos, entonces nos sentimos inmensamente orgullosos de nosotros mismos, y el que lo niegue solo juega a la falsa modestia, lo hace tan solo para despistar. Y ya se que alguien me dirá que para poder tener hijos también disfrutamos, y en mayor medida que escribiendo, y lo acepto, no soy tan snob, pero a los libros no hay que cambiarles los pañales, ni te despiertan diez veces todas las noches, ni hay que llevarlos urgentemente al médico con fiebre. Como mucho se les saca el polvo de vez en cuando.
En fin, que dicho lo anterior, yo ya he pasado a formar parte del club de los trascendentes, ya que hace años planté un árbol, ya he tenido hijos, y ahora acabo de publicar un libro. Y aunque no me he atrevido a llevarlo a una editorial y lo he editado personalmente, es un repaso de algunos de los cuentos que he escrito a lo largo de mi vida...¡ah!, si, y pido perdón por adelantado por si alguien se siente defraudado, pero lo que escribo forma parte de como soy, así que quien me lee está conociendo mucho de este pobre autor. Espero que sea una buena lectura para quien finalmente se arriesgue a comprarlo: http://www.lulu.com/spotlight/labodegadelgaleon

18 de noviembre de 2010

La razón

Dos niños muy pequeños se pelean por una pelota. Uno la ha encontrado sin dueño, huérfana, mientras que el otro, al darse cuenta de que un intruso la tiene entre sus manos, la disfruta, reclama su posesión, ya que se la han regalado hace poco. Este cree tener la razón ya que su tío se la ha entregado en persona, mientras que el primero cree que la razón es suya ya que nadie la poseía cuando él la vio. Cada uno de ellos cree tener, por supuesto, la razón.
Es interesante el tema de la razón. Y me refiero a la cuestión fundamental de preguntarse quién tiene la razón. Porque, para el común de la gente , parece fundamental tener la razón, esa razón absoluta que tanto nos gusta poseer. Es incuestionable, bajo mi punto de vista, que hay tantas razones como personas que opinan sobre algo. ¿Razón absoluta? Resultaría absurdo pensar que alguien tiene la razón absoluta en algo, por mucho que creamos, o estemos seguros, que vemos con claridad meridiana las cosas. Y es que también es irrefutable, dicho con toda la humildad del que sabe que suele fallar en sus apreciaciones, que hay infinitos puntos de vista, ya que hay infinitas apreciaciones. ¿Existe, pues, el hecho objetivo? Desde luego, ya que las cosas que son, lo son porque existen en este mundo. Pero, ¿realmente existe un solo mundo, una sola realidad? Hace años, yo creía que si, pero siendo un adolescente me hicieron cambiar de opinión. Existen tantos mundos, realidades, como personas que las ven. Y estas realidades existen porque las creamos nosotros, ya que nuestro cerebro elige la información que recibe a través de los sentidos, precisamente para no bloquearnos en el proceso de percepción de la realidad. Así, cuando vemos lo que creemos es una realidad irrefutable, no hacemos más que crear una imagen imperfecta del mundo, creando precisamente un mundo irrealmente personal. Por esto, no creo que sea bueno enrocarse en las propias razones sin comprender las de los demás, por muy infundadas y contrarias a las nuestras que las veamos. Vivimos en un mundo en el que se cruzan muchos mundos personales, y que finalmente se entrelazan, se contactan, como si de pompas de jabón se tratasen, creando una conciencia global, una complejidad superior que nos enriquece a todos. Intentar comprender las razones de los demás, hablarlas, y oír sus explicaciones, nos hará ver mucho más nítidamente la verdad de lo que lo haríamos si solo nos quedamos con lo que pensamos nosotros mismos.

27 de octubre de 2010

La última decisión de Beatriz Hassler

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Justo antes de partir, y mientras los árboles comenzaban a reflejar el otoño en las pocas hojas que iban quedando, Beatriz Hassler echó una última mirada a aquella casa, en forma de definitiva despedida.No quería, o tal vez sería mejor decir que no deseaba, que nada de lo que había ocurrido aquellos años hubiese pasado, pero el destino siempre es menos culpable de lo que pensamos, y de nosotros dependen muchas de las cosas de las que luego nos arrepentimos.

Al cerrar los ojos, y levantar la frente hacia el cielo gris encapotado, notó por primera vez las microscópicas gotas de lluvia que estaban cayendo, como señales inequívocas de que todo en la vida tiene un inicio y un final, incluso la vida misma. Sonrió un instante, solo eso, en su interior, pero su gesto tan íntimo no era otra cosa que la necesidad de liberarse de aquello que la había estado atenazando hasta aquel momento de su existencia, de su paso por la vida. Porque, pensó, no es lo mismo dudar que no creer, o eso es lo que siempre había necesitado pensar. No existen mejores ojos que aquellos que ven más allá de lo que las propias palabras nos dicen.

Beatriz Hassler bajó, insegura, los últimos escalones que separaban la puerta de la que había sido su casa de la calle, de lo que se le antojaba la libertad. Una libertad que le estaba brindando, tanto tiempo después, una nueva oportunidad para volver a ser ella misma. De dejar atrás silencios eternos, y desprecios constantes. Tantos ¿no lo sabes?, pareces tonta. Tantos no vales para nada. Tantos solo sirves para molestar. Tantos golpes y arañazos. Tanto disimular ante los amigos dándole la culpa a las puertas de los armarios. Tantas veces aguantando el alcohol en su aliento mientras le gritaba en la cara lo fría que estaba la cena, y ella sin atreverse a decirle que hacía dos horas que le estaba esperando.  Aquellas discusiones siempre perdidas ante la intransigencia del que piensa que por tomar un café con un amigo eres una cualquiera. ¿Qué van a pensar de mi? era la ácida canción que tenía que escuchar. Llorar las noches intentando no despertarlo, recordando sus palizas, sus violaciones, para luego pedirle perdón entre sollozos de culpabilidad. Y ella siempre le había creído, o al menos el miedo le había hecho hacerlo.

Y ahora que Beatriz Hassler había reunido todo el valor que le daban tantos años de sufrimiento, y que a cada instante le intentaba quitar el miedo que aún le tenía a él, las dudas le volvían a asaltar. ¿Hacía bien dejándolo?¿Volver a empezar la vida a los cincuenta sería posible? Tantas preguntas que le habían acompañado todos estos años, y que ahora no era capaz de olvidar. Cerró la mano temblorosa en un puño de rabia. Ahora no. Ya no había momento para dudar en la nueva vida de Beatriz Hassler, mientras la lluvia, aquellas gotas, comenzaban a mojarle la cara. Una última mirada al pasado. Un último adiós.Y un principio. El definitivo.

13 de octubre de 2010

La mujer de hielo y el movimiento del caballo.

