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26 de septiembre de 2012

Elogio del café



Una leyenda muy comentada y difundida sobre el origen del café es la de un pastor llamado Kaldi, procedente de Abisinia , la actual Etiopía, observó asombrado como unos pequeños frutos rojos que consumían sus cabras producian en estas un efecto vigorizante, algo comprobado por él mismo posteriormente. Desde aquí, y con el paso de los siglos, el cafè fué ampliando su campo de acción y transformando su producción hasta llegar al siglo XV en los monasterios sufi de Yemen, donde los granos de café fueron tratados por primera vez de una forma similar a a la que conocemos hoy en día. Hasta aquí su contexto histórico. Ahora pasemos a su contexto social, ya que el café se ha transformado su uso hasta llegar a ser, como lo percibimos en nuestras actuales sociedades, un referente en las relaciones entre las personas.
Qué mejor motivo hoy en día para entablar una conversación que delante de un humeante y recién servido café, aceptando dentro de este cualquiera de sus variantes y de sus formas de ser servido. Ante una taza de café, mi personal forma de verlo, sea un espresso, un cortado, uno con leche, un manchado, un americano, con hielo, o de la variedad que cualquiera guste, se reúnen personas para cerrar tratos de negocios, para charlar con amigos, los amantes o los que intentan serlo, los que buscan relajarse, los que huyen del estrés cotidiano, los que leen los periódicos o consultan su portátil en busca de cualquier cosa que pescar en la red... y así hasta infinidad de posibilidades.
Es por eso, y porque a mi me encanta el olor que desprende un café recién hecho por la mañana, que celebro la idea de aquel pastor de Abisinia que pensó que lo que era bueno para sus cabras, también era bueno para él. Desde aquí a él, junto al desconocido inventor de la cama, mi eterno agradecimiento por las innumerables horas de placer vividas.