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14 de diciembre de 2012

A que llegue.



Corté la carne con el cuchillo más afilado, luego vino la cebolla, la grasa de pella, las patatas, el pimentón dulce, el comino y el ajo molido. Más adelante, los huevos duros y la cebolla de verdeo, ya que todo tiene que quedar bien jugoso. Luego, a esperar que todo cueza, disfrutando de un buen vino blanco, y releyendo por septuagésima vez las páginas de Benedetti, ya manchadas de eterno y nostálgico aceite, mientras mato el tiempo pensando por qué hay tan pocas cosas que sazonen la vida. Huelo entonces, embriagado, el aroma de la comida recién salteada al fuego. Ahora solo falta esperar la compañía deseada para admirar, con envidia lo reconozco, cómo la servilleta recorre sus labios húmedos.