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Desde luego, el movimiento del caballo del ajedrez es, aplicado a la vida, el mejor de los movimientos posibles. Mientras que la mayoría de movimientos son unidireccionales, el del caballo tiene ocho posibilidades, de las que podemos escoger la más conveniente para nosotros. El caballo puede moverse dos casillas a la derecha, una hacia arriba o abajo, o dos a la izquierda y una hacia arriba o abajo. Y también una a la derecha y dos arriba o abajo, o una a la izquierda y dos arriba o abajo. Trasladado a la realidad vital de cada uno, mientras que en la mayoría de decisiones tenemos dos caminos, si o no, blanco o negro, o como mucho tres, que es no hacer nada, imaginarse tener ocho opciones es realmente difícil, casi imposible. Poder escoger entre esas ocho posibilidades ante un problema, una decisión, sería magnífico.

Beatriz, pongamos que se llama así, es una mujer de suerte. Su marido, ella es tradicional para eso y no le gusta llamarlo pareja, es un ejecutivo en una empresa que se dedica a ensamblar motores de aviones, y aunque el nivel adquisitivo que tienen es elevado, siguen viviendo en un apartamento en el centro de la ciudad. Sus tres hijos varones van a un buen colegio, eso si, sin excesos, ya que llamémosla Beatriz no cree que la educación, la buena, vaya ligada a pagar mucho. Eso, siempre ha pensado, es pura apariencia. Y ella dedica sus días a administrar la casa, que hay que ver qué poco cunde el tiempo. Porque claro, llamémosla Beatriz también tiene un amante, llamémosle a él Gerardo, compañero de trabajo de su marido, él también casado, y al que conoció en una cena de empresa, hace dos años ya.

Y todo le funcionaba bien en esa vida a llamémosla Beatriz, aparte de tener algún punto de remordimiento ante el matrimonio, hay que ver lo que hace la cultura católica, que ha ido solventando a base de espaciar cada vez más los encuentros amorosos con llamémosle Gerardo. Parecía haber encontrado el equilibrio entre los remordimientos y la necesidad de experimentar cosas que nunca antes había sentido, hasta que un día, sin saber realmente cómo, encontró un papelito doblado en uno de los bolsillos de un traje de XXX, a este no le pondremos nombre, ni siquiera figurado, no por intimidad, sino por ser tan tonto. En el papelito, escrito con una caligrafía claramente femenina, dos palabras. Te necesito. Al principio a llamémosla Beatriz casi le salta el corazón de sus generosos pechos. ¿Te necesito? Eso no parecía una nota de trabajo. Porque, ¿quien escribía algo como eso en un papelito? Alguien por trabajo, desde luego no. Alguien del trabajo, posiblemente. Alguien femenino con intenciones más allá que laborales, seguro. Llamémosla Beatriz se sentó en la cama, desolada. Sentía dentro suyo una furia increíble. ¿Por eso llevaban tanto tiempo sin acostarse juntos?¿Cómo XXX podía hacerle esto? Y quien le dijese que ella llevaba dos años haciéndoselo a él, es que no tenía perspectiva. Ella era ella, lo había dejado todo por él, había abandonado su trabajo por él, estaba criando a sus tres hijos.¿Qué más quería XXX de ella? ¿Acaso llamémosla Beatriz no se merecía vivir nuevamente un romance en su vida, si ya entre ella y XXX no había más que pura formalidad? Era injusto que él fuese feliz con otra, seguro que su secretaria. Y ahora, visto lo visto, ¿qué podía hacer? O hablaba con él y luego lo dejaba para siempre, quedándose con todo, eso si, se había acabado llamémosle Gerardo, o no decía nada, seguía viviendo la mentira, ahora dos mentiras, de su apacible y tranquila vida, y exprimía a llamémosle Gerardo hasta la última gota. Dos venganzas posibles. Dos satisfacciones. Incluso tenía una tercera posibilidad, y era pegarle un tiro a XXX, pero en ese caso la satisfacción duraría poco, y tendría que pagar un elevado precio por hacerlo. Cayó estirada en la cama. XXX salió del baño, cubierto solo con una toalla, y miró el papelito en la mano abierta de llamémosla Beatriz. No la miró a los ojos.

-Siento que hayas tenido que enterarte así. No era mi intención hacerte daño, de verdad quería contártelo, pero ahora ya es tarde.-XXX se sentó a su lado.- Conoces bien a mi compañero llamémosle Gerardo.-A ella le dio un nuevo vuelco el corazón, él lo sabía.XXX tardó unos segundos antes de hablar.- Pues la verdad es que él y yo nos queremos, y nos vamos a vivir juntos.-Ahora llamémosla Beatriz creyó morirse.- ¡Ah!, y cariño, quiero llamarme YYY.

La de vueltas que da la vida, ¿verdad? Cuidado siempre con el movimiento del caballo, que este puede sorprendernos incluso cuando menos lo esperamos y acabar deshaciéndonos como cubitos de hielo.

12 de octubre de 2010

El ajedrez infinito

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Durante la partida infinita que es la vida, tenemos el suficiente tiempo para ser cualquiera de las piezas que queramos del juego del ajedrez. Todo depende, por supuesto, del momento que estemos pasando. A veces seremos peones negros, siempre al albedrío de un rey o una reina blancos, que marcan el sentido de nuestro corazón, nuestros impulsos casi imposibles, tan difícilmente irrefrenables. En otras ocasiones, sin embargo, nos sentiremos grandes torres, fuertes, impasibles, y creyéndonos capaces de aguantar todo lo que nos venga por delante, por mucho que esto sea totalmente inesperado. El alfil está entroncado vagamente con el peón, porque nos creeremos capaces de todo cuando nos imaginemos, vana ilusión, el centro del deseo del rey o de la reina. Y qué decir del caballo, siempre moviéndose entre el resto de las piezas, como si con él no fuese la partida, cambiando de caprichoso humor, seguro y estable por fuera, desconfiado y nervioso por dentro. Es, personalmente así lo creo, la pieza más fascinante del juego, la más desconcertante de la partida, la única que tiene el privilegio de cambiar de dirección en el mismo único movimiento. Impulsivo escondido, nadie sabe si lo que hace lo está haciendo porque quiere o porque le obligan las circunstancias. Por eso, durante muchos de los momentos de la vida, en nuestras relaciones con los demás, adoptamos una personalidad u otra del juego del ajedrez. De ese ajedrez infinito en el que todos nos convertimos, jugando en el tablero sin fin que son las relaciones que tenemos con los demás, una partida tan fascinante como arriesgada. Y a cada movimiento que hacemos, más nos acercamos al otro lado del tablero, ese al que todos queremos conseguir llegar.

29 de septiembre de 2010

De los que ya no están.

