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14 de octubre de 2008

Pequeño diario de campaña.

Esta mañana me he levantado temprano, como todos los días laborables de la semana. Antes de las siete ya estaba preparando el desayuno en la cocina, después de dar los buenos días a casi toda mi familia, ducharme y vestirme. Tengo una costumbre adquirida desde hace años, y no es otra que, mientras caliento el café, preparo las tostadas y el zumo de naranja, ver de reojo las noticias en la televisión. Lo sé, ese es un rasgo demasiado urbanita, pero ¿qué puedo hacer yo, si lo soy? No podría redimirme de eso, por mucho que lo pudiese intentar, que no es el caso.
Bueno, pues mientras estaba en eso, las naranjas apoyadas en el exprimidor, veo en la pantalla una monja ancianita, agitando una banderita americana (norteamericana, perdón), mientras ríe con expresión pícara. Paro de apretar las naranjas para oír de lo que va la noticia, pero cuando consigo centrarme en las imágenes, vuelve a aparecer la presentadora hablando de la crisis mundial, aquella en la que los gobiernos quieren ayudar a las tan torturadas multinacionales y bancos (risas por mi parte). Mientras maldigo mi suerte, a la vez que mi familia se presenta para la primera y más importante comida del día, o al menos eso dicen, pienso que he de esperar media hora para poder volver a saber de aquella monjita. Demasiado tiempo, así que decido que al coger el coche, pondré el canal de la radio de noticia s veinticuatro horas. En todo el trayecto hasta mi trabajo, nada, ni una mención a aquella monja de aspecto angelical. Y no es hasta llegar a mi trabajo cuando me entero que aquella señora (al fin y al cabo, está casada con Dios), tiene ciento seis años, que vive en Roma, y que mantiene una vitalidad y lucidez espléndidas. Pero sobre todo lo que me deja perplejo, es que piensa votar en estas elecciones por segunda vez en su larga vida, y que lo hará a favor de Barak Obama. Casi me atraganto con el segundo café del día. La iglesia apoyando a la izquierda, aunque sea tan poco izquierda como la americana.

Por eso, mi apoyo a esta centenaria monja en su voluntad de apoyar a Obama. Todos tendríamos que hacer caso a la sabiduría que le han dado a esta mujer su siglo de reflexión. ¿Le habrá enviado Dios algún mensaje secreto? Solo ella lo sabe. Ojalá aún esté a tiempo de votar antes de que su jefe la reclame para presentar informe.