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26 de junio de 2013

De infamias e injurias.


Hace ya meses que no escribo en este blog. Bueno, seguramente, y si soy sincero, hace ya meses que no escribo en general. No es por falta de ganas, que me encantaría, si no por falta de motivación. Si, aquel intangible que hace que cualquier cosa de nuestra vida, por insignificante y efímera que se nos presente, sea una buena excusa para dejar de hacer algo que en el fuero interno creemos que puede ser más importante. 
Si pensamos detenidamente en los motivos que nos impulsan a saltarnos nuestro gusto natural por el inmovilismo, por la hibernación personal en la que caemos con frecuencia, muchas veces no son cosas importantes a ojos ajenos, sino impulsos sitmémicos que proceden de motivaciones internas más allá de lo lógico. 
Yo, últimamente, solo escribo breves hablando mal de los políticos en general. ¿Irracional?, si, ¿justo?, con todos no se, pero una buena parte de ellos me demuestran cada día en las páginas de los diarios que o no merecen ocupar el cargo que ocupan, o solo están allí para tener trabajo fijo, ganar dinero fácil o enriquecerse si llegasen a un cierto nivel, lo que llamaríamos el colofón del poder. 
Se que puede que no sea justo en mis apreciaciones, pero igual que para ellos todos los ciudadanos pasamos a ser votantes, y eso en el mejor de los casos, que solo pueden reclamar su derecho a la queja cada cuatro años y cambiar entre siempre los mismos perros con distintos collares, yo tengo derecho a que para mi los políticos representen posibles corruptos desde el momento que asumen su cargo. Solo me queda, a la vista está, el recurso infiel de la pataleta.
De infamias el mundo está lleno. De las injurias, es fácil hacerse eco. De políticos incapaces y presuntuosos, estamos demasiado bien servidos en este país. Así que tal vez algún día podamos elegir en libertad entre los que nos representan sin necesidad de cogernos la cartera por si ellos nos la roban, cuando existan las listas abiertas. Aunque bien pensado, a este paso no va a quedar nada dentro. Ni tan siquiera nuestra dignidad, que ellos la suya ya parecen haberla perdido.