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29 de diciembre de 2012
El muro infranqueable.
14 de diciembre de 2012
A que llegue.
14 de noviembre de 2012
Cuando fui inmortal.
8 de noviembre de 2012
El destino en las manos
31 de octubre de 2012
Reencuentro
Mas allá de ti,
encontrar la vida,
y dejar correr el agua entre las manos,
mientras noto la arena cálida debajo unos pasos perdidos,
que me llevan a arañar el tiempo,
bajo el deseo que este no pase.
Sin dejar de pensar que todo lo vivido
no ha sido tan solo el reflejo de un sueño
eternamente escondido detrás del camino,
sino que todo volverá a importar más allá
del tiempo que hayamos podido perder,
por encima de unos recuerdos vacíos.
24 de octubre de 2012
La belleza de lo simple.
22 de octubre de 2012
Lo imposible.
12 de octubre de 2012
Al volver, el invierno.
¿Porqué el invierno este año ha llegado tan pronto? Allí, al encender la luz y verse delante del espejo, solo, intuyendo su presencia, la de ella, incierta en cada sombra, en cada reflejo de luz, la soledad le ahogaba hasta casi llorar. Y sin embargo, ¿porqué no salen las lágrimas? Tal vez, porque el recuerdo de cada pedacito de vida vivido a su lado, hace que el vacío interior niegue la emoción de haberla perdido. O porque ella había decidido que tanto tiempo separados era demasiado, que la distancia aleja más que la vida, y que la única manera de volver a respirar era dejar de hacerlo a su lado. ¿Donde estará su espacio, ahora? Ya qué más da, deseaba pensar, aunque no podía evitar el dolor al sentir que no volvería a ver su sonrisa, ni intuir el olor de su pelo, ni abrazarla al despertar, y eso le atravesaba el alma ya rota. No sabía porqué, ni si había otro, o si algún dia podría recomponerse, rehacerse de este naufragio, pero ahora mismo lo que reflejaba el espejo no es lo que él había sido, ahora solo se podía ver los restos de su soledad. Sin el cuerpo de ella detrás del suyo, como era todo antes de su invierno. Y sin embargo, ahora solo le quedaba regresar, aunque el camino de vuelta a la realidad es siempre el más duro, el más difícil de caminar, ya que los pies están cansados de tanto buscar y perder. Y tener que hacerlo en soledad da miedo, por tropezar y antes de caer no tener su mano para agarrarse. ¿Donde estará? Pero sobrevivir ahora es olvidar, y él lo sabe. Sin embargo, ¿cuántas innumerables veces más tendría su reflejo imaginado detrás? Porque por mucho que lo desease, nunca volvería a tenerla a su lado, sonriéndole mientras ella peinaba su pelo con los dedos. Ahora ya solo le quedaba olvidar el ayer, y aceptar que después del frío invierno, casi siempre vuelve la primavera. Solo es cuestión de esperarla, para vencer a la tristeza y la soledad.
4 de octubre de 2012
Una noche con Leonard Cohen (con trampa)
1 de octubre de 2012
La belleza puede ser triste y cruel.
30 de septiembre de 2012
Las zapatillas de baile.
26 de septiembre de 2012
Elogio del café
18 de septiembre de 2012
Búsqueda.
6 de septiembre de 2012
A felicidad pasajera, búsqueda persistente
4 de septiembre de 2012
Compatibilidad.
3 de septiembre de 2012
Solo son palabras.
31 de agosto de 2012
Por una alas.
31 de julio de 2012
Sobre la responsabilidad de ser ciudadanos.
8 de junio de 2012
En el corazón de Macbeth.
18 de mayo de 2012
Una noche con el Boss.
15 de mayo de 2012
Reflexión sin pensar.
9 de mayo de 2012
Desear imposibles.
4 de mayo de 2012
La estupidez de querer sentirse importante un domingo cualquiera.
30 de abril de 2012
Como alguien sentado en una orilla extraña.
