Buscar este blog

5 de abril de 2011

El amor a cuatro bandas.

Una mujer está en el probador de una tienda de grandes almacenes llamando por teléfono, mientras su marido (o pareja, que para el caso, lo mismo da) está esperándola fuera, escribiendo un mensaje en el suyo. Otra mujer está encerrada en el lavabo respondiendo un mensaje, mientras su marido (aquí no me da la gana, están casados) habla flojito en la terraza de su casa a la vez que mira de reojo para adentro.

Bueno, parece claro, o al menos a mi si, que estos están liados, intercambiados o como queráis decirlo. Porque vamos a ver, si a la primera mujer la llamamos A, a su pareja B, a la segunda mujer W, y a su marido Z (nótese la lejanía entre letras que he puesto, ya que no es cuestión de hacer las cosas más complicadas aún), podemos intentar plantearnos porqué. Me explico. ¿Porqué están intercambiados si realmente se nota que los cuatro se conocen entre ellos? Pueden darse varias variantes. Puede que A conociese a B antes que a Z, que entonces encontró a W, pero que el destino les empujase a conocerse mutuamente y entonces resultase que A más B fuese una variable menos factible que la de A más Z, y que W más Z tampoco cumpliese las mismas condiciones que W más B, o sea que sería mejor A más Z que A más B, lo que dejaría la variable anterior como algo realmente mejorable…en fin, que la fórmula no funciona. De forma más sencilla, es como si partiésemos un limón y una naranja e intercambiásemos las mitades. El resultado sería curioso, pero no perfecto. Se que me diréis que en la variedad está el gusto, pero si tanto se gustan las partes cruzadas, para qué forzar la situación. Además, luego está la cuestión de porqué no se cambian los papeles y ya está. Sería más fácil y todos felices. Aquí está el error. Ninguno sería realmente capaz de dar el paso. ¿Porqué? Primero porque A y Z no saben que B y W, ni a la inversa, están en su misma situación, ya que los cuatro son amigos y no pueden decir nada, como si de una comedia de enredo se tratase. Tampoco las partes estarían dispuestas a perder lo que tienen. Si hombre, Z darle a W el piso que ha pagado básicamente él. Claro que W tampoco estaría dispuesta a negociar el hogar de sus hijos, que ella ya se los quedaría. Y qué decir de A. Renunciar al nivel de vida que le ofrece B para ir a vivir a un piso de alquiler con Z…¡ni hablar!, que viajar varias veces al año está muy bien, ya que algo hay que contar después a los amigos.

Entonces da igual que A sea tranquila, amante de los animales, lectora voraz, romántica empedernida, y profundamente soñadora. O que a W le encanten los hombres maduros, fuertes y con capacidad de protegerla ante cualquier adversidad. Y que cada una encuentre en otro lo que busca y no acaba de encontrar en lo que tiene. Porque el riesgo a perder lo que se posee te hace cobarde, te anula el poder de decisión. Y sin embargo, a veces, qué bueno es un buen vaso de zumo de naranja fresquito, ahora que empieza a apretar el calor.