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26 de noviembre de 2011

Si el corazón se rompe,que solo lo haga una vez.

Allí estaba, de pie bajo el paraguas y la lluvia, como tantos años atrás, cuando se había despedido por última vez de él. Los sentimientos afloran cuando, sin más necesidad que la de sentir, el pasado vuelve a presentarse ante nuestros ojos cerrados.
Nunca le habían gustado los cementerios, es verdad, pero ahora estaba allí, solo ante su tumba, y sabía que era lo que tenía que hacer, lo que necesitaba. Solo una placa de mármol con su nombre grabado los separaba. Eso, y la eternidad, el sentido certero, agudo, que ya nunca más podrían hablar. Ya nunca podrían pedirse perdón por todo aquello que se habían dicho y nunca habían podido perdonarse, ni tampoco por lo que no habían llegado a decirse. Duele el recuerdo cuando piensas que su rostro se desvanece cada día que pasa, cada momento que piensas en él, y que cuanto más intentas recordar su voz, más sordo y lejano resulta el pasado, tu propia vida.
Por primera vez, en todo este tiempo, las lágrimas tendieron a brotar de sus ojos cansados, no ya de llorar, sino de prohibírselo. ¿Porqué alguien tiene que controlar tanto sus emociones, se había preguntado tantas veces? No lo sabía, y en aquel momento tampoco deseaba saberlo. Por una vez en su vida, quería poder expresar en libertad todo aquello que sentía, pero que desde la niñez había aprendido a controlar por miedo a lo que dirían los demás. ¿Había valido la pena, ahora, ser alguien a quien la vida había estado negando la posibilidad de ser lo que se desea? Miedo, emoción, dolor, arrepentimiento, despedida. Alguien le había dicho que para abrir una puerta había que cerrar antes otra, para que no nos haga daño. ¿Pero si cierras la puerta y luego no se abre la siguiente?¿Sigues viviendo, o te quedas atrapado en la oscuridad? Cuesta tanto llorar ante unos ojos que ya no puedes ver.
Cogió la rosa que llevaba en la mano y la puso, junto a las otras flores ya secas, en el vaso de metal que había delante de su nombre. ¿Hacía cuánto que no venía? Demasiado tiempo ya. Ahora lo sabía. Despedirse es difícil, encontrar las palabras necesarias también. Y si además la despedida llega cuando tu voz es interior, cuando el dolor ya es tan profundo, arraigado, no puedes saber si lo que dices está bien o no. En el fondo, solo hablamos con nuestro propio recuerdo, nuestro pasado, con nosotros mismos.
La lluvia comenzaba a caer con fuerza a su alrededor. Mojarse le daba igual, necesitaba hablar con él por última vez. Sabía que no lo escucharía, pero sus palabras eran más bien una manera de expresar todo aquello que la vida, el egoísmo, le había impedido decirle, una pesada carga que tenía que desahogar ante aquellas piedras silenciosas. Necesitamos decir en voz alta lo que sentimos para poder escucharnos de verdad, sin la interferencia del miedo al dolor. ¿Porqué negarlo?, las palabras brotan mejor cuando alguien las escucha, aunque solo seas tu mismo.
Adiós, ahora sé que tenía que haber sido más valiente y dejarte marchar antes, porque tu te mereces descansar, y yo una oportunidad para continuar.
Se alejó bajo la lluvia sabiendo que, aunque se había despedido, siempre podría volver a hablar con él, que se escucharían, ahora sin dolor, porque no siempre es necesario escuchar la voz de alguien para saber que está ahí.

19 de noviembre de 2011

Cuestión de hijos.

-¿Me estás escuchando?

La voz del Pepsi sonaba casi desesperada a través del auricular del teléfono. Sin embargo, el Willy estaba en aquella fase de la siesta en la que todo lo que te rodea te repatea, y lo único que deseas con toda el alma, con todo el cuerpo, es seguir durmiendo. A punto estuvo, dadas estas, para todo el mundo, comprensibles circunstancias, de mandar al Pepsi a paseo y continuar con su siestecita, pero a pesar de todo, el Willy es un tipo duro al que no es nada fácil hacerle perder la compostura.

