Buscar este blog

4 de octubre de 2012

Una noche con Leonard Cohen (con trampa)

Tal vez, si decidiese cultivar una cierta imagen, escribiría aquí que el concierto del maestro Cohen fue apasionante, único, un derroche de sensibilidad y un alarde de sofisticación solo apto para oídos reconocidos y gente con bagaje cultural reconocible. Sin embargo, me he despertado esta mañana con la crítica, unánime he de decir, desaforadamente favorable al concierto que Leonard Cohen ofreció anoche en Barcelona, y eso me ha hecho reflexionar. Reconozco que nunca he sido un acólito de la causa cohensionana, y que su música tiene tendencia a aletargar mi estado de ánimo, e incluso que es posible que al estar trabajando mi sensibilidad no fuese la adecuada para un paladar tan exigente, pero admito que acabé las tres horas de concierto más los veinte minutos de descanso intermedio (la verdad es que yo solo estuve un poco menos de dos horas escuchándolo), intentando discernir una serie de sesudas ecuaciones. La primera, ¿había estado escuchando varias piezas del repertorio del venerable cantante canadiense, o tan solo era la misma canción con diversos parones para que la gente despertara a base de aplausos? La segunda, ¿entiende la gente que lo va a ver la letra de lo que canta, o solo intuye los susurros broncos y estentóreos que modula siempre (bueno, dejémoslo en casi, que no quiero ser excesivamente irreverente) la voz del abuelo Leonard, o es que ya se saben de memoria la letra y por eso les da igual no entenderlo? Otra, ¿es necesario ese aire retro (en él la definición vintàge tal vez fuese más acertada) de sombrero para meterse en su mensaje, o es solo una impostura de "yo aquí marco territorio de culto a la estética culta"? Y finalmente, ¿este hombre sufre de narcolepsia mientras canta? ¿o es que yo pertenezco a un insensible y reducido grupo humano al cual le produce sopor su música? 
Y después de todo esto, os pido por favor, que no me hagáis mucho caso, que seguro que me equivoco, pero es que he dormido poco después del concierto, y mira que luché por no hacerlo durante el mismo. Si gané o no la batalla, no lo voy a decir.