 

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En un funeral o un entierro, siempre existirán contrastes. Veremos rostros de dolor junto a sonrisas contenidas, a gente que se intercambia tarjetas del trabajo junto a otras que se saludan con la efusividad y el desparpajo del que no se ve desde hace tiempo, seguramente desde el último funeral. Curas que hablan del ausente como si le hubieran conocido de toda la vida, junto a trabajadores de Pompas Fúnebres de una eficiencia y frialdad casi funcionarial. Todo de un aspecto que intenta ser solemne, pero que no oculta la realidad: qué bien estarían muchos comiendo unos canapés y unos refrescos, como hacen en la cultura sajona, mientras intercambian las dichosas tarjetitas y se explican con tranquilidad que ya no están casados con la misma persona que en la última vez que se vieron, o pueden sonreír con más tranquilidad que en un lugar tan pensado para el duelo como nuestros cementerios.

La verdad, confieso que yo nunca he podido relajarme en estos sitios, sea cual sea el grado de proximidad que me una al que ha marchado. No me gusta el ambiente artificioso que veo, pero comprendo que forma parte de nuestra tradición, así que lo acepto con resignación, aunque yo espero que cuando me toque mis amigos y mi familia se vayan a celebrar el tiempo que hemos estado juntos, y no el que ya no compartiremos.

Porque para mi los que ya no están son casi más importantes que muchos de los que nos quedan. He perdido en el camino a gente muy importante, y que cuando me siento solo y desorientado me gusta pensar que, aunque solo como minúsculas motas de polvo en el Universo, ellos también me sienten.

Porque los que ya no están, aunque ausentes de nuestra mirada, siguen viviendo en nuestro recuerdo, en la necesidad que tenemos de sentir que de algo servimos en el ciclo de la vida. Y aunque yo no se si mañana seré más feliz o estaré más triste que ahora, el tiempo pasa, y solo deseo poder llenarlo de recuerdos que acompañen mañana a los que queden cuando yo ya no esté, y que esto les haga sentir que nunca estarán solos.

26 de septiembre de 2010

De la mentira y los secretos.

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Todos hemos dicho alguna vez, a lo largo de nuestra vida, una mentira. Casi todos hemos dicho más de una vez mentiras.Y casi todos hemos dicho muchas mentiras. Incluso, ha de existir en el ancho mundo alguien que haya convertido el ser mentiroso en una especie de juego, de modus vivendi social. Y sin embargo, aún reconociendo todo lo anterior, no entiendo la mala fama que tienen las mentiras, ya que estas son, por lo general, una murallas para salvaguardar nuestros secretos, algunos íntimos e inconfesables. Un arma, sin duda, que utilizada con el fin de proteger lo que no deseamos enseñar, no tiene porqué ser mala.

Y si hablamos de los secretos, estos figuran como imprescindibles, bajo mi punto de vista, a la hora de guardar nuestra intimidad. ¿Porqué tener secretos ha de parecer intrínsecamente malo, cuando en realidad es una manera como otra de ejercer nuestra libertad a explicar lo que deseamos? Porque no contar aquello que nos interesa o queremos, no es malo porque sí, al menos para el que tiene secretos que ocultar. Hay que respetar los motivos por los que lo hace. Lo que pasa es que, por lo general, todos deseamos conocer aquello que concierne a los demás, y somos insaciables en ese aspecto. Ahora bien, esas mismas personas que matarían por saber lo del vecino se guardan también lo suyo para ellas, lo que no deja de ser muy humano y a la vez muy ilógico. La mentira, por otro lado, también nos ayuda a despistar al curioso de lo ajeno, y a guardar nuestros secretos en el cajón de nuestra intimidad, lo que evita, de paso, quedar desnudos ante la inquisidora e implacable mirada de los otros.

Por otro lado, la mentira y el secreto también existen para encubrir algo que nos avergüenza de nosotros mismos, o que podría hacer daño a otros. O los secretos que tapan, estos más íntimamente ligados a nuestras inseguridades, nuestra verdadera manera de ser, y que haría que los demás nos viesen como somos realmente, y no como queremos que nos perciban. De ahí que siempre aparezca tanto visionador de documentales y de películas centroeuropeas subtituladas.

No estoy justificando aquí, en forma de alegato, mis secretos y mentiras, ya que no lo necesito ni es mi intención. Cada uno se conoce sus propios secretos y mentirse a si mismo si que es la mayor de las mentiras. El mentiroso, creo, no es tanto un cobarde en el estricto sentido de la palabra, como un superviviente. Mentimos por necesidad o simplemente porque queremos. Incluso a veces por no hacer daño a otros. Mentimos para nosotros, no para los demás. Y mantener, muchas veces, el secreto, es fuente de libertad individual.

Por eso, ¿arrepentirme yo de mis secretos?..¡a ti te lo voy a contar!

19 de septiembre de 2010

Ahora lo ves, y luego no es.

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Todos hemos tenido en nuestra vida la sensación que lo que hemos pensado de alguien, al final ha sido equivocado. Podemos hablar de una situación, de una actitud, e incluso de un hecho extremadamente puntual. La verdad es que, como dice el anuncio, el ser humano es maravilloso, y por lo tanto, difícil de catalogar. Estar delante de alguien y creer que controlamos todo lo que pasará entre esa persona y nosotros es algo connatural al hecho de que nuestro mundo es limitado. Muchas veces, es como mirar con un catalejo, el cual te deja a oscuras grandes trazos de paisaje, lo que no deja hacernos una idea del general que deseamos ver. Si nuestro cerebro es selectivo con la información que le llega, para así poder tomar decisiones rápidas, eso en las relaciones entre personas puede llevar a la frustración. ¿Es realmente tal hombre o mujer como nos lo habíamos imaginado antes de conocerlo más a fondo? Y admitiendo que en ocasiones la primera impresión, si no es la que vale, por lo menos ayuda, es necesario profundizar en los demás para hacernos un retrato más completo de su complejidad. Con lo que cuesta llegar a conocerse a uno mismo, como para creer que somos tan sagaces para adivinar sobre alguien que nos acaban de presentar. Y eso vale también para razonar sobre lo que vemos. Es posible que en la oficina veamos al jefe comportarse como un niño con la secretaria, que ella le responda de la misma manera, y eso nos haga pensar que algo prohibido tienen entre ellos, sin llegar a imaginarnos que, seguramente, no pasará nunca de un inocente juego de tonteo. Sin embargo, nuestras mentes obcecadas por la perversión de lo que nos imaginamos, ya les atribuyen citas amorosas, miradas cómplices, o preferencias a la hora del trabajo. Y de allí a que alguien les haya visto en un parque oscuro de la mano, hay un paso. La oficina se llena de rumores, todos infundados, basados en el me dijo fulanito, o los vio menganito. Y después, cuando todo se descontrola, el rumor llega a oídos de otro jefe que es amigo de la familia del acusado, y este no puede reprimir explicárselo todo a la mujer de su amigo. Luego, gritos y peleas en casa del vilipendiado, separación, gastos de abogado, alguien que tiene una casa menos y dos manutenciones que pasar, y otra a la que se le multiplican los pretendientes en busca de su nueva fortuna… y a todo esto, el jefe que no puede volver al despacho sin poner cara de avergonzado, la secretaria, que ya está haciendo cola en las oficinas de trabajo, y los dos sin volver a verse en la vida. Han perdido lo que tenían por las especulaciones de personas que, en el fondo, no tenían nada que ver en toda aquella historia. Un ejemplo posible, este, de la influencia que puede tener una visión de catalejo sobre la realidad, esa que ahora la ves, y luego, por sorpresa, ya no está.

