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6 de septiembre de 2010

El doblaje del cine, la vida.

                 microfono-03

Ver una película de cine doblada es como la vida misma, o sea que lo mejor es aquello que no se presenta a primera vista delante de nuestros ojos. Me explicaré. Cuando vas al cine a ver una película doblada, tenemos la inevitable tendencia a centrar nuestros sentidos en lo obvio. Es decir, en las imágenes, la música y las palabras. Parece que si nos perdemos algo de lo que se habla, no comprenderemos el mensaje de lo que estamos viendo, lo que es natural, por otra parte. Sin embargo, siendo esto verdad, a mi me llaman poderosamente la atención aquellos momentos, segundos diría, en los cuales la realidad sonora del original emerge sobre el silencio enlatado que envuelve las palabras de los protagonistas. Son esos instantes en los que lo cotidiano, aquello que no parece influir, se abre ante nosotros. Es el sonido ambiente. Unos pasos, una televisión lejana, el viento, las charlas de fondo de un restaurante o un bar, los cubiertos al chocar, o las tazas al apoyarse en su plato. No se, todo aquello que en el original envuelve la percepción del espectador y que en el doblaje nos es escatimado con cicatería. A veces me pregunto, porqué me ha de interesar más para la descripción psicológica de un personaje lo que dice, que en el trasfondo en que lo dice. Al quitarle el sonido ambiente le quitamos parte del espíritu emocional a las situaciones que vemos. Y para mi dice mucho más de una persona aquello que la rodea que lo que quiere que yo acabe percibiendo. Llamadme raro, pero soy de esos, y reconozco que no se si estoy acompañado, que esperan y disfrutan del sonido que emerge entre el silencio de los dobladores. Porque en este mundo de tanta luminosidad,se nos escapa mucha vida por no querer escuchar más allá de aquello que vemos. Por no prestarle atención a lo que tan solo intuimos.