Normalmente soy bastante proclive a no celebrar ni conmemorar públicamente ninguna fecha. Prefiero valorarlas una vez ya han pasado, lo que da una perspectiva mejor de su significado. Ni qué decir que no celebro efusivamente, o tal vez nada, san valentín (adviértase las minúsculas), el día de la mujer trabajadora, el día de la Constitución, el día del padre, de la madre, los santos (qué tendrá que ver en mí san juan y san pedro, si me llamaron así por mi abuelo y un tío de mi padre)... y así hasta casi todas. Hay excepciones, por supuesto, pero la mayoría son más de cara a la galería.
Sin embargo, este año me ha dado por pensar, y mira que no suele ser habitual, y he decidido que a partir de hoy voy a celebrar mi cumpleaños, nacimiento, natalicio, o como narices se le quiera decir. ¿Alguna razón especial para que un número tan poco llamativo como el cuarenta y seis implique un punto de partida? La verdad es que no. Tampoco lo fueron el veinte, ni el treinta ni el cuarenta, así como tampoco el cuarenta y cinco. ¡Si ni siquiera fue especial el dieciocho! Solo es que hoy, si, hoy, me he dado cuenta que vale la pena celebrar que hace ya tanto mi padre y mi madre decidieron que estaría bien ver nacer una nueva vida. Y porque sé que esa, mi vida, mi llegada a este mundo, influyó en las suyas, así como después en la de más gente. En algunas mucho, en otras solo un poquito, en otras solo un instante. Y tanta gente que ha influido en la mía, y a la que agradezco el haberla enriquecido. Gracias a todos los que han desfilado en mis cuarenta y seis años de trayecto, y a los que van a acompañarme en los siguientes que han de venir. Gracias a vosotros por aguantarme como soy, ya que a estas alturas cambiar me resultaría imposible...¡Huy!, es verdad, que hay quien dice que no hay nada imposible a pesar de los pesares. Un abrazo a todos.
Sin embargo, este año me ha dado por pensar, y mira que no suele ser habitual, y he decidido que a partir de hoy voy a celebrar mi cumpleaños, nacimiento, natalicio, o como narices se le quiera decir. ¿Alguna razón especial para que un número tan poco llamativo como el cuarenta y seis implique un punto de partida? La verdad es que no. Tampoco lo fueron el veinte, ni el treinta ni el cuarenta, así como tampoco el cuarenta y cinco. ¡Si ni siquiera fue especial el dieciocho! Solo es que hoy, si, hoy, me he dado cuenta que vale la pena celebrar que hace ya tanto mi padre y mi madre decidieron que estaría bien ver nacer una nueva vida. Y porque sé que esa, mi vida, mi llegada a este mundo, influyó en las suyas, así como después en la de más gente. En algunas mucho, en otras solo un poquito, en otras solo un instante. Y tanta gente que ha influido en la mía, y a la que agradezco el haberla enriquecido. Gracias a todos los que han desfilado en mis cuarenta y seis años de trayecto, y a los que van a acompañarme en los siguientes que han de venir. Gracias a vosotros por aguantarme como soy, ya que a estas alturas cambiar me resultaría imposible...¡Huy!, es verdad, que hay quien dice que no hay nada imposible a pesar de los pesares. Un abrazo a todos.