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29 de enero de 2010

Sobre lo imposible, o nosotros mismos.

Cuando las cosas son, son, o así deberían ser. Bueno, me imagino que todos estaréis de acuerdo en esto, pero yo no. No siempre, o más bien casi nunca, las cosas son como deberían ser. ¿Es que acaso debemos cruzarnos de brazos cuando vemos que las cosas tendrían que ser de otra manera? Es difícil, lo se, pero solo hay una lucha imposible, y esta es el final de la vida. Lo que hay en medio, no es más que una mezcla, muchas veces mal hecha, de ilusiones, necesidades, contradicciones, miedos, envidias, situaciones estimulantes, traiciones de todas las medidas, y una interminable lista de muchas cosas más. Y reconozco que yo soy el primero en padecer el síndrome de lo existencial. Si, ese que empieza cuando te preguntas si te falta algo por hacer en la vida, y te hunde más cuando la lista se hace casi interminable. Por eso, cuando algún amigo te pregunta si cambiarías algo de lo que has hecho en tu vida, a pesar de que una abrumadora mayoría dice que no cambiaría nada, la totalidad, estoy seguro, sentimos que no hemos hecho cosas como nos hubiera gustado en realidad, o ni siquiera hemos hecho cosas que nos hubiera encantado probar. ¿Desilusión? Yo creo que si. Y no debe darnos miedo ni vergüenza admitirlo, porque las cosas son así. Y este mundo contemporáneo tan ostentoso, individualista, competitivo y perfeccionista que nos ha tocado vivir, no ayuda para nada a aceptar que las cosas son como son, pero que podemos cambiar nuestra mirada sobre ellas. Porque todo radica allí, en el punto de vista de cada uno. No predico el conformismo. De hecho, no predico nada. Pero creo, sinceramente, que todo lo que nos rodea es moldeable, y que el ser humano es un catalizador de sinergias. Porque si cuando suena el despertador, te quedas diez minutos más en la cama, ese tiempo lo disfrutas más que las horas que has estado durmiendo. Y eso es porque, en el fondo, sentimos que estamos venciendo al tiempo inexorable. Vana ilusión, si, pero gratificante. Todo, porque lo que vivimos lo hacemos a través de nuestra propia necesidad. Luchemos por conseguir nuestros deseos, nuestras necesidades, siempre que estas no perjudiquen a otros. Al fin y al cabo, nunca está de más mimarse de vez en cuando a uno mismo.