El punto y final lo puso él. Ella no deseaba más que un punto y aparte. Sin embargo, cada vez que miraba las viejas fotos, ella notaba un cierto dolor en el alma. ¿Por qué había tenido que decidirlo por su cuenta? Aunque, si se lo ponía a pensar bien, él había hecho siempre lo que había querido. Ahora te necesito, ahora no, y eso a ella le había encogido el corazón demasiadas veces. Por eso le había dicho que necesitaba un tiempo para pensar, pero no se esperaba que él le ofreciese todo el tiempo del mundo. El tiempo hasta el final. Demasiado tiempo, pensó ella. Demasiado lejos el final, ella solo le había pedido algo tangible. Y ahora no sabía qué hacer con todo ese tiempo. Porque el recuerdo duele, la espera mata, pero ahora que sabía que ya no volvería, algo parecía moverse en su estómago. Algo que no la dejaba comer, que no la dejaba dormir, que casi no la dejaba respirar. Tal vez fuese el irremediable y definitivo adiós, pero eso no lo sabía. Le gustaría poder decir que nunca más volvería a sufrir por otro, pero estaba segura que si le regalasen tiempo en compañía, por poco que fuese, volvería a buscar una sonrisa, un beso, una mirada. Volvería a decirle que sí.