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31 de octubre de 2012

Reencuentro



Mas allá de ti,
encontrar la vida,
y dejar correr el agua entre las manos,
mientras noto la arena cálida debajo unos pasos perdidos,
que me llevan a arañar el tiempo,
bajo el deseo que este no pase.
Sin dejar de pensar que todo lo vivido
no ha sido tan solo el reflejo de un sueño
eternamente escondido detrás del camino,
sino que todo volverá a importar más allá
del tiempo que hayamos podido perder,
por encima de unos recuerdos vacíos.

24 de octubre de 2012

La belleza de lo simple.

He llegado a un momento de mi vida en el que, reconozco, me he decantado por la que considero como belleza austera. Si, me refiero a aquella belleza que rehuye lo ampuloso, lo excesivo y lo eternamente cargante. En este punto de mi ciclo vital he llegado a la conclusión que, seguramente poco a poco, el tiempo ha ido moldeando una idea, seguramente una palabra que define mejor lo que quiero decir que utilizar ideal, de belleza, mucho mas austera, no subsidiaria de lo accesorio, sino sumergida en una búsqueda constante de lo nimio  de los matices, del espacio vacío, de los reflejos. Es esta, en mi opinión, aquella belleza que se basa en la transparencia que da la calma, en el disfrute de los pequeños detalles, desechando lo accesorio que muchas veces le da a las cosas un falso brillo de verdad impostada. La verdad de la belleza, ciertamente, esta no solo en el hecho, objeto o ser en si mismo, sino en la mirada del observador. Aprender a apreciar la belleza mas allá de lo superficial, buscarla en aquello que nos transmite serenidad, es un ejercicio enriquecedor que en ocasiones no es nada fácil. La belleza de lo simple, la austeridad de medios para llegar a ella, es la que nos llevará a aprovechar aquello que vemos, del tiempo que disfrutamos. Muchas veces una sonrisa robada al cruzarte con un desconocido, un ambiente zen, un momento de relax, o infinitas pequeñas cosas, nos llevan a la belleza de lo mas intimo. Y el resto lo hace nuestro rasgo humano, que consigue que la belleza real nos llegue a través de múltiples canales. Solo es cuestión de querer vela.

22 de octubre de 2012

Lo imposible.

La verdad es que cuando el otro día fui a ver la película Lo imposible, el último bombazo comercial del paupérrimo cine español, mis sensaciones previas no se ajustaban a lo que luego experimenté. Para empezar, me senté en la butaca de mi fila que daba al pasillo, consecuencia, por supuesto, primero, de no haber sacado yo las entradas, y segundo, de mi maniática costumbre de quedarme siempre el último del grupo a la hora de elegir sitio. Vamos, que ni lo escojo ni me gusta escogerlo, porque a mi me da igual, pero que por ende, la cosa fue así. No me quejo. Las butacas podrían haber sido más cómodas, lo admito, pero en la mayoría de centros comerciales de la ciudad el nivel de confort es el que es, así que por este lado tampoco nada que alegar, señor fiscal. Desde luego la sala no era de las más espaciosas que uno recuerde, añoranza de aquellos cines de empaque de la ciudad, como el aún subsistido Urgel, con sus 1832 localidades, pero al menos lo que perdemos en estrecheces lo ganamos en falta de colas, si es que el que no se consuela es porque no quiere. Eso si, el cine también me recuerda cuanto odio el ruido a mano buscando palomitas, a mano rascando caja de cartón en busca del último rastro de las ya defenestradas palomitas, las voces susurrantes, y no tanto, de gente que no se corta nada en demostrar a su acompañante que ellos ya han adivinado por donde van los tiros del argumento, como si de un David Mamet inconfeso e incomprendido se tratasen, que ellos tienen experiencia, ya que adivinaron en el minuto veinte cómo acabaría Titanic. El olor a ambientador que no consigue enmascarar el resto de olores, es otra de mis fobias, pero el último en llegar a esta galería de los horrores cinematográficos, no es otro que el ruido de la mano buscando caramelos en las bolsas de plástico en las que te los venden antes de entrar. ¡Me horroriza!
La verdad es que son muchos años yendo al cine, es verdad, y que ya uno va avanzando hacia la gran madurez vital, es cierto también, pero cada vez son más las cosas que perturban el visionado de la película... la película, es verdad, ¡se me olvidaba! Bien, yo no soy crítico de cine, es evidente, pero la película en si misma me pareció bien hecha, con un argumento conciso, capaz de emocionarme hasta derramar cuatro lagrimitas, lo reconozco, aunque eso conmigo no tiene mérito ya que empatizo hasta la saciedad con los personajes. Eso si, aparte de no marearme, gran mérito de la noche, y de no soportar las escenas casi gore que en algún momento salían, el drama personal de cada uno de los miembros de esta familia acomodada (gracias al director por el guiño a la situación de la mayoría de ciudadanos normales, al hacer que el padre se preocupe por si no le renuevan el contrato en Japón, aunque yo también olvidaría las penas permitiéndome el lujo de vacaciones de Navidad que puede permitirse en semejante resort) hace que los veamos con cariño, con ternura. Excepción hecha, por mi parte, del hijo mayor, al que no soporto lo manipulador que es, y el complejo de Edipo que lleva encima, aunque imagino que la familia, de ser española de verdad, reaccionaría como el sábado vi en la calle a un padre decirle a su hijo pequeño: "como no pares, te voy a dar tal tortazo (esta es la expresión censurada, comprenderéis), que te van a salir los dientes de la boca", a lo que el niño siguió protestando aún más alto. Así que la enseñanza que me deja la película, más allá de ser muy buena, es que lo imposible del título no es que sobreviviera la familia, si no es que fuesen una familia española, y que no les diese tiempo de salir de ese hotel sin llevarse alguna toalla. Pero bueno, es la magia del cine.