-Está bien perturbado aniquilador de siestas, repíteme otra vez lo que me has dicho. Pero esta vez más despacio, que aún me estoy despertando.

-Willy, tío, acabo de ver a mi hija con el Sabandija.

El Willy, ahora sí, empezó a enfadarse de verdad con su amigo.

-¿Me puedes explicar por qué mierda me despiertas de mi siesta a las cuatro de la tarde para decirme que has visto a la Jenny con un tipo al que no conozco? – El Willy empezó a bostezar con toda la fuerza que le daban sus pulmones.- Te voy a matar en cuanto te vea… o mejor aún, te voy a despellejar vivo.

-Escucha Willy, es que tú no conoces al Sabandija. Es de la banda de los guacamoles…

El Willy ahora sí que ya no pudo contenerse más.

-¿Los guacamoles? –Gritó por el auricular- ¡tú es que me estás tomando el pelo, Pepsi! ¿Quiénes son esos, un grupo de mariachis?

Ahora era el Pepsi el que parecía enfadado de verdad.

-Mira tío, que ya somos mayorcitos y esto es serio. Estos son una banda de latinos que se dedican a quitarles la pasta a los estudiantes en los colegios a destrozar cajeros, y, también a reventar persianas de bares. Si es que se dice en el barrio que le han cortado el pescuezo a algún que otro skin…que estos tíos son peligrosos, compadre.

El Willy sonrió para sus adentros.

-¿Y tú no lo eres Pepsi? No me jodas compadre, no van a poder unos críos más que tú, por muy tatuados que vayan y por mucho que escuchen narcocorridos. Tú te dedicas a lo que te dedicas, tío. Eres un profesional, y además trabajas para los malos.

-Si eso ya lo sé yo Willy, pero es que la Jenny está por en medio y no quiero cagarla. Ya te he dicho muchas veces que mi pequeña no sabe a lo que me dedico realmente.

-Ya te lo he dicho también yo más de una vez, -ahora la voz del Willy sonaba condescendiente- que el no decirle nada a tus hijas pequeñas te iba a traer problemas algún día.

El Pepsi estaba a punto de llorar de impotencia.

-¿Y qué quieres que haga yo? Las mayores ya saben de qué van mis negocios, pero la Jenny aún tiene dieciséis años. Todavía es pronto, tío. Además, el Sabandijas tiene veintitrés.

El Willy sentía cómo la oreja se le iba calentando cada vez más, pegada al auricular del teléfono.

-Está bien Pepsi, si me permites un consejo, háblalo con el pavo ese, el tal Sabandija, y déjale bien clarito que de propasarse con tu pequeña, ni un pelo, que si no, tú y yo vamos y nos lo cargamos.

-Pero, ¿y si luego la Jenny se entera que he hablado con él? Entonces es ella la que me mata a mí.

-Pero bueno, tarado, ¿es que prefieres que tu hija se te presente un día en tu casa con un bombo y con un chamaquito dentro? Vete entonces rápido a buscar al tal Sabandijas, a ver si lo encuentras.

El silencio se hizo sólido al otro lado de la línea telefónica, para luego de unos segundos de espera, en los que el Willy aprovechó para cambiar el teléfono de oreja, la voz del Pepsi sonase más firme.

-Tienes razón amigo, hablaré con el Sabandija y le dejaré las cosas claras.

Después, y sin dejar decir nada ni esperar respuesta, colgó, lo que aprovechó el Willy para estirarse y volver a ronronear en la cama como gato viejo que ya era, y volver a conciliar el sueño.

