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22 de octubre de 2013

La duda humana.


Nunca se está seguro de nada, señor Kellergan. Por eso la existencia se vuelve muy complicada a veces. Esta frase es de "La verdad sobre el caso Harry Quebert", el libro que estoy devorando estas últimas noches, y solo leerla me hizo reflexionar sobre su sentido real sin acabar de saber porqué. Claro que como casi siempre, me fui a dormir sin llegar a ninguna conclusión clara, pero un ruido insospechado en medio de la madrugada me despertó y en ese estado de semi inconsciencia transitoria que tanta claridad da, di con la pequeña clave de lo que me había llamado la atención del párrafo. Y no es otro tema que la duda. Aquella que nos atenaza, pero que también de rebote nos sumerge en el exceso de duda, y que nos imposibilita avanzar, tomar decisiones. Aquella duda que se presenta cuando calculamos riesgos, cuando tenemos que decantarnos por una solución o por otra. Una duda irreflexiva, que no se deja convencer, porque es tan difícil salir de ella, moverse ni un poquito. Porque la duda, esa insana, la que nos hace perder oportunidades que posiblemente ya no volverán a presentarse, no es más que el reflejo del miedo. Miedo a equivocarnos, a sufrir las consecuencias de ese posible error futuro, como un boxeador con terror a los guantes del contrario. Pero si aún parece poco, el miedo es una consecuencia de nuestra inseguridad. Por lo tanto, duda, miedo e inseguridad son la misma forma de expresar algo tan inherente al ser humano, y que no es otro que la necesidad de ser únicos para quienes nos rodean. ¿Seré buen padre?¿Buen amante?¿Buena pareja?¿Qué esperan los demás de mi?. Lo único que responde a esas preguntas es ser uno mismo, y que los demás nos valoren bajo ese mismo prisma de nuestra libertad de elección, y sobre todo hacerlo nosotros con los demás. No esperar demasiado de los que nos rodean ni querer demostrar lo que no somos. Si nos paramos, nos dejan en la estación, y el reloj sigue corriendo y no sabemos si pasarán más trenes.
Y después de reflexionar sobre todo esto, no pude conciliar el sueño hasta que sonó el despertador, así que no me juzguéis por esto.