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21 de octubre de 2011

Las brujas de Salem.

Se acerca Halloween, y en estos días solemos encontrar referencias constantes a todo lo sobrenatural, monstruoso o de ultratumba. Si bien es cierto que estas fechas cada vez tienen un mayor seguimiento, la gente ha parecido olvidar que no son tradiciones arraigadas en la cultura milenaria de la vieja Europa, sino que provienen de la bicentenaria del otro lado del atlántico, donde se mezclaron ritos y celebraciones diversas
Sin embargo, y después de este estéril y personal alegato en favor de la tradición del lugar de cada uno, y pensando que la única manera de salvar lo de siempre es combinarlo con lo nuevo y conseguir un mixto, y no hablo en este caso de comida, sí que hay un hecho que siempre me ha llamado la atención de la festividad americana, y no es otro que la historia del juicio de las brujas de Salem. No tanto por los hechos en sí, que fueron el brutal ajusticiamiento de unas mujeres acusadas de brujería, sino por el trasfondo social que se desprende de aquel acontecimiento horroroso. Porque detrás de cualquier acto de injusticia humano subyace el miedo, el rencor, la incomprensión o la desconfianza. O tal vez todos al mismo tiempo. Desde que la humanidad existe, parece tendencia natural el creer que los actos del prójimo esconden una motivación oculta, siempre maléfica contra nosotros, que hace que pensemos que cualquier cosa es una agresión en contra nuestra. Da igual que no tengamos más que intuiciones, que hayamos escuchado rumores, nuestro sentido de inferioridad hace que nos escudemos en la rabia y queramos herir a quienes creemos culpables de un sufrimiento que solo nos hemos hecho nosotros mismos. Eso no solo les pasaba a las brujas, sino que ha sido motivo de eternas disputas que han acabado en baños de sangre. Desde allí hasta abajo, una amplia gama de injusticias, malintencionados comentarios, peleas entre miembros de una misma familia, entre antiguos amigos, parejas, o entre vecinos. Es muy fácil transigir al temor de ser ridiculizado por un hecho y hacer culpable al otro. Un ejemplo son los celos. Y es que resulta curioso que las principales testigos de cargo en los juicios de Salem fuesen mujeres declarando contra mujeres, y que fuesen los hombres el brazo ejecutor de la venganza. Es fácil prejuzgar al vecino añadiendo algunas gotas de envidia, otras de frustración, y algunas de rencor, para acabar conformando un veneno que muchas veces hace que el propio envenenador se crea sus fantasías. ¡Qué mala ha sido siempre la frase del refrán Piensa mal y acertarás!, que ha acabado siendo un escudo para todo aquel que no tiene entre sus manos más pruebas contra otro que su propia mala conciencia. Y por eso tampoco las pobres brujas de Salem tuvieron un juicio justo, mientras sus delatantes y jueces durmieron bien el resto de sus días, pensando que habían obrado con dignidad. ¿Quienes eran las verdaderas brujas?...¡Qué lejos les quedaba, aún nos queda, el alma humana!

16 de octubre de 2011

El sinsentido del sentido de la vida.

Acabo de ver un anuncio en el que un anciano, mirando directamente a la cámara, o eso me parecía, tarda unos segundos eternos en los que parece que está regurgitando, o al menos esa es la impresión que me da, para luego finalizar declamando una frase que empieza con las palabras "la vida es...", frase que intenta explicarnos que en LA VIDA, mayúsculas porque habla de aquello que nos atañe a toda la humanidad, es importante algo, y que ese algo tiene que ver finalmente con confiar nuestro dinero a una entidad bancaria. La verdad, estoy un poco, y por qué no decirlo, humildemente, cansado de tanta propaganda gratuita sobre el significado de la vida. Desde los Monty Python que no veía tanta obsesión sobre el tema. Y desde luego, una clara utilización gratuita por parte de todo tipo de marcas comerciales, desde bebidas energéticas, refrescos, marcas de coches hasta las susodichas entidades bancarias. ¿Me puede decir alguien quién les da derecho a las todopoderosas multinacionales, vía sesudos publicistas, a utilizar algo tan desconocido incluso por las religiones, y que parece ser que solo podemos encontrar personalmente, de manera tan arbitraria y mezquina?¿Es que alguien piensa encontrar el sentido final de la vida en unas burbujas carbonatadas o al volante de un coche que seguramente será del banco del anuncio hasta que ya no pueda pagarlo por culpa de la crisis? Yo no tengo intención de definir cual es el sentido de la vida, bastante tengo con encontrarle sentido a la mía, y tampoco nada más lejos de mí que dar consejos, pero yo lo que he decidido ante tamaña y maniquea utilización del alma humana, es que, cada vez que vea algo así en un anuncio, volveré a las páginas de mi libro o mi periódico, a los ojos de los que más quiero, o al paisaje que más me relaje, amén de las plantas de mi terraza, que no quisiera olvidarlas tampoco, y bucearé en lo que más me satisface: vivir. Pura y simplemente a mi manera, que para significados ya están los diccionarios.