Así se sentía ella delante de todo lo que le estaba sucediendo. La persona a la que mas debía importarle en la vida,aquella que había decidido un día que el acto mas hermoso del ser humano podía acabar siendo ella,su padre,no había hecho mas que comportarse,ya tan mayor,como un niño egoista. ¿Es que no podía llegar a darse cuenta de que todo lo que ella hacía era por su bien,por cuidarlo? La rabia que sentía en estos momentos acabaría,como vanía ya siendo costumbre, trasformándose en dolor. Era el proceso habitual. Sin embargo,y a pesar de las cosas que le había dicho,que ella había tenido que sentir de boca de su padre,de aquel hombre que nunca le había susurrado un te quiero,cosas que le rompían el alma y que la hacían sentirse tan sola,a pesar de todo, ella acabaría acudiendo siempre a su lado. Porque, aunque la incompresión apareciese a través de las ventanas del sentimiento,nunca podría dejar de asomarse a aquella orilla extraña e imaginar que aún,algún dia,podría llegar a ser una niña pequeña de la mano de su padre,otra vez. Porque el tiempo se lleva aquellas cosas que mas queremos,y siempre es demasiado tarde esperar a mañana para decir te quiero.
29 de abril de 2012
La parte del todo.
Una parte del todo siempre es menos que el total, pero claro, al menos es algo. Verlo así es algo natural,aunque muchos lo tilden de conformista. ¿Qué tiene de malo querer al menos un poco de algo si realmente no puedes conseguir el total?¿Se puede disfrutar de algo parcial? Seguramente un seguidor de un equipo de fútbol se conformaría con ganar algún título aunque no pudiese ganarlos todos. Creo que el acaptarlo se basa en gran medida en las metas que nos hayamos propuesto. Encontrar la frustración en el camino depende de aquello que nosotros mismos nos hayamos impuesto como mínimamente satisfactorio. En muchas ocasiones tendemos a sobrevalorar lo que somos,y eso nos aparta de la objetividad sobre aquello que desamos conseguir. Otro ejemplo es quien por escribir un libro cree que ha de autoimponerse la tarea de que este solo puede ser genial,o a lo sumo brillante. ¿Sería tan insatisfactorio caer en la mediocridad, si realmente eso es lo máximo que podemos dar? Queremos íntimamente todo el pastel,no solo una porción,eso es escribir,publicar,y ser admirados. Lo contrario nos podría llevar a la frustración. Y sin embargo,yo soy de los que piensan que lo importante no es tanto la meta,como disfrutar de un buen paisaje en el camino. Siempre puedes volver a recorrerlo y encontrar nuevos matices al atardecer.
19 de abril de 2012
Los doscientos golpes.
20 de marzo de 2012
La infancia, refugio de la memoria.
15 de marzo de 2012
11 de marzo de 2012
La pregunta de sus ojos.
Sobre la película poco puedo decir, pues reconozco que no la he visto, por lo tanto, mea culpa, nada que opinar, pero la novela la acabo de terminar, y sobre ella si que creo poder dar opinión.
Recomiendo intensamente su visita a cualquier lector capaz de disfrutar de una lectura pausada,tranquila, casi pasiva. No quiero decir que no haya acción narrativa, no, solo intento disuadir a todo aquel que no esté dispuesto a la contemplación subjetiva de una historia de perdedores, tal vez previsible, pero, precisamente, esa pasividad en la sorpresa es lo que termina dando contenido y sentido a lo que se quiere explicar. Todo se envuelve en un ambiente de fatalismo radical en lo inevitable, lánguido en su desarrollo.
Una lectura, en definitiva, muy recomendable desde la perspectiva del sosiego lector, en la cual no es tan importante el qué, como el como se explica este.
29 de febrero de 2012
El mapa del cielo.
27 de febrero de 2012
Si supieses.
1 de febrero de 2012

Dice un antiguo proverbio indio, de los indios de las praderas, de las praderas americanas, me refiero, que para conocerte realmente te has de presentar ante ti mismo desnudo de todo lo que te envuelve, de cualquier bien material, de cualquier temor, de cualquier lazo con la vida. Me imagino que a lo que se refiere el proverbio, dicho o como lo llamemos, es que para conocernos, primero nos hemos de despojar de cualquier atadura que pueda ligarnos, que nos pueda influir en nuestros actos, en nuestras decisiones.
