Opinión. Empiezan los comicios en el imperio.
Desde la victoria de Barak Obama sobre Hillary Clinton, aquel parece haber tomado la personalidad de un presidente de Estados Unidos. Visita a las tropas en el extranjero, gira por países occidentales donde, a diferencia de George Bush, es recibido en loor de multitudes. Sus asesores están trabajando de manera rápida y efectiva, y eso se nota, en la búsqueda de dotar empaque "presidencial" a Obama. Una manera efectiva de demostrar que él también puede. La manera de moverse entre los mandatarios de los otros países, recuerda el populismo "culto" y moderno de Kennedy. De hecho, ese es su objetivo, seguro. El paralelismo de la imagen que ofrecen el fallecido presidente y el actual candidato es evidente. Además, los dos comparten más de una coincidencia. Para mí, la más importante, es la de partir con un hándicap. La de Kennedy era ser católico en un país donde estos son minoría, antes más que ahora. La de Obama es la de ser negro en un país donde las dos minorías, la latina y la afroamericana, se repelen como polos opuestos. Por desgracia, la mayoría blanca siempre acaba mandando, sean cuales sean sus valores. Sobre todo la aristocracia economicista. Es asombroso, por cierto, comprobar como el paso de los siglos no cambia nunca nada. La antigua grecia, pero sobre todo la vieja república romana que tanto encandila a las clases pudientes yankees, utilizaban al pueblo como meros títeres en busca del poder. Sus votos eran un remedo de democracia. Esperemos que ahora no suceda lo mismo.