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26 de septiembre de 2010

De la mentira y los secretos.

                 secreto 3

Todos hemos dicho alguna vez, a lo largo de nuestra vida, una mentira. Casi todos hemos dicho más de una vez mentiras.Y casi todos hemos dicho muchas mentiras. Incluso, ha de existir en el ancho mundo alguien que haya convertido el ser mentiroso en una especie de juego, de modus vivendi social. Y sin embargo, aún reconociendo todo lo anterior, no entiendo la mala fama que tienen las mentiras, ya que estas son, por lo general, una murallas para salvaguardar nuestros secretos, algunos íntimos e inconfesables. Un arma, sin duda, que utilizada con el fin de proteger lo que no deseamos enseñar, no tiene porqué ser mala.

Y si hablamos de los secretos, estos figuran como imprescindibles, bajo mi punto de vista, a la hora de guardar nuestra intimidad. ¿Porqué tener secretos ha de parecer intrínsecamente malo, cuando en realidad es una manera como otra de ejercer nuestra libertad a explicar lo que deseamos? Porque no contar aquello que nos interesa o queremos, no es malo porque sí, al menos para el que tiene secretos que ocultar. Hay que respetar los motivos por los que lo hace. Lo que pasa es que, por lo general, todos deseamos conocer aquello que concierne a los demás, y somos insaciables en ese aspecto. Ahora bien, esas mismas personas que matarían por saber lo del vecino se guardan también lo suyo para ellas, lo que no deja de ser muy humano y a la vez muy ilógico. La mentira, por otro lado, también nos ayuda a despistar al curioso de lo ajeno, y a guardar nuestros secretos en el cajón de nuestra intimidad, lo que evita, de paso, quedar desnudos ante la inquisidora e implacable mirada de los otros.

Por otro lado, la mentira y el secreto también existen para encubrir algo que nos avergüenza de nosotros mismos, o que podría hacer daño a otros. O los secretos que tapan, estos más íntimamente ligados a nuestras inseguridades, nuestra verdadera manera de ser, y que haría que los demás nos viesen como somos realmente, y no como queremos que nos perciban. De ahí que siempre aparezca tanto visionador de documentales y de películas centroeuropeas subtituladas.

No estoy justificando aquí, en forma de alegato, mis secretos y mentiras, ya que no lo necesito ni es mi intención. Cada uno se conoce sus propios secretos y mentirse a si mismo si que es la mayor de las mentiras. El mentiroso, creo, no es tanto un cobarde en el estricto sentido de la palabra, como un superviviente. Mentimos por necesidad o simplemente porque queremos. Incluso a veces por no hacer daño a otros. Mentimos para nosotros, no para los demás. Y mantener, muchas veces, el secreto, es fuente de libertad individual.

Por eso, ¿arrepentirme yo de mis secretos?..¡a ti te lo voy a contar!