Realmente es imaginable que un individuo adorador de Manitú, allá en la casi soledad de su tipi bajo las estrellas, apenas poseedor de unas mantas de búfalo, cuatro lonas, una pipa, un caballo, pueda llegar a plantearse el deshacerse de todo lo superfluo. Hoy en día lo tenemos más difícil, la verdad. Vivimos en una sociedad que nos invita a no desprendernos de ninguna de nuestras posesiones, materiales o inmateriales. Nos hemos convertido en seres egoístas que anteponen lo que tengo a lo que soy, tal vez porque nos cueste mucho reconocernos sin todo lo que hemos conseguido a lo largo de los años. Es duro verte desnudo delante de ti mismo, y ya sabéis que hablo metafóricamente, sin pensar que en realidad en el reflejo del espejo que es el paso del tiempo, somos más por lo que poseemos que por lo que tenemos realmente como seres humanos. La verdad esencial es que no hay nunca vuelta atrás, y que cuan retrato de Dorian Gray, todo lo que somos se esconde en el fondo de nuestra alma.
28 de enero de 2012
La estrecha diferencia entre lo uno y lo otro.

Dicen que la diferencia entre el cine y el teatro es la proximidad del público, la reacción delante del espectador. Seguramente es verdad aunque, como en todos los ámbitos de la vida, siempre hay excepciones. Recuerdo que hace muchos años, tantos que ya me hace mayor, asistí a una representación en Barcelona de Las amistades peligrosas, basada en un libreto de Christopher Hampton sobre la obra homóloga de Pierre Choderlos de Laclos del siglo XVIII. La verdad que una de las motivaciones principales, que no la única, había sido lo realmente fascinado que me había dejado la película de Stephen Frears sobre el mismo tema, con Glenn Close, Michelle Pfeiffer, y John Malkovich como protagonistas. Casualmente, hace poco, y como inciso a todo esto, el propio Malkovich ha dirigido, y no protagonizado, una nueva adaptación de la obra en un pequeño teatro de París.
La otra motivación para asistir fue que, poco antes, había disfrutado con Puigcorbé, el que sería el Vizconde de Valmont sobre el escenario, y me había impresionado con su interpretación de locutor de radio en Llamadas a medianoche, de Eric Bogosian. Pues bien, a pesar de la dirección minimalista de Pilar Miró en Las amistades peligrosas a la que asistí, de un ritmo sostenido, y de saber perfectamente el desarrollo de la obra gracias al cine, en ningún momento el Valmont de Puigcorbé, así como en general el resto del reparto, llegó a emocionarme como el del genial Malkovich, atrapado en su total vacío existencial, y enamorado de la persona equivocada.
Esta anécdota, al fin y al cabo, solo me sirve para explicar cómo no siempre lo que esperamos se acaba cumpliendo, que hay excepciones, y que si por ejemplo el teatro juega con la ventaja evidente de la proximidad con el espectador, hay veces que los ingredientes, mal cocinados, no dan un buen guiso.
9 de enero de 2012
El hombre que amaba a las mujeres.

Marco Scoratti reposaba en su tumba, en un cementerio al sol de la Toscana, desde hacía ya tres años. La muerte le había llegado a la edad de sesenta y ocho, aún en plenas facultades mentales, físicas y, quién sabe, tal vez también emocionales. Había sido un hombre alto, fuerte, de piel morena y, en los postreros lustros de su vida, de un crespo cabello blanco.
Aquel mediodía de primavera, aniversario de su muerte, y en el que el sol calentaba plácidamente la piel, lo que hacía que el espíritu que sobrevolaba bajo ella se relajase, cuatro mujeres que no se conocían entre ellas, se encontraron ante la lápida envuelta en flores de Marco. La más joven no pasaría de la treintena, mientras que la mayor parecía ser poco más joven de lo que había sido él en vida. Todas, bajo unas gafas de sol que les cubría los ojos, parecían flotar entre un estado de triste ensoñación y dolor contenido.
