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15 de noviembre de 2009

Las cosas que de verdad cuentan.

cloudsrain

O la frustración de no saber explicar lo que realmente nos pasa por la mente.

La verdad es que siempre me pasa lo mismo. Tarde lluviosa en Barcelona, Bill Evans en los auriculares, el portátil delante, y me asalta la melancolía. Y entonces me pregunto ¿porqué? Y las respuestas no aparecen, a pesar de que igualmente me siento así. ¿Es la lluvia?¿Es la música?¿Escribir?¿O seré yo?

Me paro un momento a reflexionar. Mi vida es igual que ayer. No me agobian excesivos problemas. No más, al menos, de los que he tenido siempre, de los que tenemos todos. Incluso podría decir que hoy en mi trabajo todo ha ido bien. Mi hija mayor ha tenido un examen al que le tenía pánico previo, y como casi siempre, ha venido contenta de cómo le ha ido, a pesar de que es una inconformista y siempre quiere más. La pequeña ya ha vuelto al colegio después de dos días en casa con fiebre. He comido bien, como casi siempre. Una amiga parece haber superado un estado de ánimo bajo. Me he duchado esta tarde otra vez y me ha encantado notar cómo resbalaba el agua caliente por el cuerpo. Me encanta el olor de la calle después de la lluvia. ¿Entonces, qué?¿Qué puede ser? A mi siempre me ha encantado ver llover, así que eso no será. La música de Bill Evans es imposible que me afecte, al menos negativamente. Es mi trankimazin para momentos de nostalgia, así que debe ser el escribir. Vuelvo a reflexionar, esta vez bien adentro. Sinceramente, creo que es eso. Necesito escribir. Como respirar, como beber, como amar. Necesito crear mundos propios. Mis propios mundos. Y tal vez sea eso. Algo tan fácil de percibir, tan difícil de superar, tan vacío como importante…

Han pasado unos días, unas semanas, desde que escribí esto, y en todo este tiempo el sol ha salido, el calor ha vuelto en este noviembre (tal vez sea el veranillo de San Martín o el cambio climático, no lo se), mi hija mayor vuelve a estar en el fragor de los exámenes, la pequeña ya no tiene fiebre y está ilusionada con la idea del colegio de reunir comida para enviar a un pueblo de África, y yo continúo relajándome con el piano de Bill Evans. Entre tanto mi amiga es más fuerte de lo que pudiese parecer, y ya ha superado su mal momento, igual que lo hará con otros que seguro le vendrán. El trabajo sigue allí, en su propio curso, mientras que de escribir, sigo haciéndolo. A mi ritmo, desde luego, pero continúo necesitando crear mis propios mundos. Todo ha cambiado desde el día que empecé a escribir estas líneas, y sin embargo, parece que todo sigue igual. Y debe ser porque las cosas importantes de la vida se transforman, pero realmente nunca cambian. Los hijos, la amistad, el amor, las ilusiones de cada uno, son lo más importante, lo más trascendente, aquello que realmente necesitamos. Son, en definitiva, aquellas cosas que realmente cuentan, que importan, sin las cuales vivir sería igualmente posible, pero desde luego no tan divertido. Hoy ya estoy bien…