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30 de abril de 2012

Como alguien sentado en una orilla extraña.

Así se sentía ella delante de todo lo que le estaba sucediendo. La persona a la que mas debía importarle en la vida,aquella que había decidido un día que el acto mas hermoso del ser humano podía acabar siendo ella,su padre,no había hecho mas que comportarse,ya tan mayor,como un niño egoista. ¿Es que no podía llegar a darse cuenta de que todo lo que ella hacía era por su bien,por cuidarlo? La rabia que sentía en estos momentos acabaría,como vanía ya siendo costumbre, trasformándose en dolor. Era el proceso habitual. Sin embargo,y a pesar de las cosas que le había dicho,que ella había tenido que sentir de boca de su padre,de aquel hombre que nunca le había susurrado un te quiero,cosas que le rompían el alma y que la hacían sentirse tan sola,a pesar de todo, ella acabaría acudiendo siempre a su lado. Porque, aunque la incompresión apareciese a través de las ventanas del sentimiento,nunca podría dejar de asomarse a aquella orilla extraña e imaginar que aún,algún dia,podría llegar a ser una niña pequeña de la mano de su padre,otra vez. Porque el tiempo se lleva aquellas cosas que mas queremos,y siempre es demasiado tarde esperar a mañana para decir te quiero.