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2 de marzo de 2009

Hasta la vista, Pepe.

Hay veces que algunos de los buenos nos dejan. Hay veces que, además, parecen, son, uno de los nuestros, no porque lo pensemos, sino porque lo sentimos. Ayer se nos fué, debido a una puta enfermedad (él lo habría dicho así), el enorme, genial, impredecible, irreverente, cachondo, y no se cuantas cosas más, todas ellas buenas y muy suyas, Pepe Rubianes. Ha sido el mejor showman que ha tenido temporada (y han sido muchas, durante años) en los teatros de Barcelona. Aún recuerdo la noche que le vi encima de las tablas. Su humor entroncaba (o entronca, ya que su arte notiene fecha de caducidad) con el mayor cinismo vital, autoparodia desvergonzada, y yuxtaposición de géneros. Porque era divertido, porque nos divertía, y se divertía,y de eso fuí testigo. Ninguna noche en el teatro era igual para él, demostrando un respeto increíble hacia el espectador inteligente. Porque para degustar la delicadeza de sus actuaciones, había que acompañarlo en el camino de la ironía mordaz que proponía. Descanse en paz, para siempre, y que su recuerdo no nos deje descansar a los vivos, porque eso significará que tenemos la suficiente sensibilidad como para darnos cuenta de lo pequeños que realmente somos, a pesar de tanta máscara de carnaval.