17 de septiembre de 2010

La maldición de Licaón

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Según cuenta la leyenda, el primer hombre lobo reconocido como tal fue Licaón, rey de Arcadia, en la Antigua Grecia. En la mitología griega, Licaón era un rey sabio y culto, además de una persona muy religiosa, que había sacado a su pueblo de las condiciones salvajes en que vivían originariamente. No obstante, parece que él mismo continuó siendo un ser salvaje, ya que a pesar de todo siguió sacrificando seres humanos en honor a los dioses, e incluso se decía que asesinaba a todo forastero que llegara a su reino pidiendo hospitalidad. Al enterarse de todo esto, el dios Zeus quiso comprobar por si mismo los rumores y ,se disfrazó de vagabundo para hacerle una visita al descarriado Licaón. Este, como era su costumbre, pensó en matar a su visitante, pero se enteró a tiempo de que se trataba de Zeus, y como acto de buena fe lo invitó a participar en un suntuoso banquete. Todo habría salido bien, de no ser porque Licaón finalmente no pudo resistir la tentación de jugar una horrible broma al rey del Olimpo, y ordenó que le sirvieran la carne de un niño, presuntamente uno de sus propios hijos.
Zeus se dio cuenta, por supuesto, y, encolerizado, condeno a Licaón a convertirse en lobo, y a que todos sus descendientes también padeciesen la maldición de ser hombres lobo. Hoy en día se conoce como licaón al perro salvaje africano, un pariente lejano de los lobos.La historia de Licaón, por lo tanto, nos provee uno de los primeros ejemplos de la leyenda del hombre lobo.

9 de septiembre de 2010

Bajo los restos de un naufragio

Acababa de abrir los ojos, y lo que veía a su alrededor no era más que un paisaje desolado de edificios derrumbados, calles desaparecidas, gente gritando. Sobre todo humo, mucho humo. Una humareda gigantesca de polvo que todo lo envolvía. Era como si el año 2012 nos hubiese alcanzado antes de tiempo, como si las cosas ya no pudiesen volver a ser nunca más igual. La desesperación, la angustia, el miedo, eran sensaciones presentes en todos y cada uno de los rostros con los que se cruzaba. Jirones de ropas, pero también de almas, porque haberlo perdido todo no era ahora comparable con haber perdido a todos. Soledad, esa era la mirada que aquellos infinitos ojos clavaban en el futuro. Porque, ¿y ahora qué más? Solo cabía esperar. ¿Y la esperanza, donde vivía? Nadie parecía saberlo, como si se notase en sus respiraciones. ¿Dónde estás? No te encuentro. Remover los escombros, como si las propias manos fuesen dolorosas palas con las que canjear sufrimiento por esperanza. Porque, ¿dónde había quedado finalmente la esperanza? Qué difícil era ahora confiar en los demás, cuando el mismo ser humano era el responsable final de la tragedia. ¿Creer que el hombre no tiene nada más allá de si mismo fue el error? ¿Pensar que todo tiene solución, que alguien en el último instante nos salvará? ¿Irresponsables por creernos inagotables? Demasiadas preguntas. Demasiadas incertidumbres. Ser sordos los unos con los otros a pesar de hablar a gritos. Creernos invencibles, dejarnos llevar. Las guerras sin sentido, el ansia de poder, la avaricia. Todo esto era lo que había llevado a este final, de la mano del abuso, de la inconsciencia. ¿Y ahora qué? era la pregunta que nadie sabía, podía contestar. Miró alrededor, confuso finalmente. Ninguna respuesta, solo dolor y sufrimiento. ¿Cómo habíamos llegado a esto? Aún era pronto para que nadie pudiese borrar la duda, porque cuando él miró al cielo, no vio nada. Solo polvo y oscuridad nuevamente. ¿Dónde está la fe? ¿Queda algo que ganar en un mundo desolado por los propios errores, por las propias culpas? La madre estaba buscando a su hijo, el hombre a su mujer, y solo escombros hasta donde llega la vista. ¿Había valido la pena llegar hasta allí, a un futuro mal entendido, el de unos pocos con mucho, y el de muchos sufriendo? Albert Einstein había dicho que la vida es muy peligrosa, no tanto por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa, y así había sucedido hasta llegar al día de hoy, en el que todos, como humanidad, hemos pagado el precio. Y en este momento, cuando nada quedaba ya, había que encontrar el camino. Pero, ¿hacia dónde? Siguió sus propios pasos durante horas, entre muerte y destrucción, los supervivientes siempre deambulando como fantasmas sin futuro, hasta que finalmente se sentó sobre una piedra, tan solitaria como él, intentando descansar. Pero la oscuridad del alma se cernía constantemente sobre su corazón, ya que la búsqueda era infructuosa. No había nada más allá de lo que se veía, y aunque cruzase montañas, ríos o mares, si todavía existían, estaba seguro que la tristeza del paisaje sería siempre el mismo. La rabia le cruzó, entonces, por dentro de sus huesos como un látigo eléctrico. ¿Porqué nadie había hecho nada, si todos perdíamos lo mismo? Tal vez nadie creía en lo peor, y sin embrago el destino nos había alcanzado por la puerta de atrás, mientras sonreíamos inconscientes. La rabia, sin embargo, finalmente pasó. ¿Valía la pena rebelarse cuando ya no había posibilidad de cambiar las cosas? Cerró un instante os ojos, y se durmió. Al despertar, no tenía consciencia del tiempo que había estado durmiendo. Recordaba, eso sí, que había estado soñando con verdes prados, frescos ríos, hermosas montañas, gente riendo. Qué lejos parecía quedar ya todo. Se levantó y siguió caminando. ¿A dónde ahora? Daba igual. Caminó días, meses, años, sin encontrar algo que se pareciese a aquel sueño que tuvo sobre una piedra, mientras la gente pasaba una al lado de otra como el que no ve, todos diferentes en el camino, todos iguales en la desilusión. Caminó hasta que volvió a encontrar una piedra donde descansar, y entonces se sentó, cerró los ojos e intentó volver a soñar. Lo había intentado tantas veces durante aquel tiempo, después de su primer sueño, sin conseguirlo. Ahora tampoco. Puso la cara entre las manos, y comenzó a llorar, y cuando hubo agotado sus lágrimas secas, clavó la mirada entre sus pies desnudos. Allí, sobresaliendo torpemente entre unos guijarros, un trocito de papel amarillo. Estiró pesadamente una mano huesuda, casi invisible, y lo estiró hacia él. Estaba desdibujado, pero aún se podían leer unas pocas palabras. La esperanza es el único bien común a todos los hombres, y los que todo lo han perdido la poseen aún. Intentó recordar quién había dicho eso. Era tan difícil recordar. Dobló finalmente con sumo cuidado el papel, y luego lo guardó en el bolsillo. Entre los escombros de las cosas que habían sido alguna vez, volvía a la vida algo que le hablaba desde el pasado. ¿Valía la pena seguir soñando? Comenzó a caminar de nuevo, esperando que tal vez al otro lado del polvo, de la oscuridad, se encontrase por fin aquella palabra que les ayudaría a volver a empezar. Porque, casi con toda seguridad, encontrar la palabra en aquel paisaje desolado, fuese lo único que quedase por lo que caminar.

