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1 de febrero de 2012

Dice un antiguo proverbio indio, de los indios de las praderas, de las praderas americanas, me refiero, que para conocerte realmente te has de presentar ante ti mismo desnudo de todo lo que te envuelve, de cualquier bien material, de cualquier temor, de cualquier lazo con la vida. Me imagino que a lo que se refiere el proverbio, dicho o como lo llamemos, es que para conocernos, primero nos hemos de despojar de cualquier atadura que pueda ligarnos, que nos pueda influir en nuestros actos, en nuestras decisiones.

Realmente es imaginable que un individuo adorador de Manitú, allá en la casi soledad de su tipi bajo las estrellas, apenas poseedor de unas mantas de búfalo, cuatro lonas, una pipa, un caballo, pueda llegar a plantearse el deshacerse de todo lo superfluo. Hoy en día lo tenemos más difícil, la verdad. Vivimos en una sociedad que nos invita a no desprendernos de ninguna de nuestras posesiones, materiales o inmateriales. Nos hemos convertido en seres egoístas que anteponen lo que tengo a lo que soy, tal vez porque nos cueste mucho reconocernos sin todo lo que hemos conseguido a lo largo de los años. Es duro verte desnudo delante de ti mismo, y ya sabéis que hablo metafóricamente, sin pensar que en realidad en el reflejo del espejo que es el paso del tiempo, somos más por lo que poseemos que por lo que tenemos realmente como seres humanos. La verdad esencial es que no hay nunca vuelta atrás, y que cuan retrato de Dorian Gray, todo lo que somos se esconde en el fondo de nuestra alma.