Buscar este blog

18 de marzo de 2008

Opinión. Como el ying y el yang


El conflicto del Tíbet está generando, en todo el mundo, una oleada de protestas. Bueno, más que oleada, habría que hablar de calma chicha. Son tan tibias estas protestas que, sobre todo en la vieja Europa, tan habituada al anti imperialismo yanki, no pasan de, por ahora, pequeñas concentraciones delante de embajadas y ayuntamientos. Desde luego, nada comparable con lo que sucede en referencia a la independencia de Kosovo, donde la Otan pone el norte del recién nacido país bajo la ley militar.
El aviso por parte del Dalai Lama de que dimitirá en caso de producirse una nueva escalada de violencia por parte de las autoridades chinas, o de sus monjes, parece una medida tan loable como poco práctica. ¿A quién beneficiaría tal medida? Desde luego, a su pueblo no. Tan efectista como inútil para la búsqueda de la paz. Un sacrificio, en definitiva, que no eximiría de responsabilidades políticas.
Mientras, en Kosovo, la violencia se ejerce desde otro punto de vista. No es la búsqueda de la libertad perdida, como en Lhasa, a los pies del las montañas, si no que es la represión de la aspiración de independencia por parte de una región. Es el exterminio de la autodeterminación de los pueblos. Kosovo es Serbia porque así lo deciden los serbios, no los kosovares. ¿Es que en Serbia nadie se pregunta porqué ha llegado la situación a este punto? La antigua Yugoslavia era, por lo que parece, una total amalgama de espíritus contradictorios.
En definitiva, dos casos diferentes, dos casos opuestos, dos búsquedas de la libertad desde dos puntos de partida distintos. Unos la están tocando con los dedos, mientras otros, ya ni se acuerdan qué tacto tiene.