6 de septiembre de 2010

El doblaje del cine, la vida.

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Ver una película de cine doblada es como la vida misma, o sea que lo mejor es aquello que no se presenta a primera vista delante de nuestros ojos. Me explicaré. Cuando vas al cine a ver una película doblada, tenemos la inevitable tendencia a centrar nuestros sentidos en lo obvio. Es decir, en las imágenes, la música y las palabras. Parece que si nos perdemos algo de lo que se habla, no comprenderemos el mensaje de lo que estamos viendo, lo que es natural, por otra parte. Sin embargo, siendo esto verdad, a mi me llaman poderosamente la atención aquellos momentos, segundos diría, en los cuales la realidad sonora del original emerge sobre el silencio enlatado que envuelve las palabras de los protagonistas. Son esos instantes en los que lo cotidiano, aquello que no parece influir, se abre ante nosotros. Es el sonido ambiente. Unos pasos, una televisión lejana, el viento, las charlas de fondo de un restaurante o un bar, los cubiertos al chocar, o las tazas al apoyarse en su plato. No se, todo aquello que en el original envuelve la percepción del espectador y que en el doblaje nos es escatimado con cicatería. A veces me pregunto, porqué me ha de interesar más para la descripción psicológica de un personaje lo que dice, que en el trasfondo en que lo dice. Al quitarle el sonido ambiente le quitamos parte del espíritu emocional a las situaciones que vemos. Y para mi dice mucho más de una persona aquello que la rodea que lo que quiere que yo acabe percibiendo. Llamadme raro, pero soy de esos, y reconozco que no se si estoy acompañado, que esperan y disfrutan del sonido que emerge entre el silencio de los dobladores. Porque en este mundo de tanta luminosidad,se nos escapa mucha vida por no querer escuchar más allá de aquello que vemos. Por no prestarle atención a lo que tan solo intuimos.

7 de agosto de 2010

Buscar después de perder

                   images

Hoy no ha empezado bien el día. Al hámster de mi hija pequeña hemos tenido que practicarle la eutanasia, ya que estaba muy enfermo. Las lágrimas de mis dos hijas en la consulta del veterinario eran casi inconsolables. De nada servía lo que siempre había dicho del ciclo de la vida, de ya sabíamos que un día tenía que pasar, o que ya era viejecita. Palabras vanas. Y es por eso que entonces, en estos momentos de necesidad, surge instintivamente la idea de lo sustituible. ¿Y si compramos otro? Me he negado en redondo. No creo en el consuelo de cambiar lo viejo por algo nuevo, tan solo porque es del mismo género. No lo creo en los animales, pero tampoco en las cosas, y muchísimo menos en las personas. Buscar para llenar el vacío dejado está bien, pero no a cualquier precio. Las cosas o personas que se nos van, o desaparecen de nuestras vidas, son importantes para nosotros por todo aquello que nos aportaban y significaban. ¿Vale la pena buscar algo parecido rápidamente solo por el mero hecho de paliar nuestro sufrimiento? Vuelvo a repetir que creo que no. Porque aquello que vivimos con otros es lo que los hace especiales, irremplazables, insustituibles. ¿Acaso cuando nos separamos, o cuando un amigo nos olvida, corremos a buscar otra pareja o amistad sean estos como sean? Corremos el peligro de equivocarnos, porque dejamos de utilizar valores objetivos a la hora de elegir para depender de la necesidad de reemplazar la que hemos perdido lo antes posible. Claro que todos tenemos derecho a sufrir lo menos posible y el menor tiempo deseable, pero también es cierto que la vida por si misma ya hace que encontremos aquello que nos llenará de nuevas experiencias sin necesidad de escoger nosotros cualquier marca blanca. Buscar el reemplazo a toda costa y cuanto antes, sería como desvirtuar a aquel que ya no está y con el que hemos vivido. Si nos deja nuestra pareja, lo lógico es que vivamos buscándonos a nosotros mismos, más que a otro, y así seguro que encontraremos a alguien que nos haga enteramente felices. Solo es cuestión de observar, y no solamente de mirar. Nunca cambies de coche sin sentir si estás cómodo sentado al volante, porque lo estéticamente hermoso puede que luego no nos produzca la satisfacción de conducir. Y quien dice coches, puede hablar de cualquier cosa. Por eso, hoy al mirar a los ojos de mis hijas me he dado cuenta que ningún otro hámster podría sustituir al que se había ido, ya que entre todos le habíamos conferido un espíritu propio. Sus lágrimas eran el reflejo de lo que sentían por un ser vivo con el que habían compartido casi dos años de sus vidas, y eso no se fabrica de serie en cada nuevo animal. Simplemente no sería justo, ante todo para el que sustituye. Pongámonos en su lugar. Siempre luchando por ser mejor que el que ya no está, el que se fue, al que hemos dejado. Siempre sintiéndote reflejado y comparado. Porque al sustituto le importamos, y ahora ya hablo sobre todo de las personas, y si está con nosotros es porque desea estar. Qué triste para todos sería no darle una oportunidad por como es, por lo que es. Todos la merecemos, por ser quienes somos. Y a veces es lo único que tenemos, que podemos ofrecer.