4 de octubre de 2011

Las lágrimas de Eva.

Eva nunca había podido secarse las lágrimas, aquellas que bañaban, invisibles sus ojos carmesí y que se habían clavado en el pasado, de tanto llorarlo, durante demasiado tiempo. Tantas habían sido las miradas rehuidas durante todos estos años, tantas las veces que había tenido que callar para luego llorar otra vez, de sentirse culpable de aquello que otro le había hecho. Tanto era el cansancio ya, que no recordaba las infinitas veces que había intentado borrar el recuerdo de aquel rostro brutal, desconocido, siempre impune y bestial a pesar de los años pasados, que le había infligido aquella herida lacerante entre sus piernas adolescentes, y que desde allí había recorrido todo su cuerpo hasta arrebatarle, en un instante, la eternidad de su alma. Miedo no, sintió terror. Sus manos tapándole la boca mientras aquellos ojos la observaban hasta destrozarla. No tenía que haberlo mirado, se había dicho entre sollozos a cada momento del resto de su vida, pero es que Eva apenas había salido a la vida hasta aquel día. Y luego, más tarde, la dignidad, que se la había arrebatado el sentimiento de culpa que sus padres le habían colgado tras un muro de vergüenza ante los demás, de silencio. ¿Qué podía haber hecho ella delante de un mundo que parecía señalarla como culpable de una violación silenciada? Yo culpable, tu culpable, nosotros te culpamos a pasar vergüenza de por vida, a no poder mirar a un hombre como igual, a imaginar que todo sería siempre igual de sucio que aquel instante. Porque con la Eva que murió bajo el peso de la culpa ajena, nació otra que se asfixiaba ante la posibilidad de ser feliz. ¿Y si todo volviese a ser mentira otra vez? Veinte años de dolor que la habían estado destruyendo al no poder dejar de recordar una y otra vez, al no dejar acercarse a nadie para poder liberar su alma de la condena impuesta por otros, parecían no darle la respuesta.

Y sin embargo una mañana al despertar, cuando ya todo parecía decidido después de médicos impacientes y de charlas interminables con amigas impagables, cuando ya la lucha contra sí misma parecía haberla hecho claudicar de la felicidad para siempre, había decidido, realmente no sabía por qué, que valía la pena volver a intentar ser Eva. Aquella Eva de un instante antes de derrumbarse todo. Necesitaba retomar sus sueños, sus alegrías e ilusiones, e intentar, ¿porqué no?, volver a coger a alguien de la mano sin más. Había decidido que nunca es tarde para volver a hacerlo, y que el tiempo que nos queda es mucho más importante que el que no pudo ser. Tenía que darles una oportunidad a otras personas para volver a dársela a sí misma. Al fin y al cabo, por fin había llegado el momento de volver a luchar por su propia alma, y no dejarse vencer por alguien a quien ella, por fin, debía empezar a olvidar para siempre. Ni una lágrima deudora más correría por su corazón.Ya solo existía Eva delante del espejo, y ahora era verdad.

3 de octubre de 2011

El dilema del pingüino.

-No sé qué hacer.

-Es normal, yo en tu lugar también dudaría, y es que es una decisión lo suficientemente complicada como para tomárselo muy en serio.

-Juntos, lo sabes, la cosa va bien, pero es que cuando imagino lo que debe ser por separado… creo que el no probar a ver si funciona, es perder una oportunidad.

-Eso, solo es intentarlo.

-No sé, parece lo lógico, pero sabes que soy alguien de costumbres fijas, y que me cuesta cambiar. Yo ya estoy acostumbrado. Además, ¿y si no me gusta, luego qué hago? ¿Volver a lo anterior? Demasiado tarde, seguro.

-Si me dejas darte un consejo, creo tienes que probarlo. No puedes estar el resto de tu vida pensando que pierdes la oportunidad de encontrar algo mejor por miedo a cambiar.

-Lo sé, lo sé, y es razonable, pero sabes lo fiel que soy y lo duro que sería pensar que he estado tantos años de mi vida equivocado.

-Mejor es abrir los ojos tarde que nunca, amigo. Mírame a mí, yo di el paso hace ya tiempo, y te aseguro que no me arrepiento en absoluto, tú me has visto y lo sabes. Ahora bien, si lo que no quieres es cambiar nada, eres libre de seguir con todo igual que hasta ahora, aunque la pregunta es precisamente esa. ¿Tú quieres otra cosa, hacer algo nuevo en tu vida?

-Mira, ¿sabes qué?,...me has convencido. Ya no necesito pensar más…camarero, por favor, hoy el Martini me lo hace con tres onzas de Ginebra Bombay, un dash de Vermut extra seco, y una aceituna…eso si, en vaso enfriado en lugar de cubitos de hielo…

-¿Ves como no era tan difícil? Ya verás cómo a partir de ahora no le volverás a poner hielo al Martini. Por cierto, ¿ya has llamado a tu secretaria para quedar el fin de semana? Mira que tu mujer un día te atrapará en la mentira.

-Bueno, si eso pasa, me separo y listos...¿qué problema hay?