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28 de abril de 2011

La verdad (1).

¿Es la verdad la única verdad? ¿Diciendo solo la verdad se es mejor persona? ¿Existe la verdad absoluta? La verdad, y no pretende ser este un juego de palabras, es que no tengo ni idea. Una vez me dijeron que aquel que se cree en posesión de la verdad es un prepotente, y ciertamente creo con sinceridad que no es bueno decir siempre la verdad, ya que aquel que alardea de hacerlo, en el fondo, no es más que una persona egoísta, puesto que no piensa en cómo pueden sus verdades afectar a terceras personas. Pero si yo solo estoy diciendo la verdad, ¿qué malo hay en ello? Desde el punto de vista objetivo, realmente no tendría que haber nada malo, es verdad (perdón), pero tendríamos que reflexionar un poco más y pensar que decir la verdad deja siempre descansado a aquel que la dice, pero normalmente no al que la escucha. Porque, no nos engañemos, y no vuelvo a jugar con las palabras, decir la verdad nos gusta sobre todo cuando se trata de hacerlo sobre los demás, pero muy poco cuando afecta a alguien muy cercano o a nosotros mismos, por mucha cara de póquer que pongamos. Es lo que decía mi abuela, yo puedo criticar a los míos, que para eso lo son, pero que nadie más los toque. Y de ahí, ciertamente, nace el cinismo. Decir la verdad, decir la verdad, pero, ¿qué verdad, la tuya o la mía? Porque, quien me dice a mí que la verdad es la que yo sé, o más bien presupongo, y no la del otro. Entonces, habría que preguntarse ¿y si estoy equivocado sin saberlo, aunque me crea muy seguro de lo que creo (perdón por el juego de palabras, es inconsciente), y la verdad que estampo en la cara de otro no es la única verdad? Vaya responsabilidad, ¿no? Bueno, para los que no sienten remordimientos por lo que dicen, ya que ellos no mienten, no hay debate. Ellos lo sueltan y punto. Para ellos no hay diversidad de color dependiendo del cristal del espejo con que se mire, porque ellos se ve que ya saben que tienen buena vista. Entonces volvemos al terreno del egoísmo, que como muchas cosas en esta vida está detrás de nuestras actitudes. Piensa en ti, pero no en los demás. ¡Ja! Seguro que el que dice la verdad se queda descansado, pero qué poquito esfuerzo de empatía emocional hace. ¿Se habrá preguntado si al que le va a decir la verdad, su verdad, quiere oírla como se la dice, o ni siquiera si quiere oírla? Por eso los cobardes, a diferencia de los atrevidos, solemos pensar en cómo nos afectaría una verdad antes de decirla, ya que nos ponemos en la piel del otro. Por cobardía, se entiende, pero acabas empatizando. En definitiva, pensemos un poco antes de soltar una verdad, y seamos honestos al imaginarnos cómo nos sentaría que nos la dijeran a nosotros. Yo lo intento, aunque a veces no me salga.