Nos estamos acercando a las fechas navideñas, o al menos las luces que adornan Barcelona así me lo recuerdan constantemente. Bueno, aunque según los comerciantes de nuestras ciudades, hace ya tiempo que deberíamos estar pensando en el gordinflón Santa. Si, ya sé que no he sido demasiado políticamente correcto con el abuelete pasado de peso, barba blanca, ropa ridícula, y con un medio de transporte que, aunque ecológico, todos los defensores de los derechos de los animales se le echarían encima por explotación animal. Pero es que el gordo se las trae. Y eso, sin hablar de su faceta de empresario explotador, que para estas fechas subyuga a todos los elfos que trabajan para él, exigiéndoles horarios inhumanos y un rendimiento rayando la esclavitud. Y no se te ocurra montar un sindicato para defender los derechos élficos, que el tío, en esta época de crisis global, te amenaza con una reestructuración de plantilla, y los temporales a la calle. Si es que con este argumento del miedo al despido, ni siquiera es capaz de poner calefacción en su central de distribución de juguetes y regalos, y me parece increíble que para ello, esgrima el argumento de que si se puede derretir el hielo y eso puede ir en contra de la imagen de la empresa. ¿Y todos esos delegados suyos que ahora están esparcidos por las principales calles del planeta, traje rojo enfundado, barba postiza, campanilla en la mano, guantes roñosos, y bolsas de caramelos sin fecha de caducidad? Esos ni siquiera conocen al jefe, porque trabajan para una empresa de trabajo temporal, con comerciantes como intermediarios finales. A mí no me engaña el famoso Santa. ¿Qué debe cobrar a compañías como la Coca-Cola por derechos de imagen? Seguro que una barbaridad, y los elfos sin calefacción. Señor, a lo que hemos llegado. Al menos los Reyes Magos son autónomos, y cuando acaban las fechas de trabajo no pasan a engrosar las listas del paro.
Con todos estos datos, ¿cómo esperáis que me guste la navidad?
Y a pesar de todo, ¡FELICES FIESTAS!