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30 de septiembre de 2012

Las zapatillas de baile.


Aquella tarde, bajo la penumbra que anuncia el fin del otoño y la llegada del invierno, Ruth descubrió el regalo que sus padres le habían hecho para celebrar su octavo cumpleaños. Aquellas zapatillas de baile eran tan hermosas, con su color descarnado, sus lazos inacabables, y su flexibilidad incansable, que no podía haber nada mejor en el mundo. Las apretó contra su pecho con la infantil necesidad de evitar que algo las hiciera desaparecer, y así durmió aquella noche, soñando con bailes, vueltas, pliés y demipliés. Nunca había sido tan feliz, y a partir de aquel día, ni los esfuerzos, el cansancio, la rutina perentoria, o el desánimo inabarcable pero momentáneo, hicieron mella en su voluntad de bailar algún día en un gran escenario, ante un gran público. Y cuando finalmente estuvo a punto de conseguirlo, cuando estaba apenas a unas semanas de estar deslizándose sobre unas tablas envuelta en focos y miradas de gente, aquel coche demasiado veloz, aquel instante de ensoñación que no le permitió verlo, todo junto y a la vez, un instante y las zapatillas de baile quedaron solo en un recuerdo.
La vida te puede quitar todo lo que más deseas en un instante. Te puede quitar los proyectos, las ilusiones, te puede incluso arrebatar los sueños, eso es verdad, pero nunca pudo arrancarle a Ruth una sonrisa. Porque a pesar de cambiar las zapatillas de bailes por unas muletas, ella ya sabía lo que era sufrir para conseguir lo que deseas, luchar por un destino mejor, así que metió su vida anterior en un baúl, también a la anterior Ruth, y se dispuso a ganar la batalla a no sabía muy bien qué enemigo. 
A pesar de no poder bailar, Ruth consiguió algo que no todos los que podemos llegar y no lo hacemos por pereza hacemos, y es demostrarse a si misma que, seas como seas, te pase lo que te pase, lo más importante es quererte, y nunca desfallecer en la búsqueda de la felicidad, sea esta como sea. Si alguien nos arrebata definitivamente un sueño, de nosotros depende luchar siempre por otro. Lo importante es nunca dejar de soñar.