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29 de junio de 2009

Cuando lo que acaba, termina.

desamor

Cuando las cosas se acaban, ¿realmente lo hacen? Quiero decir, ¿estamos preparados para el final de las cosas? Si estas son malas, me imagino que todos lo estamos, en mayor o menor medida, salvo los casos en los que se presenta una dependencia emocional. En tal circunstancia, el alivio del final de una situación desagradable, se une al temor sobre incertidumbre de lo que nos encontraremos en una situación nueva y desconocida. Esa es una de las tangentes dentro de una situación de malos tratos. La persona maltratada tiende a justificar su propia desgracia en la falta de intención del otro, justificándolo, porque en el fondo, y a pesar de ser un ser desdichado, el mal que recibe es conocido, y le parece que podrá controlarlo en algún momento. Luego está la vergüenza a admitir que las cosas suceden, y no son lo que los demás esperan.

Sin llegar tan lejos como al maltrato, en las relaciones sentimentales también, al llegar el final de una relación, suele haber una de las partes que, lo diga o no, se siente descolocado ante la nueva situación, hasta el punto de ceder en todo con tal de que la otra persona vuelva. Hace poco mi mejor amiga me explicó el caso de una conocida que, después de ser abandonada, justificó a su ex, hasta el punto de aceptar su regreso al poco tiempo, para inmediatamente ser abandonada por segunda vez mientras su pareja volvía con el arrepentimiento a donde había salido. Dejada dos veces para ir con la misma persona. ¿Donde estaban, entonces, las palabras de arrepentimiento, de intento de enmienda? Pues eso, en mero intento. Porque cuando las cosas se acaban, lo hacen de verdad. A veces no lo vemos, o no queremos verlo, porque intentamos mantener la esperanza de volver a ser felices, y que nunca se acabe nuestro mundo, construido con tanto esfuerzo, al lado de una persona que ha decidido que todo se ha acabado.

En fin, que lo mejor es tener los sentidos abiertos, y aceptar que las cosas, cuando se acaban, tienen un motivo detrás. Se puede luchar por lo que tienes, pero el éxito de esa lucha suele durar el impulso que nos damos al principio. Después, la realidad suele atraparnos. Es preferible luchar por otro sueño, que es ser feliz en esta corta, volátil, vida que nos ha tocado vivir.