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28 de diciembre de 2008

El reloj del tiempo.

El otro día estaba mirando tejados, los tejados de mi ciudad...

Ya sé que parece redundante hablar de reloj y de tiempo a la vez. Los relojes son el paradigma de lo que damos en llamar el paso del tiempo. La horas, los minutos, los segundos, incluso meses o los años están incluidos en esa pequeña esfera que nos indica que todo en la vida es inexorable. Cuando esp o de monotonía, la sensación es que desaparecen. Mientras que durante la situación deseada, estas corren sin cesar. Es por eso que el tiempo es relativo. Todo lo es. Ya lo dijo Eistein, que como yo, sea dicho de paso, nació un catorce de marzo. Todo es relativo. Bueno, eso o algo parecido, qué más da. 

En fin, que llegados a este punto, en el que se acerca el final de otro año, eras algo bueno, parece que las manecillas no se muevan. Para los momentos de angustia,y el nacimiento de uno nuevo, aparece la necesidad de hablar de nosotros, de nuestro tiempo. Me refiero a todos, al ser humano en general. ¿Porqué nos afecta tanto el paso del tiempo?¿Es el miedo a hacerse viejo, a no poder hacer lo que hacíamos, a finalmente morirnos? No lo sé, pero en definitiva a todos nos aterra. ¿Y es por eso que hemos creado religiones que nos prometan la vida eterna? No lo sé, yo no soy filósofo. Por eso yo me imagino a Dios como un reloj gigante. Un reloj universal.

Para mí el tiempo es algo tan intangible que, igual vuela, igual se estira igual que un chicle de menta, se alarga como un suspiro ante una mujer hermosa que no nos pertenece, o se contrae como la esperanza que nunca consigamos ser eternamente felices. Tan hermoso como el beso de una de mis hijas. Tan exacto como la emoción de coger de la mano a la mujer que amas. Tan real como desear y no poseer. Tan pleno como saber que solo somos una minúscula, insignificante parte de todo lo que nos rodea. 

Por eso pierdo la vista en los tejados. Porque encuentro en ellos un lugar donde refugiar mi mirada del resto de los que también me miran, para colgar en ellos los retales de aquello que deseo, de mis sueños incumplidos, con la esperanza de que el tiempo pase, pero que pase bien.