17 de julio de 2010

Esperar doscientos años…

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Bueno, ahora que me he vuelto a poner en esto de escribir, espero que la cosa no sea tan oscura como la última vez que lo hice. Esta vez, para no ser original, me gustaría tratar el tema de lo que esperamos cada uno. De los demás y de nosotros mismos. De lo que queremos ser o de lo que creemos ser. Porque, en el fondo, nunca estamos satisfechos con nosotros mismos. Sería, y perdón por si alguien se siente ofendido, estúpido pensar que somos tan perfectos como para no desear ser mejores. Porque si, aceptarse como se es está bien, pero negar que nos gustaría mejorar en algo, sería demasiado miope. Porque tanto física, como intelectual, como moralmente, todos tenemos, en alguno de estos campos o más bien en todos, alguna limitación. Yo levanto la mano el primero, y acepto ser lapidado por envidiar la seguridad en sí mismas que tienen algunas personas. Me encantaría no estar todo el día evaluando mis posibilidades en cuanto a como soy, o si puedo hacer. Confianza en uno mismo, parece que de eso se trata. Sin embargo, llegar a la conclusión que con confianza en nuestras posibilidades, con fe en nosotros, con querer es poder, creo que es un error. Siempre he dicho que cuando queremos conseguir alguna cosa, alguien más está dispuesto a hacerlo también. Y si no, muchos más. ¿Y quien nos dice que nuestras capacidades son mejores que la de ellos, y que solo queriendo podremos conseguir lo que queremos? Estoy seguro que nadie. Porque el temor nos da prevención, eso si, si no caemos en el miedo, que a lo que lleva es a la parálisis. Por eso, como todo en la vida, la justa medida está en el equilibrio. Sin embargo, encontrarlo es más complicado que hacerlo con el punto G en las mujeres. Es como descubrir la cuadratura del círculo. Porque somos humanos, y por lo tanto tremendamente proclives a la imperfección. No nos podemos creer a nosotros mismos la medida con la que medir a los demás. Eso sería tanto como ignorar la individualidad. Y lo que a mi me gusta es que la gente que me rodee sea diferente entre si. Porque eso nos aporta mucho más que un estereotipo. Buscar lo hermoso de la imperfección. O mejor aún, ir más allá de esta. Porque, como he dicho, querer ser mejor está muy bien, pero eso no puede llevarnos a apartar de nosotros a quienes nos parecen poca cosa. Todos nos podemos aportar. Aunque para ello tengamos que esperar doscientos años….

4 de julio de 2010

Bajo los restos de un naufragio

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Se que llevo cierto tiempo sin escribir. Unos tres o cuatro meses en concreto, y aunque lo necesitaba, cada vez que me ponía delante del teclado, las ganas, las ideas, se desvanecían por falta de voluntad, tanto que no se si el título que utilizo ya lo he utilizado antes. No importa, ha salido así. Es verdad que el mundo no se ha perdido nada por este tiempo sin que haya escrito alguna cosa sobre algo. Lo se. No soy egocéntrico ni narcisista. El que ha perdido algo durante este tiempo he sido yo mismo. Y no es que haya sido una pérdida irrecuperable, pero lo que no hacemos durante un lapso determinado de nuestra vida, ya nunca lo podremos hacer, o al menos de la misma manera. Tuve un naufragio. No ha sido nada importante. Visto ahora que ya he salido de la oscuridad, creo que podría haber comandado mi vida de una manera más hábil. Pero las tormentas se presentan sin avisar, y a mi me llevaron, sin darme casi cuenta, contra unos acantilados que no pude sortear. Ahora que la tormenta ha pasado, y que me siento como si el sol comenzase a calentarme poco a poco el rostro, creo haber encontrado, como si fuese un Robinson Crusoe, cosas maravillosas entre los restos de mi propio naufragio. No puedo personalizar, la indiscreción sería obvia, pero he encontrado grados de amistad que imaginaba, aunque ahora me lo han confirmado. También apoyo de los que más me quieren, y eso no podría agradecerlo ni viviendo las diez vidas que desearía ahora vivir. Porque todos tenemos nuestros naufragios. Unos más importantes que otros, y de eso soy consciente. Hay enfermedades contra las que la lucha parece no terminar, y para las que el valor y el optimismo son imprescindibles, y de eso tengo una amiga a la que quiero y admiro, que es un ejemplo de como superar lo que se presenta como una batalla casi perdida. Pero también tengo otro amigo que arriesgó mucho en un sueño, una ilusión, que al final no ha podido ver cumplida. Conozco a quien lucha diariamente por salvar una vida que parece imposible de llevar, porque la soledad de uno ha de reemplazar el pasado de dos, y hacerlo con la cara de la alegría porque sus hijos son lo más importante que tiene. A quien ha de arremeter contra la inseguridad que da el perder el trabajo injustamente, y que a pesar de eso, me ha apoyado a mi en mi propia circunstancia. Todos ellos han tenido un naufragio peor al mío. Los conozco y lo se, y como ellos más. Pero para cada uno, lo que ha padecido es lo suficientemente importante. Tal vez lo mío no lo haya sido tanto. La perspectiva hace que todo lo relativicemos, y el tiempo que nuestra memoria escoja los momentos menos angustiosos. No lo sé. Solo espero haber aprendido lo suficiente por si vuelvo a naufragar, salir lo antes posible de debajo de los restos. Gracias por escucharme. Tenía que volver a escribir.

8 de marzo de 2010

Aprovechar la nevada.

Nieva. Y mucho. En este mismo instante, por mi ventana estoy viendo nevar sobre Barcelona. Una nevada intensa, de esas que caen con fuerza, aunque en el suelo aún no cuaja. Cosas de vivir en una ciudad cálida como la mía, en la que nieva una media de un día cada diez años. Me imagino que los turistas no estarán demasiado contentos, pero a mi eso me da igual, porque lo que yo estoy esperando es ver la carita de ilusión de mi hija pequeña cuando salga del colegio. Y como todas las cosas que pasan cada mucho tiempo, hay que disfrutarlas como si no volviesen a pasar nunca más. Cosas del cambio climático. ¿O acaso no hay que aprovechar las cosas maravillosas que nos depara el destino? Si te encuentras ante algo especial, lo mejor es exprimirlo al máximo, como una naranja. Hasta que no puedas sacar ni una gota más. Disfrutar del presente, porque este no dura eternamente, porque nunca sabes cuándo puede terminar. Como dice Javier Ochoa, el camarero del Vergara, la cafetería en la que me dejo caer cuando me pierdo por el centro de Barcelona, la última gota del vaso es la que aprovecha. O como me decía mi abuela de pequeño, la última cucharada es la que engorda. Ahora se que lo que hay que hacer es llegar siempre a la última cucharada de todas las experiencias. Gracias abuela, allá donde estés trasteando, por habérmelo enseñado, que yo ahora me voy a hacer bolas de nieve con tu bisnieta.

