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25 de enero de 2009

La frase escrita en la pared.

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Hace unos días, cuando iba caminando por una calle del centro de Barcelona y me dirigía a cumplir unos trámites en el Ayuntamiento, distraído escuchando por mis auriculares música de Bill Evans, pendiente, eso si, de la bolsa que colgaba de mi hombro derecho donde llevaba el ordenador portátil, mi vista se cruzó, por casualidad, con un graffiti en una pared. Bueno, más que graffiti, los cuales me parecen una digna expresión del pop-art, era una frase escrita en la piedra centenaria de dicha pared. Apenas eran dos oraciones escritas con un lápiz negro, pero me acerqué lo suficiente para poder leerla.

Recuerdo la primera vez que me fijé en este tipo de expresión comunicativa. Tenía yo quince años, y cerca del instituto al que iba leí, en una pared también, una frase rotunda: Hambre, guerras, padecimiento. Si Dios no ha muerto, ¿porqué se esconde? He de reconocer que la frase era buena, un estímulo para reflexionar, una consigna ciertamente radical, anti religiosa, provocativa. Hoy la hubiese atribuido al movimiento Okupa, a los anti-sistema, o a los que financian los mensajes en los autobuses de Barcelona, Londres o Madrid. Pero cuando yo tenía quince años, este tipo de frases se achacaban a los comunistas. El mundo era más sencillo para los simples, desde luego. Pero a mi el tema de la frase me hizo pensar. ¿Quién lo habría escrito realmente? ¿Era ese un modo de expresión y de expansión de las ideas? ¿Qué buscaba su autor, tan solo dar rienda suelta a sus ideas, o quería ir más allá? Finalmente, después de darme cuenta que nunca encontraría respuesta a mis preguntas, y de que planteármelas era de lo más pueril, me centré en el verdadero mensaje. Tal vez eso era, sencillamente lo que quería su autor. Ser escuchado. Porque el tema de los graffitis viene de lejos. Los encontramos en las ruinas de Pompeya, los había políticos en la antigua Roma, en la Edad Media las iglesias eran un buen aparador para estos mensajes. Los había, además, de todo tipo. Políticos, filosóficos, de amor, pornográficos (a veces bastaba garabatear un miembro viril para expresar un estado de ánimo), o solamente insultos.

Hace unos años estuve en Venecia. Allí, después de visitar el Palacio Ducal, admirando la impresionante colección de antigüedades renacentistas que conservan, y antes de pasar por el Ponte dei Sospiri, vimos las mazmorras de la antigua prisión de la República. En ellas, en sus húmedos calabozos, encontramos una amplia colección de escritos en las paredes, hechos por los usuarios de la cárcel, muchos de ellos esperando la muerte. Para mi, encontrarme con el pasado anónimo, intacto, de gente que vivió y padeció hace cuatrocientos años, resultó uno de los hechos más curiosos del viaje. Además, la soledad que encontramos, pues apenas nos cruzamos con tres japoneses que regresaban desorientados a la entrada, hacía que aquellas frases en italiano antiguo fuesen todavía más reales. Muchas frases eran recuerdos a sus madres, justo antes de morir ajusticiados, también a las novias, literarias algunas, o imprecaciones contra sus carceleros. Pero la mayoría eran, me imagino que debido al carácter de quien los hacía, y a saber que para ellos no existía el mañana, dibujos obscenos. Y es que el hombre (del sexo masculino, me refiero), es el único animal que, aparte de tropezar dos veces con la misma piedra, canaliza la sangre del cerebro hacia sus partes bajas.

En fin, podría explicar otras frases escritas en paredes, como cuando en los lavabos de la universidad leí, entre infinitas, una que decía: Mientras los demás se juegan su futuro en clase, yo resuelvo mi presente ahora mismo. Lo dicho, los temas, en el fondo, no cambian.

Sin embargo, después de este repaso por el tiempo de mi relación con las frases y las paredes, lo podría extender también a internet, pero creo que necesitaría escribir, al menos, un libro sobre el tema para explicar algo de lo que se puede leer en esa pared incorpórea.

Se me olvidaba, perdón, la frase que leí: Otro día sin verte, otro día echándote de menos, ahora se que eres tu. ¿Quién ha escrito la frase?¿A quién irá destinada?…solo ellos dos lo saben.