Una de ellas, ni la más joven ni la más mayor, se agachó, enfundada en un estrecho vestido negro, y bajo un sombrero de ala ancha que casi escondía su pelo azabache, dejó una rosa blanca junto a la fría piedra. Luego de incorporarse, se volvió hacia las otras tres y les dirigió una esbozada sonrisa.
-Era un hombre encantador –La voz era suave y temblorosa-.
-Realmente sí –La que respondió fue una de las otras tres, alta, de porte elegante, los labios finos le devolvieron una apenas indisimulada sonrisa de melancolía-, fue todo un caballero.
La más mayor, la vista clavada en el suelo, parecía no querer hablar, aunque al final fue ella la que rompió los instantes de silencio.
-Marco sabía escuchar. Siempre que algo te angustiaba, podías recurrir a él y, desde esos ojos soñadores, parecía curarte el alma.
-Conocía tanto a las mujeres… -Esta vez la más joven acabó por entrometerse, con un aire como pidiendo perdón por la arrogancia de haberlo hecho.
- A mí, siempre me trató de forma muy diferente a la de los demás hombres. Me hacía reír cuando lo necesitaba. Era fuerte pero educado, y su sonrisa hacía que todo se desvaneciese a tu alrededor.
-Galante, sería la palabra- Replicó la mujer del vestido negro.
-Y un gran amante, siempre dispuesto –La mujer joven se ruborizó mientras pronunciaba las palabras-. Bueno, ya me entendéis… al menos conmigo.
-Pues yo lo conocí desde joven –Otra vez la mujer más mayor tomó el mando de la conversación ante la deriva que podía tomar esta-, y, la verdad, no le recuerdo tanta... ¿cómo lo diría yo?…promiscuidad.
Ninguna dijo nada más durante un minuto, el tiempo necesario para proteger su mutua intimidad.
-La verdad es que siempre fue atento –Al final se rompió el silencio. La mujer del vestido negro parecía no poder dejar de intentar ponérselo bien-. Sabía leer el alma de las mujeres, para luego ofrecer aquello que necesitabas.
-Sus manos eran de seda, y el azul de sus ojos resaltaba tan bien en su piel morena…
-Pues a mi me escribía poemas que me dejaba junto a la ventana.
-Le encantaba el café de las tardes en el porche de mi casa.
Las voces de las cuatro eran ya casi un susurro, solo al alcance de sus oídos, mientras el sol cálido hacía que el paisaje brillase ante sus ojos.
-Creo –Ahora la más joven volvía a hablar-, que le habría gustado que no le llorásemos. Así era él.
-Sí, y que brindásemos con una copa de vino a su salud.
-Y que le cantásemos una suave tarantela para poder decirle adiós de una manera original.
-Creo recordar –La más elegante se secó una gota de sudor que le perlaba la sien-, que le gustaba un poema de Andrea Mucciolo.
La mujer más mayor atemperó una voz que parecía de seda.
-Anima di sole,
dolcemente scalderà
l’inarrestabile ego
del mio battito vitale.
-Y sin embargo –Continuó-, aquí estamos cuatro mujeres desconocidas entre sí, llorando la pérdida de un hombre al que conocimos, cada una en un momento y circunstancias distintas, incluso puede que coincidentes en el tiempo, y que nos supo hacer vivir. Y a pesar de todo, creo que ninguna llegó a conocerlo de verdad. De tanto escucharnos, de tanto ayudarnos, de tanto querer que sonriéramos, hemos desistido de saber quién era en el fondo. ¿Qué sabemos de él, del hombre que sentía, que vivía, que lloraba y que seguramente también sufría en silencio solo por hacernos felices? Marco era eso y mucho más, capaz de hacer que le amásemos sin necesidad de presentir lo que escondía su sonrisa. Nos dio lo que da el sol. Calidez, placida calidez. Y es por eso que nunca encontraremos a alguien así.
Luego, las cuatro se miraron y se despidieron de Marco, cada una desde el silencio, para después marchar, sabiendo que aquel hombre al que habían amado cada una por separado sería, desde aquel momento, un eterno desconocido.