Buscar este blog

5 de julio de 2009

Del líder.

spiderman-3

Hoy voy a hablar de los líderes. No, no os asustéis, no voy a hablar de política, no. Me refiero a algo más banal, como son los liderazgos en la vida normal. Quiero hablar de los líderes que nos encontramos diariamente. De aquella gente que toma la iniciativa en un momento dado. De los que cogen la linterna cuando se va la luz para arreglar los plomos. Los que se presentan los primeros para arreglar la tubería que amenaza con inundarnos el piso. Los que, cuando ven una persona en el suelo, no dudan en salir corriendo a auxiliarla. Hablo de todos esos que lo hacen, pero también de aquellos que lo intentan. Porque para mi, en definitiva, existen dos clases de héroes. Y para ejemplificarlo, utilizaré dos personajes de la serie de televisión Perdidos (Lost), de la que yo soy fanático seguidor, y que me imagino que todos conocéis aunque sea por referencia. También podría utilizar personajes de cómic, pero no lo haré. Pues bien, en la serie existen esos dos personajes que me sirven de ejemplo para los dos tipos de líderes.

Uno es Ben Locke, el líder fuerte, sin dudas, seguro de si mismo, sin contradicciones internas, y al que solo le confunden las cosas que no domina, que se salen de lo razonable, de lo racionalizado. Para él es fácil tomar la iniciativa, ser rápido y eficaz, tener las cosas claras. Es casi como un militar, con el cerebro siempre alerta. Y le es fácil porque se queda en lo básico, en lo fundamental, en la dermis de las cosas. No se pregunta porqué, solo se deja llevar por su moral, y por las necesidades. Quien poco abarca, mucho aprieta, vendría a ser su trasfondo.

Y en el otro está el personaje de Jack, el médico, el hombre lleno de dudas, enfrentado constantemente con su propia moral, que se cuestiona sin cesar cada uno de los movimientos a hacer para solventar los problemas, que intenta proyectar qué consecuencias tendrán sus actos sobre los demás. Es el líder por necesidad, por obligación. El que actúa porque las circunstancias lo requieren, porque no queda más remedio, incluso se diría que por no quedarse atrás. Y es por ese simple motivo, la duda, el cuestionamiento continuo, el intentar no fallar a pesar de tener la certeza que no estará a la altura, lo que lo lleva más cerca del abismo, a bordear el fallo. Su espíritu es más culto, intelectual, pero a la vez depresivo, precisamente por el miedo al fracaso.

Y a pesar de que los dos líderes son en definitiva eso, líderes, el camino que tienen que recorrer es diferente. Uno es directo, sin intersecciones. El otro es sinuoso, lleno de trampas y baches, de señales confusas. Mientras que el primero cogerá la llave inglesa y se lanzará con seguridad sobre la tubería averiada, el segundo estará pendiente de no fallar, y dudará si girar a derecha o izquierda antes de hacerlo. Y con todo, personalmente, yo seguiría al segundo. Porque se que a pesar de ser falible, siempre intentará elegir entre dos caminos, imaginando cual podrá ser el mejor. La duda nos hace humanos, mientras la confianza excesiva nos acaba haciendo soberbios, ignorantes de la opinión ajena. Y de ahí a la soledad del líder, solo queda un paso.