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27 de febrero de 2012

Si supieses.



Levanté la vista del periódico y vi, de soslayo, tu rostro distraído y el sol reflejado en tu pelo enmarañado. Tu sonrisa, en aquel instante, cautivó mis dudas desde el principio de mis instintos, ya irreprimibles e irrefrenables. Y fue por eso por lo que no pude luchar contra la necesidad que me estaba poniendo asedio, ya claudicado y desarmado. Así que te asalté, distraída, mientras recortabas las hojas caducas de aquella planta que te regalé hace ya dos primaveras, y te estampé un beso intenso en los labios. Traicionero por lo imprevisto, pero suave por su ejecución. Solo rozarte era suficiente, no quería, no hubiera soportado, romper el momento, tu silencio. Luego volví a mi periódico y a mi silla, con una complicidad interior, mientras tú sonreías sin mirarme, pero con un aire de a qué ha venido eso. Si supieses que ni yo sé por qué pasa tan deprisa el tiempo.