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14 de marzo de 2008

Exposición Sarcófagos del Antiguo Egipto en el Museo Egipcio de Barcelona


La exposición Sarcófagos del Antiguo Egipto (Jardineros de Amos en el Valle de las Reinas), que se ha presentado en el Museo Egipcio de Barcelona, y a la que he podido asistir a la noche de inauguración, representa una buena oportunidad para conocer un poco más de cerca una colección de piezas de sumo interés. Los sarcófagos, traídos para la ocasión desde el Museo Egipcio de Turín, hasta donde los trajo Schiaparelli en 1903, habían permanecido desde entonces en los almacenes del museo turinés.


Debido a que los fondos del museo, patrocinado por la Fundación Arqueológica Clos, se centran, básicamente en el período romano-cristiano de la historia egipcia, resultaba interesante contrastar la evolución comparada entre las piezas.


Resultó una velada típica de las inauguraciones del Museo, con recepción institucional, breves parlamentos, y un posterior recorrido por el emplazamiento de la exposición temporal, a la que acudieron miembros de la fundación, patrocinadores, colaboradores, representantes del Ministerio de Cultura italiano, y prensa, para acabar degustando una copa de cava en la espléndida terraza del Marriot, la cafetería del Museo. Creo que el lugar elegido para las piezas, una sala en la terraza que ocupaba anteriormente la Fundación Godia, acaba estando demasiado diferenciado del resto de la exposición estable, y creando una falsa sensación de brevedad en el recorrido, algo que la importancia de las piezas expuestas no merece.


Sin embargo, para la ciudad de Barcelona es importante la ocupación de un espacio historiográfico ausente del resto de colecciones, y que hace importante la función expositiva y educativa de la Fundación dentro del campo museístico. Solo una pega. Dejando de lado que a la exposición de una colección permanente de reducido tamaño se la llame museo, cosa que en Barcelona también sucede con el Barbier-Müeller en el arte precolombino, y que en un museo de verdad constituirían salas, resulta chocante que cuando uno pasa delante de la puerta del Museo Egipcio de Barcelona, tenga la sensación de hacerlo ante una tienda de suvenir.