10 de febrero de 2010

Las despedidas

Las despedidas siempre son un cambio, o como muy poco una transición. Eso es lo que tiene el adiós, siempre se sufre. Porque no cabe en este asunto el engaño, cuando nos despedimos se produce una pérdida. Tal vez sea temporal, es cierto, o tal vez para bien, pero en definitiva alguien o algo se va. Y es por eso que despedirse suele ser complicado. Desde luego la profundidad de lo sentido depende de cada persona, ya que cada uno es de una manera diferente al reaccionar ante algo, pero parece lógico que de alguna manera tenga que afectarnos. Porque cuando hay una despedida, alguna cosa perdemos. Puede ser algo tan banal como no poder pasar más tiempo junto a la persona que se va, o puede ser que la despedida sea definitiva, por lo que entonces sí que el sentimiento de pérdida es más doloroso. Pero como todo en la vida hay grados, y es por eso que no podemos tratar de igual manera el despedirnos de alguien que se va de viaje o de vacaciones, como cuando alguien cercano nos deja para siempre. Son dos extremos, es cierto, pero en medio hay infinidad de situaciones en las cuales hemos de afrontar un adiós, unas ciertamente más complejas que otras, pero en las cuales siempre dejamos ir algo. Y rehacerse de la pérdida necesita un tiempo, también relativo a la personalidad de cada cual, pero siempre se encuentra la vía de salida, aunque el sufrimiento sea grande. Porque despedirnos no es lo mismo que te despidan, y me explico, como tampoco es lo mismo dejar que ser dejado. Cuando alguien a quien has amado te deja, es doloroso. Si lo hace mientras continúas amándola, aún más. Pero ocurre en algunas ocasiones que quien es dejado no acaba de saber a ciencia cierta si lo han dejado o no. Ni las causas. Y entonces se produce la letanía de la duda. Eso suele suceder en el amor cuando una pareja no se comunica, y de pronto de un día para otro uno de ellos le dice a otro adiós, se acabó lo que se daba. La despedida empieza en sorpresa y acaba en incomprensión, siendo el dolor casi inasumible, ya que todo un mundo se rompe. Y entonces al adiós le sigue la gran pregunta. ¿Porqué? Y esa es una despedida que cuesta asumir.
Despedirse parece inevitable, ya que siempre hay una hora para el adiós. Sin embargo, cuando las despedidas no son queridas, cuestan aceptarlas. Y entonces solo cabe buscar el consuelo de que ante lo que perdemos, siempre tenemos lo que nos ha quedado. Aunque esto que nos queda solo seamos nosotros mismos.

29 de enero de 2010

Sobre lo imposible, o nosotros mismos.

Cuando las cosas son, son, o así deberían ser. Bueno, me imagino que todos estaréis de acuerdo en esto, pero yo no. No siempre, o más bien casi nunca, las cosas son como deberían ser. ¿Es que acaso debemos cruzarnos de brazos cuando vemos que las cosas tendrían que ser de otra manera? Es difícil, lo se, pero solo hay una lucha imposible, y esta es el final de la vida. Lo que hay en medio, no es más que una mezcla, muchas veces mal hecha, de ilusiones, necesidades, contradicciones, miedos, envidias, situaciones estimulantes, traiciones de todas las medidas, y una interminable lista de muchas cosas más. Y reconozco que yo soy el primero en padecer el síndrome de lo existencial. Si, ese que empieza cuando te preguntas si te falta algo por hacer en la vida, y te hunde más cuando la lista se hace casi interminable. Por eso, cuando algún amigo te pregunta si cambiarías algo de lo que has hecho en tu vida, a pesar de que una abrumadora mayoría dice que no cambiaría nada, la totalidad, estoy seguro, sentimos que no hemos hecho cosas como nos hubiera gustado en realidad, o ni siquiera hemos hecho cosas que nos hubiera encantado probar. ¿Desilusión? Yo creo que si. Y no debe darnos miedo ni vergüenza admitirlo, porque las cosas son así. Y este mundo contemporáneo tan ostentoso, individualista, competitivo y perfeccionista que nos ha tocado vivir, no ayuda para nada a aceptar que las cosas son como son, pero que podemos cambiar nuestra mirada sobre ellas. Porque todo radica allí, en el punto de vista de cada uno. No predico el conformismo. De hecho, no predico nada. Pero creo, sinceramente, que todo lo que nos rodea es moldeable, y que el ser humano es un catalizador de sinergias. Porque si cuando suena el despertador, te quedas diez minutos más en la cama, ese tiempo lo disfrutas más que las horas que has estado durmiendo. Y eso es porque, en el fondo, sentimos que estamos venciendo al tiempo inexorable. Vana ilusión, si, pero gratificante. Todo, porque lo que vivimos lo hacemos a través de nuestra propia necesidad. Luchemos por conseguir nuestros deseos, nuestras necesidades, siempre que estas no perjudiquen a otros. Al fin y al cabo, nunca está de más mimarse de vez en cuando a uno mismo.

18 de enero de 2010

La cultura por la cultura.

Es gratificante que, de vez en cuando, aparezcan hechos como el del realizador Federico Álvarez, quien con un presupuesto más que modesto, y desde la periferia de la cultura cinematográfica, completa un cortometraje propio de las grandes (y me refiero a presupuesto) películas americanas, algo tipo La guerra de los mundos versión Orson Welles. Un ejemplo de cómo no es necesario pertenecer a la élite cultural para triunfar. Solo hace falta un espacio como internet para que los demás vean tu trabajo. Luego, la calidad se impone, y el premio merecido al talento llega. Es el camino contrario a la industria española, llena de subvenciones y cánones. Todos podemos disfrutar del trabajo de autores desde una plataforma pública y gratuita como es internet, y esto es lo importante, porque para crear cultura, no es necesario exigir el previo pago. La cultura está por encima del mercantilismo, y eso es lo fundamental, porque se puede crear productos sin necesidad de vivir de ellos, o al menos hasta que te merezcas el éxito y el reconocimiento. Y los buenos casi siempre lo consiguen.

13 de enero de 2010

A partir de hoy, Red y Libertad

Consideramos imprescindible la retirada de la disposición final primera de la Ley de Economía Sostenible por los siguientes motivos:

1. Viola los derechos constitucionales en los que se ha de basar un estado democrático en especial la presunción de inocencia, libertad de expresión, privacidad, inviolabilidad domiciliaria, tutela judicial efectiva, libertad de mercado, protección de consumidoras y consumidores, entre otros.
2. Genera para la Internet un estado de excepción en el cual la ciudadanía será tratada mediante procedimientos administrativos sumarísimos reservados por la Audiencia Nacional a narcotraficantes y terroristas.
3. Establece un procedimiento punitivo “a la carta” para casos en los que los tribunales ya han manifestado que no constituían delito, implicando incluso la necesidad de modificar al menos 4 leyes, una de ellas orgánica. Esto conlleva un cambio radical en el sistema jurídico y una fuente de inseguridad para el sector de las TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación).
Recordamos, en este sentido, que el intercambio de conocimiento y cultura en la red es un motor económico importante para salir de la crisis como se ha demostrado ampliamente.
4. Los mecanismos preventivos urgentes de los que dispone la ley y la judicatura son para proteger a toda ciudadanía frente a riesgos tan graves como los que afectan a la salud pública. El gobierno pretende utilizar estos mismos mecanismos de protección global para beneficiar intereses particulares frente a la ciudadanía.
Además la normativa introducirá el concepto de “lucro indirecto”, es decir: a mí me pueden cerrrar el blog porque “promociono” a uno que “promociona” a otro que enlaza a un tercero que hace negocios presuntamente ilícitos
5. Recordamos que la propiedad intelectual no es un derecho fundamental contrariamente a las declaraciones del Ministro de Justicia, Francisco Caamaño. Lo que es un derecho fundamental es el derecho a la producción literaria y artística.
6. De acuerdo con las declaraciones de la Ministra de Cultura, esta disposición se utilizará exclusivamente para cerrar 200 webs que presuntamente están atentando contra los derechos de autor. Entendemos que si éste es el objetivo de la disposición, no es necesaria, ya que con la legislación actual existen procedimientos que permiten actuar contra webs, incluso con medidas cautelares, cuando presuntamente se esté incumpliendo la legalidad. Por lo que no queda sino recelar de las verdaderas intenciones que la motivan ya que lo único que añade a la legislación actual es el hecho de dejar la ciudadanía en una situación de grave indefensión jurídica en el entorno digital.
7. Finalmente consideramos que la propuesta del gobierno no sólo es un despilfarro de recursos sino que será absolutamente ineficaz en sus presuntos propósitos y deja patente la absoluta incapacidad por parte del ejecutivo de entender los tiempos y motores de la Era Digital.
La disposición es una concesión más a la vieja industria del entretenimiento en detrimento de los derechos fundamentales de la ciudadanía en la era digital.
La ciudadanía no puede permitir de ninguna manera que sigan los intentos de vulnerar derechos fundamentales de las personas, sin la debida tutela judicial efectiva, para proteger derechos de menor rango como la propiedad intelectual. Dicha circunstancia ya fue aclarada con el dictado de inconstitucionalidad de la ley Corcuera (o ley de patada en la puerta). El Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet, respaldado por más de 200 000 personas, ya avanzó la reacción y demandas de la ciudadanía antes la perspectiva inaceptable del gobierno.
Para impulsar un definitivo cambio de rumbo y coordinar una respuesta conjunta, el 9 de enero se ha constituido la “Red SOStenible” una plataforma representativa de todos los sectores sociedad civil afectados. El objetivo es iniciar una ofensiva para garantizar una regulación del entorno digital que permita expresar todo el potencial de la Red y de la creación cultural respetando las libertades fundamentales.
En este sentido, reconocemos como referencia para el desarrollo de la era digital la Carta para la innovación, la creatividad y el acceso al conocimiento, un documento de síntesis elaborado por más de 100 expertos de 20 países que recoge los principios legales fundamentales que deben inspirar este nuevo horizonte.

En particular, consideramos que en estos momentos es especialmente urgentes la implementación por parte de gobiernos e instituciones competentes, de los siguientes aspectos recogidos en la Carta:
1. Las/os artistas como todos los trabajadores tienen que poder vivir de su trabajo (referencia punto 2 Demandas legales, párrafo B “Estímulo de la creatividad y la innovación”, de la Carta;
2. La sociedad necesita para su desarrollo de una red abierta y libre (referencia punto 2 Demandas legales, párrafo D “Acceso a las infraestructuras tecnológicas”, de la Carta)
3. El derecho a cita y el derecho a compartir tienen que ser potenciado y no limitado como fundamento de toda posibilidad de información y constitutivo de todo conocimiento (referencia punto 2 “Demandas legales” párrafo A “Derechos en un contexto digital”, de la Carta);
4. La ciudadanía debe poder disfrutar libremente de los derechos exclusivos de los bienes públicos que se pagan con su dinero, con el dinero publico (referencia punto 2 Demandas legales, párrafo C “Conocimiento común y dominio público”, de la Carta)
5. Consideramos necesaria una reforma en profundidad del sistema de las entidades de gestión y la abolición del canon digital (referencia punto 2 Demandas legales, párrafo B. “Estímulo de la creatividad y la innovación”, de la Carta).
Por todo ello hoy se inicia la campaña “INTERNET NO SERÁ OTRA TELE y se llevarán a cabo diversas acciones ciudadanas durante todo el periodo de la presidencia española de la UE.
Consideramos particularmente importantes en el calendario de la presidencia de turno española el II Congreso de Economía de la Cultura (29 y 30 de marzo en Barcelona), Reunión Informal de ministros de Cultura (30 y 31 de marzo en Barcelona) y la reunión de ministros de Telecomunicaciones (18 a 20 de abril en Granada).
La Red tiene previsto reunirse con representantes nacionales e internacionales de partidos políticos, representantes de la cultura y legaciones diplomáticas.
Firmado
Red SOStenible
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12 de enero de 2010

El símbolo perdido.

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"Washington. El experto en simbología Robert Langdon es convocado inesperadamente por Peter Solomon, masón, filántropo y su antiguo mentor, para dar una conferencia en el Capitolio. Pero el secuestro de Peter y el hallazgo de una mano tatuada con cinco enigmáticos símbolos cambian drásticamente el curso de los acontecimientos. Atrapado entre las exigencias de una mente perturbada y la investigación oficial, Langdon se ve inmerso en un mundo clandestino de secretos masónicos, historia oculta y escenarios nunca antes vistos, que parecen arrastrarlo hacia una sencilla pero inconcebible verdad.
Con la ayuda de Katherine Solomon, hermana de Peter y experta en ciencias noéticas, Robert Langdon tiene doce horas para salvar a su amigo y, al mismo tiempo, evitar que uno de los secretos mejor guardados de nuestra historia caiga en las manos equivocadas...
El código Da Vinci fue un fenómeno mundial que convirtió a Dan Brown en el maestro absoluto del thriller. En esta nueva obra, Robert Langdon regresa para retar a los lectores con una historia inteligente y de ritmo vertiginoso que ofrece sorpresas en cada página. El símbolo perdido es lo que los fans de Dan Brown estaban esperando: su novela más emocionante."

Esta es la sinopsis que nos propone la contraportada del libro de Dan Brown. Parece difícil embutir todas esas premisas en una novela que transcurre en una noche, pero la verdad es que lo hace. ¿Creíble? Yo ya lo he acabado de leer, y la verdad es que no parece posible. Bueno, dicen que el papel en blanco lo soporta todo, pero a alguien que vende millones de ejemplares de sus libros habría que pedirle que lo que nos vende sea, cuando menos, verosímil.

Reconozco que he sido una lectura entretenida, ligera, y que me ha enganchado como lo hacen las miniseries de la televisión, cuyo planteamiento inicial suele ser llamativo pero que con el paso de los minutos, aquí las páginas, lleva a una cierta decepción que culmina en un ¿para esto me he tragado yo el resto?. En fin, que con un cuento corto, si Brown contase con una buena capacidad de síntesis, hubiese tenido bastante Brown para desarrollar una historia efectiva. Desde luego no esperaba demasiado, y por eso al acabar de leer El Símbolo Perdido, solo le agradezco que me haya ocultado la decepción hasta el final. Mientras este no ha llegado, aún tuve esperanzas. Crédulo que soy. ¿O será que, por el contrario de lo que dice la contraportada, yo no soy fan?