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7 de agosto de 2010

Buscar después de perder

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Hoy no ha empezado bien el día. Al hámster de mi hija pequeña hemos tenido que practicarle la eutanasia, ya que estaba muy enfermo. Las lágrimas de mis dos hijas en la consulta del veterinario eran casi inconsolables. De nada servía lo que siempre había dicho del ciclo de la vida, de ya sabíamos que un día tenía que pasar, o que ya era viejecita. Palabras vanas. Y es por eso que entonces, en estos momentos de necesidad, surge instintivamente la idea de lo sustituible. ¿Y si compramos otro? Me he negado en redondo. No creo en el consuelo de cambiar lo viejo por algo nuevo, tan solo porque es del mismo género. No lo creo en los animales, pero tampoco en las cosas, y muchísimo menos en las personas. Buscar para llenar el vacío dejado está bien, pero no a cualquier precio. Las cosas o personas que se nos van, o desaparecen de nuestras vidas, son importantes para nosotros por todo aquello que nos aportaban y significaban. ¿Vale la pena buscar algo parecido rápidamente solo por el mero hecho de paliar nuestro sufrimiento? Vuelvo a repetir que creo que no. Porque aquello que vivimos con otros es lo que los hace especiales, irremplazables, insustituibles. ¿Acaso cuando nos separamos, o cuando un amigo nos olvida, corremos a buscar otra pareja o amistad sean estos como sean? Corremos el peligro de equivocarnos, porque dejamos de utilizar valores objetivos a la hora de elegir para depender de la necesidad de reemplazar la que hemos perdido lo antes posible. Claro que todos tenemos derecho a sufrir lo menos posible y el menor tiempo deseable, pero también es cierto que la vida por si misma ya hace que encontremos aquello que nos llenará de nuevas experiencias sin necesidad de escoger nosotros cualquier marca blanca. Buscar el reemplazo a toda costa y cuanto antes, sería como desvirtuar a aquel que ya no está y con el que hemos vivido. Si nos deja nuestra pareja, lo lógico es que vivamos buscándonos a nosotros mismos, más que a otro, y así seguro que encontraremos a alguien que nos haga enteramente felices. Solo es cuestión de observar, y no solamente de mirar. Nunca cambies de coche sin sentir si estás cómodo sentado al volante, porque lo estéticamente hermoso puede que luego no nos produzca la satisfacción de conducir. Y quien dice coches, puede hablar de cualquier cosa. Por eso, hoy al mirar a los ojos de mis hijas me he dado cuenta que ningún otro hámster podría sustituir al que se había ido, ya que entre todos le habíamos conferido un espíritu propio. Sus lágrimas eran el reflejo de lo que sentían por un ser vivo con el que habían compartido casi dos años de sus vidas, y eso no se fabrica de serie en cada nuevo animal. Simplemente no sería justo, ante todo para el que sustituye. Pongámonos en su lugar. Siempre luchando por ser mejor que el que ya no está, el que se fue, al que hemos dejado. Siempre sintiéndote reflejado y comparado. Porque al sustituto le importamos, y ahora ya hablo sobre todo de las personas, y si está con nosotros es porque desea estar. Qué triste para todos sería no darle una oportunidad por como es, por lo que es. Todos la merecemos, por ser quienes somos. Y a veces es lo único que tenemos, que podemos ofrecer.