Es gratificante que, de vez en cuando, aparezcan hechos como el del realizador Federico Álvarez, quien con un presupuesto más que modesto, y desde la periferia de la cultura cinematográfica, completa un cortometraje propio de las grandes (y me refiero a presupuesto) películas americanas, algo tipo La guerra de los mundos versión Orson Welles. Un ejemplo de cómo no es necesario pertenecer a la élite cultural para triunfar. Solo hace falta un espacio como internet para que los demás vean tu trabajo. Luego, la calidad se impone, y el premio merecido al talento llega. Es el camino contrario a la industria española, llena de subvenciones y cánones. Todos podemos disfrutar del trabajo de autores desde una plataforma pública y gratuita como es internet, y esto es lo importante, porque para crear cultura, no es necesario exigir el previo pago. La cultura está por encima del mercantilismo, y eso es lo fundamental, porque se puede crear productos sin necesidad de vivir de ellos, o al menos hasta que te merezcas el éxito y el reconocimiento. Y los buenos casi siempre lo consiguen.