Buscar este blog

31 de mayo de 2011

La insignificancia de sentirse importante.


Una amiga ha escrito, Soy un punto insignificante en este universo de materia. Nada me pertenece, estoy de paso..., lo que me ha hecho reflexionar, siempre desde la humildad del que sabe que solo va a dar su opinión, única y por ello equivocada a ojos de los que opinan lo contrario.

Lo insignificante, creo, solo es un valor que nos damos cada uno, o que algunos nos dan, y que en ciertas circunstancias resultan contradictorios entre sí. Puedes verte, desde luego, insignificante en relación a algo de magnitud mucho mayor pero, a la vez, puedes creerte mucho más importante de lo que en verdad eres respecto a aquello que te rodea. A este hecho se le podría denominar prepotencia, o tal vez soberbia, o incluso papanatería, simplemente porque creerse más por cualquier motivo es caer en el error de pensar que nadie nunca podrá ser mejor que tú, y eso es realmente como llevar los ojos vendados. A veces ser insignificante está bien, porque te permite llegar más lejos, continuar una búsqueda, ensanchar tu mapa vital. Ser demasiado importante solo da responsabilidades de cara a los otros, ya que parece que ya hayas conseguido la meta y no puedas errar. Ser profeta es realmente cansado. Además, aquel que por equivocación se cree tanto como para tener razón en aquello que piensa, y no aceptar que haya más posibilidades que la suya propia, se pierde la oportunidad de seguir creciendo. Porque cuando escuchamos, aprendemos, y cuando hablamos solo aprendemos de lo que ya sabemos. Eso si, no me hagáis caso y haced lo que queráis, porque como dice mi amiga, estamos de paso, y eso nos da una idea de lo que realmente valemos.