Al día siguiente, y mientras el Willy estaba retozando en su cama con la negra Fortunata, sonó nueva e inoportunamente el teléfono. Todo sudoroso, y ya cansado debido a su edad y, como no, por el trote y galope que la Fortunata le estaba dando mientras botaba su gorda y espléndida anatomía sobre la pelvis del Willy, atinó a alargar el brazo, mirar el número en la pantalla y descolgar.

-Espero que lo que tengas que decirme sea importante Pepsi, porque estoy con la Fortunata y a este paso no huelo los sesenta euros que me cobra a la hora. –le espetó entre agónicos jadeos de cansancio, mientras la negra Fortunata se levantaba de encima suyo para ir al lavabo, cerrando suavemente la puerta tras su enorme y desnudo trasero, seguida, eso sí, por la lasciva mirada del Willy.

-A ver colega, solo te llamo para decirte que ya he hablado con el Sabandija. –La voz del Pepsi era como de triunfo- El chico me ha prometido, bueno, no, jurado, que respetará a la Jenny para siempre, y que nunca se le había ocurrido tocarla.

El Willy contuvo para sí una risita sardónica.

-¿Y tú te lo has creído, viejo carcamal?

El Pepsi, indignado, pareció subir el tono de voz mientras de fondo se oía tráfico.

-¡Pues no sé por qué tendría que mentirme el chaval!

-¿Para salvar el cogote, tal vez?

-Mira, enterado, yo sé lo que he visto. Tenía cara de miedo. No, más bien de pánico. O sea, que estaba cagado, vamos. –Hizo entonces una pausa mientras se escuchaba en segundo plano el ruido ensordecedor de un ciclomotor con el tubo de escape trucado- ¡Maricón! ¡Te vas a enterar como te coja y te retuerza las pelotas!

-Pepsi, tío, ¿estás bien?

-Sí, Willy, es que un niñato me ha pasado rozando con la moto y casi me caigo al suelo. Si es que hoy en día ya no hay respeto…bueno, te sigo contando. Yo creo que con ese tío ya no vamos a tener problemas. Y además también he hablado con la Jenny, y la pobre me ha dicho que irá con mucho cuidado, que no me preocupe.

En aquel preciso instante sonó el grifo del lavabo y la negra Fortunata abrió la puerta, paseando su gruesa desnudez nuevamente hasta la cama, para luego esconder la cabeza en la entrepierna del Willy. Ahora, pensó este, sí que le costaría concentrarse en el diálogo.

-¿Te parece que he hecho lo correcto? –el Pepsi parecía ahora estar en un lugar más tranquilo, con otro tipo de ruidos.- Ponme una caña.

-Desde luego, viejo desconfiado. Si la Jenny te la quisiera endiñar, tú no te enteras. Además, hoy día a su edad ya conocen métodos para no quedarse preñadas ni coger ninguna cosa rara. Pero bueno, tú sabrás.

-Pues nada Willy, te agradezco que me hayas escuchado. Por eso me voy a beber una cerveza a tu salud.

Mientras su mente estaba definitivamente a punto de desconectar, a base de los trompicones que la boca de la Fortunata ejercía sobre sus partes, el Willy tuvo un momentáneo estado de lucidez.

-Por cierto, Pepsi, vigila con la hipertensión que mañana tenemos un trabajito. Me ha llamado el Gitano, y me ha dicho que tenemos que darle un aviso a uno que trapichea con droga en nuestra zona. –el Willy intentó controlarse al máximo a pesar de lo bien que solía amortizar la Fortunata el dinero que le daba- Ya sabes que estas cosas le molestan, y también lo exagerado que es, así que me ha pedido que le cortemos el miembro y luego se lo metamos en una bolsita de esas de congelador, y también que se la dejemos de recuerdo a su madre en el buzón, para que el primo no vuelva a aparecer por aquí. Así que esta noche te llamo y quedamos, que la Fortunata está acabando y le tengo que dar la pasta, que a mí no me cobra por adelantado, que soy cliente de los antiguos y se fía.