12 de octubre de 2012

Al volver, el invierno.

¿Porqué el invierno este año ha llegado tan pronto? Allí, al encender la luz y verse delante del espejo, solo, intuyendo su presencia, la de ella, incierta en cada sombra, en cada reflejo de luz, la soledad le ahogaba hasta casi llorar. Y sin embargo, ¿porqué no salen las lágrimas? Tal vez, porque el recuerdo de cada pedacito de vida vivido a su lado, hace que el vacío interior niegue la emoción de haberla perdido. O porque ella había decidido que tanto tiempo separados era demasiado, que la distancia aleja más que la vida, y que la única manera de volver a respirar era dejar de hacerlo a su lado. ¿Donde estará su espacio, ahora? Ya qué más da, deseaba pensar, aunque no podía evitar el dolor al sentir que no volvería a ver su sonrisa, ni intuir el olor de su pelo, ni abrazarla al despertar, y eso le atravesaba el alma ya rota. No sabía porqué, ni si había otro, o si algún dia podría recomponerse, rehacerse de este naufragio, pero ahora mismo lo que reflejaba el espejo no es lo que él había sido, ahora solo se podía ver los restos de su soledad. Sin el cuerpo de ella detrás del suyo, como era todo antes de su invierno. Y sin embargo, ahora solo le quedaba regresar, aunque el camino de vuelta a la realidad es siempre el más duro, el más difícil de caminar, ya que los pies están cansados de tanto buscar y perder. Y tener que hacerlo en soledad da miedo, por tropezar y antes de caer no tener su mano para agarrarse. ¿Donde estará? Pero sobrevivir ahora es olvidar, y él lo sabe. Sin embargo, ¿cuántas innumerables veces más tendría su reflejo imaginado detrás? Porque por mucho que lo desease, nunca volvería a tenerla a su lado, sonriéndole mientras ella peinaba su pelo con los dedos. Ahora ya solo le quedaba olvidar el ayer, y aceptar que después del frío invierno, casi siempre vuelve la primavera. Solo es cuestión de esperarla, para vencer a la tristeza y la soledad.


4 de octubre de 2012

Una noche con Leonard Cohen (con trampa)

Tal vez, si decidiese cultivar una cierta imagen, escribiría aquí que el concierto del maestro Cohen fue apasionante, único, un derroche de sensibilidad y un alarde de sofisticación solo apto para oídos reconocidos y gente con bagaje cultural reconocible. Sin embargo, me he despertado esta mañana con la crítica, unánime he de decir, desaforadamente favorable al concierto que Leonard Cohen ofreció anoche en Barcelona, y eso me ha hecho reflexionar. Reconozco que nunca he sido un acólito de la causa cohensionana, y que su música tiene tendencia a aletargar mi estado de ánimo, e incluso que es posible que al estar trabajando mi sensibilidad no fuese la adecuada para un paladar tan exigente, pero admito que acabé las tres horas de concierto más los veinte minutos de descanso intermedio (la verdad es que yo solo estuve un poco menos de dos horas escuchándolo), intentando discernir una serie de sesudas ecuaciones. La primera, ¿había estado escuchando varias piezas del repertorio del venerable cantante canadiense, o tan solo era la misma canción con diversos parones para que la gente despertara a base de aplausos? La segunda, ¿entiende la gente que lo va a ver la letra de lo que canta, o solo intuye los susurros broncos y estentóreos que modula siempre (bueno, dejémoslo en casi, que no quiero ser excesivamente irreverente) la voz del abuelo Leonard, o es que ya se saben de memoria la letra y por eso les da igual no entenderlo? Otra, ¿es necesario ese aire retro (en él la definición vintàge tal vez fuese más acertada) de sombrero para meterse en su mensaje, o es solo una impostura de "yo aquí marco territorio de culto a la estética culta"? Y finalmente, ¿este hombre sufre de narcolepsia mientras canta? ¿o es que yo pertenezco a un insensible y reducido grupo humano al cual le produce sopor su música? 
Y después de todo esto, os pido por favor, que no me hagáis mucho caso, que seguro que me equivoco, pero es que he dormido poco después del concierto, y mira que luché por no hacerlo durante el mismo. Si gané o no la batalla, no lo voy a decir.

1 de octubre de 2012

La belleza puede ser triste y cruel.



Seguí mis propios pasos hasta aquella oscura callejuela, oculto a resguardo de las sombras de la noche. Me aposté detrás de una farola, a sigiloso cubierto de su luz amarillenta. Para cuando ella llegó pasarían ya de las tres de la madrugada, y mis pies estaban ya adormecidos de la espera. Realmente era tan hermosa como me habían dicho, y sin embargo ese precisamente era también su peligro. Demasiados hombres la pretendían tan solo por lo que parecía prometer, pero únicamente uno deseaba vengarse de una traición, y era precisamente el que me pagaba. Lindas piernas, pensé para mi al verla embutida en aquel ceñido vestido negro, qué desperdicio. Pero la profesión es lo primero, acabé reflexionando, así que me acerqué, el frío cuchillo oculto en un bolsillo de mi gabardina, y sin mirarla a los ojos, rajé vestido, abdomen y alma. No es nada personal, quise decirle, pero ya no valía la pena. Cuando cayó no pude evitar mirar sus hermosos ojos esmeralda, se que soy un romántico en el fondo, y pensar qué injusto es el deseo frustrado de quien desea y no consigue, o del que tiene y recela del mundo. Al fin y al cabo, ella era la menos culpable, si es que lo era en algo, pero la vida finalmente es como un tango, triste y cruel.