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13 de noviembre de 2008

Los amigos.

En esta vida, los amigos, y me refiero a aquellos que lo son de verdad, nos acompañan siempre. Puede que estemos años sin verlos, que los veamos de tanto en tanto, o que simplemente sepamos de ellos, pero una cosa es segura, cuando los ves, te reencuentras contigo mismo, con tu pasado, y con tu propia existencia, de la que ellos forman parte.
¿Porqué digo esto? Pues porque yo tengo pocos amigos, y me refiero al tipo de aquellos que he descrito arriba, de los que siempre encuentras cuando los necesitas, y a los que tú estás dispuesto a ser encontrado por ellos cuando haga falta. Dos de estos amigos, a los que quiero de una manera especial, y a los que hacía dos años que no veía, nos invitaron un domingo a comer para decirnos que se habían casado el día anterior. Había sido una ceremonia civil, a la que solo asistieron la familia más cercana y los testigos. Fue una verdadera sorpresa, porque llevaban viviendo juntos casi veinte años, y a estas alturas pensaba que ya no necesitarían casarse, y más estando en el registro de parejas de hecho, pero he aquí que ya son legalmente marido y mujer. Sus motivos son suyos y, para el caso, no creo que deba ser importante saberlos.

Joan, el amigo del que hablo, lleva estos veinte años de pareja en una silla de ruedas, debido a una esclerosis múltiple de origen confuso, que le sobrevino de improviso, casi sin avisar. Desde aquel mismo día en el que su vida cambió para siempre, su sentido del humor se hizo mucho más punzante, desdramatizando su situación delante de los demás, lo que ha hecho que con el paso de los años todos nos adaptásemos a su silla. La verdad es que mi amigo es un tío fenomenal. ¿Sabéis que llegó a llevar la antorcha en un relevo de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992? Es un ejemplo de superación, de esa clase de persona que nunca se viene abajo, por mucho que la enfermedad le aceche en cada esquina del día.

Pero para mí, la persona que merece un comentario aparte es mi otra amiga, su actual mujer, Carmen. ¿Qué decir de ella? Sería imposible exponer en palabras la admiración que me produce. Los conozco a los dos desde que íbamos al instituto, y puedo decir que, gracias a las cosas que hemos vivido juntos, siempre ha hecho gala del más grande de los optimismos. Cuando la esclerosis atacó a mi amigo, ella era muy joven, con toda una vida por delante, pero si cualquiera hubiese huido de algo que le ataba a una vida no elegida sin poder ser juzgada por los demás, ella escogió el camino más ingrato, pero a la vez más desinteresado, quedarse al lado de la persona que quería. Hizo aquello que le dictaba el corazón, sacrificando su propio destino, y os aseguro que no se arrepiente de ello. Yo lo sé, porque ella misma me lo ha dicho hace poco.

Si el destino ha querido ponerles difícil su vida, ellos han puesto buena cara, y son tan felices como lo pueda ser cualquier otro. Por eso su vida es parte de la mía. Porque me han enseñado que se puede, y se debe, luchar por los sueños, y que de las pesadillas despertamos un día u otro, solo hace falta desearlo con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón.