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18 de diciembre de 2007

Mensajes en una botella.

He aquí dos casos de botellas lanzadas al mar, una al océano salado, y otra al océano del tiempo.

Un marinero lanzó un mensaje en una botella desde Nueva York, dicen los papeles. El capitán Harvey Bennett lanzó cinco botellas de plástico el pasado agosto, con la esperanza de esperar respuesta, ya que al menos alguna de ellas llegase hasta alguna playa lejana, por lo que adjuntó su nombre y dirección, según el diario East Hampton Star.

El capitán pensó que su deseo se había cumplido al ver un paquete procedente de Gran Bretaña. Su alegría duró el tiempo justo de abrir la carta que acompañaba su botella. "Hace poco encontré su botella mientras daba un paseo por la bahía de Poole, al sur de Inglaterra", decía la misiva, firmada por un tal Henry Bigglesworth, de Bournemouth. "Aunque usted, probablemente, considera esto un instrumento profundo sobre el trayecto y velocidad de las corrientes oceánicas, yo lo llamo de otra manera: ensuciar", afirmaba Bigglesworth en su carta.

El encolerizado Bigglesworth, más adelante, exponía su desfavorable opinión sobre los norteamericanos en general. "Ustedes, los norteamericanos, no parecen contentos si no es fastidiando en algún sitio", agregó finalmente el inglés. Lo que no se, es la cara que se le quedó al pobre capitán de Bennett al ver el resultado de su bienintencionado experimento.

Una tarjeta de Navidad, con fecha del 23 de diciembre de 1914, que había sido enviada a Ethel Martin de Oberlin, por sus primos desde la localidad de Alma, en Nebraska, y con un dibujo pintado de Papa Noel y una niña, ha llegado a su destino en Oberlin, Kansas, después de haber estado perdida durante los últimos 93 años.

"Es un misterio dónde ha estado guardada la tarjeta de Navidad durante una buena parte del siglo pasado", ha dicho el cartero de Oberlin Steve Schultz.

Ethel Martin nunca llegó a leer la tarjeta de Navidad de sus primos, pues falleció antes de llegar a recibirla.

El Servicio Postal de EEUU quiso, sin embargo, entregar la tarjeta a sus familiares.

La tarjeta había sido puesta en otro sobre con un sello válido para la época y su envío a Oberlin, ya que este, de un centavo, hoy en día no habría valido en el sistema de correo americano.