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6 de septiembre de 2008

El olvido de Pablo Aguirre

Pablo Aguirre abrió los ojos, como movidos por un resorte. Se despertó asustado, con el molesto presentimiento de que había olvidado algo, y que no podía recordar qué podía ser. Dió varias vueltas en la cama, intranquilo. No había manera de volver a conciliar el sueño. Le atormentaba, le ahogaba, la idea de haber podido llegar a olvidar algo importante. Tal vez fuese una cita, o tal vez algún mensaje que debía recordar. Cabía incluso la posibilidad de que aquello que había olvidado pudiese ser la visita importante a un médico… ¿Cómo podía haberlo olvidado, no llegar a recordarlo? A pesar de sus años, siempre había tenido buena memoria.

  Y es que el mero hecho de intentar recordar, parecía poner en marcha algún mecanismo recóndito de su cerebro que borraba cualquier síntoma de llegar a conseguirlo. Cuanto mayor era su empeño, más difícil parecía el poder llegar a recordar algo. Se imaginaba como un ratón dando vueltas en su rueda, intentando alcanzar infructuosamente su trozo de queso.

  Dio varias vueltas en la cama. La oscuridad de la habitación era total, y eso solo podía significar que aún era noche cerrada. No llegaba ni un solo sonido de la calle. Aguzó aún más el oído, pero aún así, todo parecía en silencio allá fuera. Volvió a cerrar los ojos, nervioso, intentando volver a conciliar el sueño, pero no parecía que hubiese manera. Dormir se había convertido en algo imposible, prácticamente inalcanzable. Y lo peor de todo, era que no dejaba de darle vueltas al hecho de si lo que había olvidado era algo que debía hacer, o tal vez alguna cosa ya no habría hecho. Extraña sensación.

  De repente, oyó ruido al otro lado de la pared. Parecía la voz profunda de un hombre la que estaba hablando. Seguro que María, la vecina morena y exuberante, había traído de nuevo visita masculina a su casa. Entonces notó un frío repentino, y luego un mareo, por lo que optó por taparse con la manta. Ultimamente estos síntomas le pasaban más a menudo. Giró entonces el cuerpo de costado, para intentar conciliar mejor el sueño, pero la idea de su mente en blanco parecía perseguirle en la vigilia ¿qué era lo que podía haber olvidado? Seguro que debía ser algo importante, pero ¿el qué?

  Un fuerte olor a humedad parecía inundar ahora la habitación. Otra vez el lavabo, que perdía agua. ¿Podía ser eso lo que había olvidado, llamar al fontanero? No, eso ya lo había hecho el lunes, pero le habían dicho que hasta el viernes no podría pasarse, demasiado trabajo atrasado. Oyó entonces llorar al otro lado de la pared. Tal vez el fulano ese de la voz profunda le había pegado a María, lo que no sería extraño, ya que sus acompañantes los conocía en el club aquel, en el que trabajaba por las noches de bailarina. En fin, solo pedía que algún día no le pasase realmente algo grave, ya que en el fondo, aquella chica desgarbada y presumida, le caía bien.

  Pero, ¿qué había olvidado?... Un lamento. Un ruido como de un golpe. Tal vez fuese la pobre María… solo esperaba que esta vez no le hicieran daño. Tantas veces le habían roto ya el corazón…

  Si, eso era. Por fin lo recordaba. Al fin podía cerrar los ojos, dormir y descansar. Pablo Aguirre recordó con satisfacción, lo que hasta entonces había estado olvidando. Y es que, en definitiva, nadie puede descansar en paz hasta acordarse de su propia muerte.