Sin esperar ya una respuesta, colgó el teléfono y sacó de la cartera los sesenta euros para dárselos a la Fortunata, que ya se estaba vistiendo. Se miró luego la entrepierna y pensó en la suerte que tenía en no ser el Sabandija, que al día siguiente, a aquella hora, dejaría de poder tener ya hijos. Aunque bueno, ese pequeño detalle ya se lo comentaría al Pepsi por la noche, porque seguro que conociéndolo como lo conocía, se haría mala sangre por el chaval. Y a saber por qué, ya que al fin y al cabo, solo sería matar dos pájaros de un tiro. El Gitano se quitaba un incordio, y el Pepsi ser un futuro abuelo de chamaquitos. Los dos ganaban.

La Fortunata se bajó la falda cortísima en un mal fingido pudor, para luego soltarle un guiño y un beso al aire en el momento que salía por la puerta, y se guardaba los sesenta euros entre los pechos, mientras el Willy la seguía con la mirada y encendía un cigarrillo, pensando la suerte que tenía de disfrutar aún de su pajarito, porque nunca se sabe cuándo este puede acabar en una bolsita de congelados.

15 de noviembre de 2011

Inglaterra y sus ingleses.

Acabo de llegar de Inglaterra, más concretamente de Nottingham, y la verdad es que puedo decir con total rotundidad que ha sido toda una experiencia. Ver a Marina después de dos meses, pasear por su Universidad, conocer un estilo de vida y arquitectónico radicalmente diferente, levantarte cada mañana con el cielo gris, acabar de comer de noche, lo que ha hecho tener la sensación de cenar dos veces cada día, han sido parte de lo que me llevo de recuerdo. Bueno, eso, y lo cara que es la vida en el norte de Europa para un ciudadano del sur. Y a pesar de los hermosos paisajes otoñales, de los castillos e iglesias, de sentirte un poco en la Edad Media (que no en la Tierra Media, que casi), lo que realmente me pareció más increíble fueron las personas. Y no me refiero con esto a las personas en general, que las hay como en todos sitios, sino a los casos puntuales. Puedo explicar, sin ir más lejos, en el avión de ida tuve un azafato. ¿se puede llamar así al auxiliar de cabina?, que se paseaba por el estrecho pasillo enseñando, para vender, off course!, calendarios de azafatas en bikini y tabaco, vaya tortura e ironía para los fumadores, con cara de estar paseando por la playa vendiendo latas. Luego, en el tren de Birmingham a Nottingham, estuvo pasando un auxiliar con un carrito con bebidas. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, no lo era tanto que el mencionado pasase cantando con un tono a lo Hannibal Lecter el repertorio de cafés, tés y wiskies en lata. Memorable, verdad, pero lo hacía con cierto aire psicópata, que hacía que mirases sus bolsillos en busca de un cuchillo cada vez que devolvía el cambio, para luego respirar aliviado una vez que sacaba las monedas. Al llegar al hotel, y para rematar el día, en la recepción me encuentro que tengo que entenderme con un inglés que parece sacado de Hotel Fawlty. Dios, ¡qué labia!, parecía no acabar nunca de hablar con aquel acento cerrado.
Encima tuve la suerte, o como se quiera ver, de encontrarme durante estos días a gente que hablaba por teléfono consigo misma pero sin aparato, o a una anciana que llevaba un ratón de peluche de cara a la ventanilla, y al que le enseñaba todo el paisaje del recorrido en autobús hasta Sherwood, más de una hora. O un restaurante español de tapas en el que nadie, nadie, era español ni lo hablaba, e incluso la camarera con la que tenías que entenderte parecía sacada de un grupo de gospel más que de un cuadro flamenco.
Vamos, que como diría Obelix, están locos estos ingleses...

