El ansia de conocer nuevos lugares, lo llevó a recorrer el mundo entero, hasta no quedar ningún rincón del planeta donde no hubiera estado, aunque tan solo hubiese sido por un día. Ya viejo y agotado finalmente decidió parar para descansar en un pequeño pueblo en las montañas, rodeado de árboles y suprema tranquilidad. Allí, ya satisfecho, esperó a ver pasar el tiempo, reencontrando nuevamente el tedio, hasta que un día vio aparecer a un forastero.
Hay un lugar que usted aún no conoce. ¿Quiere venir conmigo?
El viejo pareció confuso ante tal afirmación, y sin embargo su ansia de conocer acabó haciendo que aceptase partir en busca de aquel lugar desconocido. Y con la prisa por encontrarlo, ni siquiera percibió que, al partir, su cuerpo quedaba ya definitivamente atrás.