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8 de julio de 2009

Los amigos causan efectos secundarios.

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Si, lo se, parece que siempre le esté dando vueltas a las mismas cosas. Pero, ¿qué más puedo hacer, si lo que siento y me pasa versa sobre los mismos temas? Desconozco cual es la verdad de todo, aquella que me haría auténticamente feliz, y creo que en eso me parezco al resto de los humanos que poblamos esta esfera azul, y sin embargo, cuanto más intento escarbar en los sentimientos de los que me rodean, mayor es mi desesperanza para encontrarla. Sería algo así como cuanto más intento descubrir a mis amigos, más los desconozco. Porque, bien mirado, nuestros amigos son una subespecie dentro de la especie humana. Son seres que nos rodean, muchas veces sin hacerse notar, y que, si son de verdad, están ahí siempre que los necesitas. Pero también están los falsos amigos, parásitos que huyen de tus problemas como si estos fuesen la penicilina. Por eso, no hay nada mejor que vacunarse contra ellos, y para hacerlo es importante empezar pidiéndoles un favor. Si son amigos de verdad, te escucharán, sufrirán por ti con tus problemas, y finalmente se ofrecerán para lo que haga falta. Si son parásitos, te oirán pero no te escucharán, ya que se habrán quedado muy al principio, pensando qué les vamos a pedir, sufrirán, pero no por tus problemas, sino por cómo les afectarán estos a su tiempo o a su cartera, para finalmente hacerte ver que están en terribles problemas económicos, o que mañana marchan de vacaciones. Esos falsos amigos, subespecie que fagocita todo lo que pueden sacarte, negándose luego a devolvértelo, abundan más de lo que nos pensamos. Y sin embargo, como las bacterias, son inevitables. Y tienen efectos secundarios. Normalmente, después de haber descubierto su presencia, y sin darte tiempo a ir al médico, te dejan como secuela cara de tonto, la boca abierta, y lo que es peor, una tremenda desilusión dentro del alma.