2 de noviembre de 2011

Soy Libre,Soy Blogger


Este es un manifiesto que una buena amiga mía difunde por el mar de Internet, en busca de apoyo para que la libertad del creador que escribe en un blog no sea coartada por cortapisas estúpidas. Desde luego, os aseguro que es toda una luchadora, por eso difundo su mensaje, porque se lo merece.

Este Manifiesto nació, la "noche de las teclas" el pasado 18 de Febrero de este año (2007), fué escrito y pensado por mi amigo "Víctor Solano", cuando , y personalizo, me "hackearon" mi "cuaderno", como a otros "bloggers".


Hasta la fecha no he podido adherirme, pero así como me adhiero a cualquier manifiesto, que luche a favor de los Derechos Fundamentales, y la Libertad de Expresión. Me uno a él, aunque haya cambiado frases, de ese Manifiesto, para eso sirve la Libertad de Expresión..


Las siguientes líneas son una invitación para que autores de "cuadernos de bitácoras" en todo el mundo hispano se adhieran libremente en caso de encontrar afinidad con su contenido. Puedes copiarlo, modificarlo, agregarle premisas o quitarle aquellas que no consideres pertinentes; cambia los verbos o cualquiera de las palabras que te disgusten para que llegue a un texto con el que te sientas plenamente identificado.


Puedes citarme o no, no busco efímeras glorias ni más tráfico, sino que la idea de la Libertad de Expresión y los Derechos Fundamentales se expandan como vapor en el aire. Hasta en eso creo que deber haber completa libertad.



Como autor de mi "cuaderno de bitácoras" soy respetuosa de la palabra. Abrazo la libertad, como lucha para seguir viviendo en democracia. Soy mi palabra. Soy coherente entre lo que pienso y lo que siento, así como con lo que digo y lo que hago. Reitero con mi "cuaderno de bitácoras" mi deseo de expresarme libremente, de expresar lo que quiera con responsabilidad. Soy independiente de mis intereses y dependiente de mis principios. Siempre, mis lectores los conocerán de manera transparente. Al mantener mi "cuaderno de bitácoras" soy consciente de que pertenezco a un entorno ante el que tengo derechos y obligaciones. Haré saber mis derechos y acataré mi obligaciones. Mis palabras tienen tanto peso que no necesitan su defensa con acciones, más allá de las palabras. Repudio públicamente los ataques a mi "cuaderno de bitácoras" o a cualquiera de los presentes en la Red. Si ataco por las vías de hecho las obras de los otros, estoy admitiendo mi imposibilidad de argumentar, mediante la palabra. Respeto a los demás, tanto como a mi misma. A pesar de las distancias respiro el mismo aire que los demás y eso nos pone en el mismo nivel. Formo parte de una generación que, sin importar la edad, aprendió a expresarse libremente en medio de un mundo hostil y poco reconocido. Es algo que he ganado y que no estoy dispuesta a perder. Puedo ser militante en cualquiera de los extremos del pensamiento, de las creencias y debo poder tener la certeza de que no seré agredida por ello. Es uno de los Derechos Fundamentales, más mancillados. Y lucharé porque ello no sea así. Puedo equivocarme muchas veces, pero siempre tendré la humildad de reconocer mis errores. Y pedir disculpas, eso no nos hace menores a los ojos de los demás, si no al contrario, nos engrandece. No me permitiré difamar en contra de nadie, ni que me difamen. Salvo que obren certezas y no meras cábalas. Haré este texto mío con o sin estas palabras. Cada cual podrá adherir a él con las palabras que sienta más cercanas a su forma de expresión. Mi compromiso con la Libertad De Expresión y los Derechos Fundamentales es irrenunciable e inembargable; no transijo en ello. Pertenezco a este planeta, el mismo en el que muchos han muerto por la defensa de la libertad en el amplio sentido de la palabra; tal vez no dé mi vida por mi "cuaderno de bitácoras", pero entregaré todas mis fuerzas por la tolerancia a la palabra ajena. Soy libre, soy blogger

Memoria De Una Desmemoriada (memori@)