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19 de septiembre de 2010

Ahora lo ves, y luego no es.

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Todos hemos tenido en nuestra vida la sensación que lo que hemos pensado de alguien, al final ha sido equivocado. Podemos hablar de una situación, de una actitud, e incluso de un hecho extremadamente puntual. La verdad es que, como dice el anuncio, el ser humano es maravilloso, y por lo tanto, difícil de catalogar. Estar delante de alguien y creer que controlamos todo lo que pasará entre esa persona y nosotros es algo connatural al hecho de que nuestro mundo es limitado. Muchas veces, es como mirar con un catalejo, el cual te deja a oscuras grandes trazos de paisaje, lo que no deja hacernos una idea del general que deseamos ver. Si nuestro cerebro es selectivo con la información que le llega, para así poder tomar decisiones rápidas, eso en las relaciones entre personas puede llevar a la frustración. ¿Es realmente tal hombre o mujer como nos lo habíamos imaginado antes de conocerlo más a fondo? Y admitiendo que en ocasiones la primera impresión, si no es la que vale, por lo menos ayuda, es necesario profundizar en los demás para hacernos un retrato más completo de su complejidad. Con lo que cuesta llegar a conocerse a uno mismo, como para creer que somos tan sagaces para adivinar sobre alguien que nos acaban de presentar. Y eso vale también para razonar sobre lo que vemos. Es posible que en la oficina veamos al jefe comportarse como un niño con la secretaria, que ella le responda de la misma manera, y eso nos haga pensar que algo prohibido tienen entre ellos, sin llegar a imaginarnos que, seguramente, no pasará nunca de un inocente juego de tonteo. Sin embargo, nuestras mentes obcecadas por la perversión de lo que nos imaginamos, ya les atribuyen citas amorosas, miradas cómplices, o preferencias a la hora del trabajo. Y de allí a que alguien les haya visto en un parque oscuro de la mano, hay un paso. La oficina se llena de rumores, todos infundados, basados en el me dijo fulanito, o los vio menganito. Y después, cuando todo se descontrola, el rumor llega a oídos de otro jefe que es amigo de la familia del acusado, y este no puede reprimir explicárselo todo a la mujer de su amigo. Luego, gritos y peleas en casa del vilipendiado, separación, gastos de abogado, alguien que tiene una casa menos y dos manutenciones que pasar, y otra a la que se le multiplican los pretendientes en busca de su nueva fortuna… y a todo esto, el jefe que no puede volver al despacho sin poner cara de avergonzado, la secretaria, que ya está haciendo cola en las oficinas de trabajo, y los dos sin volver a verse en la vida. Han perdido lo que tenían por las especulaciones de personas que, en el fondo, no tenían nada que ver en toda aquella historia. Un ejemplo posible, este, de la influencia que puede tener una visión de catalejo sobre la realidad, esa que ahora la ves, y luego, por sorpresa, ya no está.