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22 de marzo de 2009

Como ese día.

Hace poco, para mi cumpleaños, mi amiga Paola Monti me dedicó, desde Santiago de Chile, uno de sus increíbles cuentos. Me dijo que era, tal vez, su favorito dentro de los que había escrito. Como los regalos son de uno, he decidido compartirlo con todos los que pasan por este lugar. Espero que Paola no se enfade mucho conmigo, ya que no le he dicho que lo publicaré. Pero qué demonios, un regalo es un regalo, y a mi no me gusta devolverlos. Además, me encanta. Se llama Como ese día.

Y ahí estaba... se presentó a destiempo, había soñado su figura tantas veces que me era familiar, ¿lo conocía?, ¡claro que lo conocía! Su delgada humanidad se confundía entre la gente, parecía pasar inadvertido. Lo observé de lejos el tiempo suficiente...
Prendió un cigarrillo, algo le inquietaba, era demasiado evidente, me percaté por el modo de fumar. Me divertía mirarlo, sus gestos eran tan de niño, como un niño esperando por ese algo que ha deseado durante tanto tiempo y que al fin tendría a su alcance... no pude despegar mis ojos de ese mirar ansioso, que a ratos se me perdía entre los transeúntes que circulaban, cada uno con su propia historia, y sin importarles nada. Pero a mí me importaba, Él me importaba. De pronto algo se plantó encima, un colectivo llegando a destino abrió sus puertas, y comenzó a descender lentamente a sus pasajeros. Una señora con guagua, una gordita muy simpática, que me miró en mi intento fallido por alargar el cuello y no pudo evitar soltar una carcajada -Es que parece una jirafa- dijo. Un caballero de edad avanzada y una chica joven. La chica al bajarse dejó escapar al aire una porción del muslo derecho y al caballero pareció darle un ataque, si casi se le salieron los ojos y creo, aunque no estoy segura, pero podría jurar que se le escapó una gotita de baba. La chica sin darle importancia al hecho, siguió su camino, mientras el caballero en cuestión, se arreglaba el pantalón......
Yo, empinada en la punta de mis pies, como una bailarina de ballet en su estreno, tratando de volver a hacer contacto. Lo había perdido por un instante, más que un instante, si me parecieron horas y sentí su ausencia como un chancacazo en pleno cráneo, tan fuerte, que me tragué el chicle que estaba mascando. Encendí un cigarrillo y entre la llama del encendedor se me apareció. ¡Qué alivio!, Fuuuuuuuuuu, solté el humo que tenía atragantado. Alguien se acerca... un borrachín... Hablaron un poco, él se rió, dejando escapar entre sus labios destellos luminosos... ¡Oh Dios, se veía tan bello!, si hasta me pareció que una suave brisa me traía su aliento. Lo deseé, sí, lo deseé mucho y me dió vergüenza, un intenso calor me nubló la vista, no me dí cuenta pero creo que perdí la conciencia por un par de segundos, porque reaccioné al sentir que me estaba quemando los dedos con el cigarrillo... en tanto el borrachito parecía no entender, porque movía la cabeza de un lado para el otro, mientras Él escarbaba en sus bolsillos, buscando una moneda, sí, y en un gesto de afecto se la entregó y el bebido se alejó trastabillando, chocando con quien se le cruzaba en el camino.

Y ahí estaba Él, mirando hacia todos lados... ¡No, No!... ¡Una Mujer, y se le acerca!, es hermosa, muy hermosa... traía puesto un vestido floreado azul con amarillo, no naranja, no fucsia, o rosado, se me cruzan los colores, pero era muy hermosa... Su cabello castaño, largo, ondulado, le caía más abajo de los hombros y se mecía de este a oeste de forma muy graciosa. Traía unos tacones blancos... no, no era prostituta, era demasiado fina. Algo le dijo, pero no alcancé a escuchar, por más que estiré la oreja. Él le devolvió un gesto, mirando su reloj... ¡Le había preguntado la hora! ¡Pero qué estúpida de mí! y yo que pensé..... Se alejó moviendo sus caderas, todos se daban vuelta a mirarla, caminaba muy coqueta. Él, nada, ahí seguía, impaciente esperando. Me dio tanto gusto que no haya volteado a mirarla. Cerré mis ojos y me fui hasta sus brazos en un suspiro, pero me trajo de vuelta el celular, que empezó a sonar;
-Aló
-Si, ya casi llego... es que el tráfico está algo denso.
-Besos, te veo luego...
Guardé el celular en el bolso y al alzar la vista, su imagen había desaparecido... No puede ser, en qué momento se fue, si sólo lo dejé de mirar un minuto... De pronto la realidad me golpeó el seso, el escenario cambió, la gente corría de un lado para otro, los bocinazos retumbaban en mis oídos, los autos pasaban raudos frente a mí, las campanas de la iglesia sonaban desafinadas, ¡qué ruido!, ¡me molestaba el ruido!...
o busqué nuevamente entre el caos, ¡dónde se fue!... y ahí estaba, al otro lado de la calle, como si nunca se hubiese movido... La imagen de aquel hombre de entonces se me fue y los años se hicieron presente, ya no era el mismo, estaba un poco más viejo, no lucía tan radiante y la hermosura de su sonrisa se había espantado, dando paso a una mueca tosca, sin sentido...
Giré mi cuerpo y dirigí los pasos por la avenida, había decidido llegar hasta mi casa caminando, me hace bien, sobre todo cuando necesito pensar. No dejaba de preguntarme qué hacía yo ahí persiguiendo un sueño, un tiempo que no fue, y menos lo sería hoy, ¡si ya han pasado nueve años!... Sólo me reconfortaba la idea de poder recordarlo... como ese día, cuando nos dijimos adiós.
El celular tocó la alarma nuevamente... Aló, sí, sí... lo siento, creo que no voy a llegar... estoy atrapada en un taco maldito...