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18 de mayo de 2012

Una noche con el Boss.

Anoche tuve la suerte, porque no puedo definirlo de otra manera debido a la magnitud del espectáculo, que llega incluso más allá de las más de tres horas de concierto, de vivir en directo el primero de los dos conciertos que Bruce Springsteen ofrece en Barcelona. Es cierto que cuando, como es mi caso, estás en este tipo de acontecimientos por trabajo, lo que vives es un poco lo que las circunstancias te permiten, y las sensaciones que vives a pie de pista son diferentes que el público en general, pero os aseguro que en muchos momentos de la noche tuve que abstraerme y utilizar mi fuerza de voluntad, que reconozco efímera y selectiva, para no seguir el ritmo de algunos temas.
No soy fan del Boss, lo reconozco también, pero me encantan sus canciones más populares, en eso no soy ningún héroe, y anoche noté momentos de extrema comunión entre él y sus fervientes seguidores.
En fin, que espero que el de hoy sea otro acontecimiento como el primero, y que yo ya pueda decir dentro de unos años que he asistido a los dos magníficos conciertos que el músico de New Jersey ha dado  en Barcelona este año. Siempre podemos dejarnos llevar por la corriente del río que es nuestra vida.


15 de mayo de 2012

Reflexión sin pensar.



La frustración suele hacer presa en todo aquel que está realmente predestinado a ello. No hay nada como alguien inmensamente confiado en sus propias posibilidades, que nunca haya encontrado un contratiempo, o que hasta cierto punto de su vida los haya superado con holgura, como para caer en sus tentáculos.
Es muy humano creerse el rey del concreto mundo propio para después, amanecer de narices en la idea del total negativismo. Del puedo con todo al no soy nada hay un abismo lleno de matices que nos dejan la medida real de lo que es capaz de construir el ser humano. Solo es cuestión de querer encontrar el punto desconocido de equilibrio entre lo que deseamos, lo que podemos y lo que nos gratifica. Por eso es tan compleja, y apasionante la vida, porque nos da la oportunidad de superar retos constantemente, y entre ellos los más insignificantes para los demás son los que nos dan mayor placer humano. Sinceramente, espero poder encontrar el color de mi equilibrio sin llegar a parecer gris para los demás. Al menos poder disfrutar de la búsqueda, que eso, en definitiva, es vivir.

9 de mayo de 2012

Desear imposibles.



Desear conseguir una cosa y no poder hacerlo es algo más común de lo que parece. Muchos, todos, vivimos en la frustración de desear y no alcanzar, y en la ilusión, la auto justificación, de que si quieres puedes. Gran falacia la frasecita que nos suelen martillear, como si de publicidad se tratara, de que si deseas algo con fuerza e intentas conseguirlo, todo es posible. No hay nada imposible, dicen los optimistas vitales. ¿Es que acaso esos que proclaman las virtudes de luchar por lo inalcanzable ya han conseguido hacerse millonarios, objetivo común a toda la Humanidad que contesta de forma honesta?
Creo que en este mundo nos han echado a patadas del pragmatismo total, a la ilusión ilusa, y perdóneseme aquí el redondeo. Solo es cuestión de repasar nuestro interior, y a la hora de hacerlo ser realmente honestos con nosotros mismos, para responder a la pregunta de si seríamos capaces de conseguir cualquiera de nuestros sueños con solo desearlo, y luchar incansablemente por ello. Y no vale plantearse el más fácil, no. Vamos a ser maximalistas por un momento, e imaginemos aquello con lo que hemos soñado toda una vida. No es necesario que entonces sigáis más adelante, no hace falta. Los sueños, como dijo Calderón, sueños son, y por eso, en la esencia de su propio ser, son aquello que nos secuestra de las frustraciones que vivimos. ¡Qué fácil es imaginarnos, soñarnos, y a la vez qué largo y pesado se nos hace el camino!
Tal vez creáis que abogo por la despreocupación y por la negación de conseguir aquello con lo que soñamos. Nada más lejos de mi intención. Solo digo, humildemente como siempre, que creo que debemos soñar con aquello que podemos conseguir realmente, porque de lo contrario, la frustración será mayor a solo soñar que deseamos lo imposible. El único imposible es el que nosotros nos marcamos, el que va más allá de lo que perdemos en el camino. Para conseguir nuestros deseos, primero debemos conocernos a nosotros mismos, y una vez sabemos que lo que deseamos es un imposible posible, luchar por ello. Lo demás son solo frases y canciones. O tal vez molinos de viento y gigantes imaginarios en la lejanía.

4 de mayo de 2012

La estupidez de querer sentirse importante un domingo cualquiera.


Beatriz abre los ojos una mañana de domingo. Acaba de despertar de un sueño tan profundo, tan reparador, que se siente hasta agotada. ¿No tendría que ser al contrario? La calidez de las sábanas contrasta con el frío que se percibe en el resto de la habitación. Gira su cuerpo hacia el medio, ya que está acostumbrada a dormir siempre sobre uno de sus costados y mirando hacia fuera. A su lado, el hombre con el que vive desde hace casi cuarenta años respira profundamente. Beatriz solo puede verle la coronilla, y el poco pelo gris que aún conserva como un tesoro. Le toca la cabeza con suavidad, como para despertarlo con ternura. Él se da la vuelta, y abre sus pequeños ojos negros para mirarla desde el recién descubierto mundo del día siguiente. Beatriz le sonríe con aquella ternura infinita que da sentir que el pasado ya  es más que el futuro, y siente el deseo de acariciarle la mejilla con ternura.
-Te quiero.
Él la mira desde la profundidad de sus propios pensamientos, sus íntimos sentimientos, y durante tres o cuatro inagotables segundos se la que da mirando como el que no sabe qué responder. Luego cierra los ojos, se da la vuelta, se levanta y marcha al baño, mientras Beatriz no sabe si sentirse mal o simplemente pensar que todo ha de seguir igual para que nada cambie. Y nada podrá hacerlo. Tampoco ella nunca será capaz de recriminarle,  preguntarle el porqué de sus silencios, ni siquiera ya llorar. Este no era el futuro imaginado, soñado cuando se conocieron. Tampoco sería el de él. Y sin embargo, ya nada quedaba más allá de la costumbre, de la mutua compañía. Así que mientras él seguía en el baño, maldita próstata, ella se desnudó, abrió el armario, se puso el vestido más bonito que encontró, el abrigo, el bolso y unos zapatos cómodos, y salió por la puerta de casa. Seguro que en este momento estaría preguntando cuando le haría el desayuno, sin saber que su compañía se había terminado ya en el de ayer, y que ahora sus caminos empezaban a desencontrarse. Tal vez tarde, tal vez, pero en algún momento hay que decir adiós sin mirar atrás. En el fondo, su silencio había sido la respuesta que tantos años había estado negando, así que Beatriz llegó a la parada del autobús y esperó. Ahora su sonrisa pesaba menos, solo dependía de ella.