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4 de marzo de 2009

La mujer compleja.

Desde luego, las cosas pasan en este Universo por algún motivo. Si Dios existiese, cosa que dudo, aunque egoístamente me encantaría aunque solo fuese para poder alargar la cortedad de la vida en la Tierra, tendría sus motivos para justificar cualquier cosa que fuese o pasase en su creación. Si Dios no existiese, y todo lo que sucede en la infinitud fuese una concatenación de influencias vitales, tal como creo que pasa en realidad, también las cosas tendrían su lógica. Y una de las creaciones más extraordinarias dentro del mundo esférico, o casi, es el de la mujer compleja.
Si, ya se que alguien me dirá que todas las mujeres son complejas, y sobre todo para los hombres. En eso estoy totalmente de acuerdo. Somos genéticamente más básicos que ellas, negarlo sería incluso estrafalario. Hemos sido creados, nosotros los hombres, o seguramente evolucionado a través de los siglos, para pensar solo lo justo, ya que según muchas teorías, lo nuestro es salir a cazar y defender el fuerte. Porque si pensásemos un poquito más, tan solo la mitad que ellas, seguramente nos negaríamos a arriesgar nuestras vidas a cambio de un plato caliente, y algo de sexo semanal. Pero no pensamos tanto, así que vamos cumpliendo fielmente con nuestro papel. Y luego es a ellas a las que llaman el sexo débil. Menos mal de la igualdad, porque los machos humanos siempre han tenido la idea, engordada por ellas, de que ser valiente y morir por defenderlas era hasta glorioso. Ahí tenéis una prueba de nuestra ineptitud.
A partir de este axioma, hoy en día aceptado universalmente por la ciencia, según el cual la mujer es un ser superior en inteligencia, e incluso sensibilidad, no queda más que quitarse la venda de los ojos, y analizar a aquellas criaturas que tenemos al lado. Luego de mucho mirar a mi alrededor (no voy a decir si la he encontrado, que a nadie le importa, y además me considero un caballero), y después de mucha reflexión (esto último es una licencia literaria propia, con perdón), he llegado a discernir un tipo específico dentro de la innumerable variedad femenina, el más interesante, que es ese del que hablaba al principio, el de la mujer compleja. Esta rara avis suele ser una combinación de belleza, siempre vista esta a partir del criterio objetivo del observador, con clase a la vez que con personalidad, de sentido práctico a la vez de espiritual, de cultura pero sin llegar a ser repelente, gran conversadora sin dejar de saber escuchar, amante del arte pero también de la buena comida, sensible pero sin dejar de tener carácter, tierna pero con decisión, equilibrada aunque con un punto de mal genio (puntual, eso si), que le gusta conocer mundo pero también viajar por dentro de si misma. Bueno, en fin, que podría seguir, pero con lo expuesto creo que es suficiente. Pensaréis, hombres del mundo, que seguro que esta descripción que he hecho es un mero ideal, lo se. Sin embargo, tan solo hay que saber abrir bien los ojos, ser sinceros con nosotros mismos, y mirar a las mujeres que tenéis alrededor. Seguro que si lo hacéis, encontraréis a muchas. Madres, hijas, mujeres, amantes, novias, la cajera del supermercado, bueno, vosotros sabréis a quien miráis. Yo me he limitado a poneros en la pista, y que cada uno decida si quiere seguir el camino, y descubrir a su propia mujer compleja. A veces está más cerca de lo que parece, y tan solo es cuestión de mirar más allá del plato de lentejas.